Marc Bassets
El presidente francés apoya a la canciller Merkel en vísperas del voto decisivo en el SPD sobre las negociaciones de coalición.
El presidente Emmanuel Macron recibe a la canciller Angela Merkel en el Elíseo THIERRY ORBAN GETTY IMAGES
El presidente francés, Emmanuel Macron, reina desde hace meses como el nuevo líder indiscutido de la Unión Europea, pero sabe que sin una Alemania fuerte y estable sus proyectos para refundar Europa se desvanecerán. En vísperas del congreso de los socialdemócratas alemanes que debe permitir la negociación de un nuevo gobierno con los democristianos, Macron recibió el viernes a la canciller Angela Merkel para avalar el acuerdo de coalición y pedir ambición a Berlín. Macron dejó claro que necesita a Merkel sentar las bases de iniciativas que van desde la reforma de la zona euro hasta el refuerzo de las fronteras comunitarias. El motor franco-alemán intenta volver a arrancar.
“Nuestra ambición no puede realizarse sola”, dijo Macron junto a Merkel en el Palacio del Elíseo. “Necesita conjugarse con la ambición alemana”, añadió antes de elogiar la ambición europea de Merkel, de los líderes del SPD y del texto provisional de la gran coalición.
En los 14 minutos que duró la rueda de prensa, Macron practicó un juego sutil. Se trataba de evitar que, con sus palabras, pudiera parecer que se metía donde nadie le llamaba: en el congreso extraordinario que el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) celebra el domingo en la antigua capital, Bonn.
El congreso debe aprobar o rechazar el acuerdo preliminar alcanzado con la Unión Democristiana (CDU) de Merkel y su socio tradicional, la Unión Socialcristiana bávara (CSU). El contenido del acuerdo es más europeísta —y por tanto más afín con las ideas de Francia para reformar la UE— que el anterior acuerdo de coalición de la CDU/CSU con el Partido Liberal y Los Verdes, acuerdo que finalmente se rompió.
Para justificar su negativa a contemplar la posibilidad de un voto negativo del SPD, el presidente apeló a la práctica estoica de la premeditatio malorum, consistente en prepararse para los peores males, en este caso una derrota del plan de coalición con la CDU/CSU.
“Puede resultar útil pero también contraproducente”, comentó. “Así que me abstendré de hacer un pronóstico sobre cualquier voto, y menos para un país que no es Francia”.
Merkel es optimista. “Veo un amplio terreno de acuerdo, en particular en lo que respecta al compromiso europeo”, dijo. “Estoy convencida de que esto exige un gobierno estable”.
Un resultado afirmativo el domingo no sólo abriría la puerta a un nuevo gobierno en Alemania, que lleva desde septiembre en un impasse político. También daría un nuevo impulso a la UE, que lleva casi cinco meses en suspenso.
Macron se encuentra en una situación paradójica. Una conjunción de circunstancias le ayuda a proyectar la imagen de liderazgo: las dificultades de Merkel, el Brexit la provisionalidad italiana hasta las elecciones de marzo, y el conflicto catalán, que ha rebajado la presencia del Gobierno español en los debates europeos. Hoy, entre los principales dirigentes de la UE, el francés es el único que aparece como líder con suficiente apoyo parlamentario y popular en casa, una notable credibilidad en el extranjero y una sobreabundancia de energía e ideas.
Al mismo tiempo —y he aquí la paradoja— sabe que todo este potencial es pólvora mojada sin la complicidad de la primera economía europea y el país que en la última década ha asumido poco a poco, y a veces con reticencias, la centralidad política: Alemania. Y sabe que este año es una oportunidad única para acometer las reformas, puesto que las elecciones al Parlamento Europeo y las fases finales de la negociación del Brexit pueden ocupar la agenda en 2019.
De ahí que el novato Macron (nueve meses en el cargo) sea el principal interesado en el éxito de la renovada gran coalición de la veterana Merkel (doce años en el cargo). Sus ideas sobre la refundación de Europa seguramente no se realizarán plenamente, y las diferencias sobre su ejecución son numerosas. Pero en la breve rueda de prensa en el Elíseo, Macron y Merkel exhibieron la sintonía franco-alemana, sellada en el Tratado del Elíseo de 1963, y que ahora París y Berlín quieren renovar.
“Lo que debe darnos impulso es la claridad en nuestros fines, más que obsesionarnos con los instrumentos”, dijo Macron. “En lo fundamental, no veo ninguna diferencia”, coincidió Merkel. “Es una Europa que debe tener una política exterior común en cuestiones estratégicas, una Europa que debe crear sus propias políticas de desarrolla, una Europa de la defensa, una Europa que económicamente debe ser fuerte”.
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