Enrique Müller
Sawsan Chebli, una combativa militante socialdemócrata de origen palestino, promueve visitas obligadas de jóvenes inmigrantes a los campos que construyó la dictadura nazi.
El campo de concentración de Auschwitz Birkenau II. BEATA ZAWRZEL PACIFIC PRESS/LIGHTROCKET VIA GETTY IMAGES
¿Se puede combatir el antisemitismo que impera en Alemania con visitas obligadas de los jóvenes inmigrantes a los campos de concentración que construyó la dictadura nazi? Sawsan Chebli, una combativa militante socialdemócrata de origen palestino, y que actualmente es responsable en el gobierno de Berlín para las Relaciones con la Ciudadanía y Asuntos Internacionales, cree que sí. La mujer de 39 años propuso, desde el periódico Bild am Sonntag, una idea casi revolucionaria que cuenta con seguidores y enemigos.
“Encontraría razonable que todos los que viven en este país estuviesen obligados, al menos una vez en su vida, a visitar los memoriales de los campos de concentración. Esto también es válido para aquellos que acaban de llegar. La visita debería ser parte obligatoria de los cursos de integración”, dijo Chebli, al dar a conocer su propuesta.
La idea de Chebli, hija de refugiados palestinos y que vivió como apátrida hasta los 15 años, no fue comentada por el gobierno de Berlín, ni tampoco por el ejecutivo federal, pero la propuesta recibió aplausos y bendiciones de parte del Consejo Central Judío de Alemania. “Las personas que huyeron de sus países hacia nosotros, que tuvieron que escapar o fueron expulsados, pueden desarrollar empatía en tales monumentos”, dijo el presidente de la Organización, Josef Schuster.
Chebli busca que las autoridades incluyan en los cursos de integración, que el Estado ofrece a que todos los inmigrantes que han recibido un permiso de residencia en el país, una visita obligatoria a los campos. Estos cursos ofrecen en la actualidad clases de alemán y charlas sobre la historia del país, la cultura y el sistema legal.
Pero la propuesta de Chebli también encierra una verdad que incomoda a los responsables políticos y en especial a la canciller Angela Merkel, quien hace dos años abrió las fronteras del país a decenas de miles de refugiados que se hacinaban en una estación de ferrocarriles de Budapest. La llegada de más de un millón de refugiados despertó el temor de que muchos solicitantes de asilo provenientes de Oriente Medio y África pudieran ser portadores del odio hacia la población judía.
La idea de incluir visitas obligatorias para los inmigrantes también coincidió con una ola de antisemitismo que creció en el país, sobre todo en Berlín, después de que el presidente de Estados, Donald Trump, anunciara su decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel. El anuncio causó indignación entre la colonia musulmana de Alemania, que salió a las calles para protestar y también para quemar banderas de Israel.
El gobierno alemán condenó enérgicamente la quema de banderas y reiteró su compromiso de convertir al país en un lugar seguro para unos 200.000 judíos que han decidido vivir en el país que inventó el Holocausto.
Aunque la idea de obligar a los inmigrantes a conocer parte del peor capítulo en la historia reciente de Alemania puede parecer positiva y lógica, la propuesta ha sido criticada como “contraproducente” por varios expertos que trabajan en centros de memoria histórica, como Patrick Siegele, director del centro Anna Frank de Berlín y Gideon Bosch, director del centro de estudios Antisemitismo y Extremismo de Derecha de Postdam.
“No está demostrado científicamente que una visita a un campo de concentración pueda tener un efecto positivo en la lucha contra el antisemitismo”, admitió Siegele ante el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung. “La mayoría de los refugiados han huido de la guerra en sus respectivos países y a la gran mayoría no le interesa confrontarse con temas como la eliminación de judíos en Alemania”, dijo Bosch al mismo periódico.
Este último aspecto también lo comparte el historiador Matthias Heyl, director del Servicio Pedagógico de los Memoriales del Land de Brandeburgo, quien le contó al portal de la Deutsche Welle que no se puede esperar que una visita de dos horas a un campo de concentración ayude a combatir a la ultraderecha y el antisemitismo. “Existe el peligro de que se produzca un nuevo trauma entre jóvenes que han vivido horribles experiencias de guerra y persecución, como fue el caso de los ciudadanos que huyeron de la antigua Yugoslavia”, dijo el historiador.
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