Sandro Pozzi
La actividad económica se expandió ocho décimas más rápido que en la recta final del mandato de Barack Obama.
Donald Trump durante una cena con empresarios en Davos NICHOLAS KAMM AFP
La economía de EE UU recuperó fuerza en el primer año de Donald Trump en la Casa Blanca. Este avance llega después de que Barack Obama abandonara la presidencia con el crecimiento más bajo en cinco años. En 2017, la actividad remontó un 2,3%, ocho décimas más que el año anterior. La expansión progresó a una tasa anualizada del 2,6% en el cuarto trimestre, menos de lo esperado, y está por debajo del 3% que esperaba Trump. Ahora el presidente debe demostrar que los pilares de su agenda, como la recién adoptada reforma fiscal, pueden sostener este avance y que su política proteccionista no es un lastre.
El dato anticipado para el estreno del republicano en la Casa Blanca está más en línea con la expansión de 2015, pero sigue por debajo del potencial histórico del 3,3% previo a la recesión, lo que llevó a la Reserva Federal a seguir una estrategia gradual de retirada de los estímulos.
El dato del cuarto trimestre, sujeto a dos revisiones, se modera respecto al 3,2% del tercero y el 3,1% en el segundo. Pese a que el indicador está por debajo del consenso, se considera positivo que el consumo privado creció un 3,8%, frente al 2,2% del tercero. La inversión de las empresas lo hizo un 6,8%, desde un 4,7% tres meses antes. El déficit comercial hizo de lastre y restó 1,1 puntos al PIB, después de que las importaciones subieran un 13,9%, el mayor incremento desde 2010.
Es una buena base para 2018. El banco central de EE UU estima en su última proyección un crecimiento del 2,5% para el año en curso. La del FMI es dos décimas más optimista, de acuerdo con la actualización presentada el lunes en la reunión anual del Foro de Davos. La rebaja del impuesto de sociedades debería estimular la inversión empresarial y la actividad este año y el próximo.
Jamie Dimon, consejero delegado de JPMorgan Chase, cree que la economía puede llegar a crecer un 4% en algún momento en el ejercicio entrante. “Un régimen fiscal competitivo es bueno”, explica, “porque genera más capital, más empleo y más inversión”. Lloyd Blankfein apoya este análisis desde Goldman Sachs y admite que le “gusta realmente” lo que Trump hace por la economía.
EE UU se beneficia también del repunte de la actividad económica global, porque abre el apetito por sus productos. Pero las proyecciones por lo general están por debajo de un crecimiento del 3% que prometió el presidente; y coinciden en que este ritmo no aguantará mucho. Los miembros de la Reserva Federal (Fed) anticipan una vuelta al 2% en 2019 y 2020 debido a la baja productividad y a factores demográficos.
Los analistas de Moody’s y de Goldman Sachs creen sin embargo que se está subestimando la capacidad de la rebaja fiscal para generar capital que las empresas pueden utilizar ahora para invertir en sus negocios, elevar los salarios o incluso rebajar precios al consumidor. Anticipan que las pagas subirán un 3,5% en 2019 y que el paro se reducirá seis décimas, desde el 4,1% actual.
Profunda desigualdad
Pese a la solidez de la expansión, la prosperidad no está bien repartida y la desigualdad es profunda en EE UU. “Anima pero no podemos sentirnos satisfechos”, comentaba la directora gerente del FMI, Christine Lagarde. “Hay demasiada gente que quedó al margen de la recuperación y de la aceleración”, añadió. Los ingresos de las familias de clase media llevan estancados dos décadas.
La combinación de la reforma fiscal y el recorte de la regulación a las empresas sí alimenta el optimismo en Wall Street. “Ahora somos un país más dinámico”, insiste Trump al defender su agenda económica. El Dow Jones está en máximos históricos, tras apreciarse más de un 30% en el último año. El S&P 500, el que representa a las mayores corporaciones cotizadas, lo hizo cerca de un 25%.
El debate, por tanto, es intenso sobre el efecto de su plan fiscal. La visión de Trump se sustenta en un crecimiento superior al 3%. Así espera generar los ingresos suficientes para compensar los menores impuestos. Pero si no se mantiene ese ritmo, el temor es que se dispare el déficit y alimente más la deuda. El Gobierno de EE UU no tendrá entonces otra opción que buscar nuevas vías de recaudación o recortar el gasto.
El dato de crecimiento se publicó el mismo día en el que Trump presentaba su agenda de “América Primero” en Davos. Es el primer presidente que participa en el foro desde el demócrata Bill Clinton en 2000. Aquel año también se crecía con solidez y los mercados rebosaban de confianza por el entusiasmo que generaban las firmas tecnológicas. Poco después, se entró en recesión.
La reforma fiscal no solo puede meter presión a las cuentas públicas, también puede llevar a la Reserva Federal a subir los tipos de interés más rápido y más lejos si el crecimiento alimenta al alza de precios. Un dólar débil también es inflacionista. Janet Yellen preside la semana próxima su última reunión como presidenta de la Fed, antes de ceder el relevo a Jerome Powell. El alza de tipos se espera para marzo.
EL DÓLAR DÉBIL, EN MÍNIMOS DE TRES AÑOS, DESPIERTA RECELOS
La fortaleza de la economía de EE UU tampoco se está reflejando en el dólar. El billete verde se depreció más de un 10% durante el primer año de presidencia de Donald Trump. Antes de la publicación del dato de crecimiento, el euro llegó a cambiarse a 1,25 dólares (0,8 euros por dólar) frente a los 1,05 dólares en los que estaba al arrancar 2017. Es un nivel que no se veía desde hace tres años y que refleja, en buena parte, que los bancos centrales de Europa y Japón también preparan el repliegue de las medidas extraordinarias.
El nuevo bajón de la divisa llega después de que el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, dijera que EE UU se beneficia de un dólar bajo, unas palabras que en Europa —y especialmente en el BCE— se vivieron como una afrenta. Trump, sin embargo, se pronunció el jueves a favor de un dólar fuerte, en lo que parece una nueva muestra de desacuerdo entre el presidente y su equipo. Los mensajes de Washington a favor de un dólar débil que beneficie a las exportaciones de EE UU reavivan el miedo a nuevas tensiones en el mercado de divisas. Y obligan al presidente del BCE, Mario Draghi, a estudiar, con más cautela aún, sus posiciones para comenzar la retirada de estímulos que países como Alemania le reclaman cada vez con más insistencia.
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