Guillermo Cervera Govantes
«Vivimos ya una muy larga temporada en la que es patente el empeño de muchos, que han tocado poder en instituciones de distintas administraciones, en revertir este cariño y respeto en hartazgo, odio y frustración»
El almirante Cervera, en una imagen de finales del siglo XIX - ABC
Cuando las huestes de Carlomagno comandadas por Otger Cataló, mediado el siglo VIII, penetran en la Península hasta lo que todo el mundo conoce como Marca Hispánica, con el objetivo de frenar el empuje musulmán por tierras de la hoy Gerona, Barcelona y parte de Lérida, le acompañaron los conocidos como los «Nueve Barones de la Fama». Entraron todos ellos en Cataluña por el Valle de Aran, con 25.000 esforzados guerreros a los que se unen paisanos de entre los ríos Pallaresa y Nomeras. Uno de estos varones, Yolt Galcerán, ganaría los estados de Cervera, en Lérida, de donde tomaría después el nombre y el escudo para convertirse en el padre de todos los que hoy nos llamamos así a lo largo y ancho del planeta.
Habrían de pasar casi cinco siglos para que descendientes de Galcerán participasen, ya con la corona de Aragón, en las conquistas de Mallorca y Valencia. Daba comienzo el proceso migratorio del apellido Cervera fuera de las lindes de Cataluña. De la comarca Marina Alta de este último reino, a finales del siglo XVIII, el abuelo de nuestro Almirante emigraría a Medina Sidonia. De esta ciudad de la campiña gaditana saldría para el Colegio de Guardiamarinas de San Carlos, en 1854, el que luego llegaría a ser el glorioso Almirante Cervera, héroe del Combate Naval de Santiago de Cuba donde, junto con 2.000 hijos de nuestras tierras que dotaban la Escuadra de su mando, supieron poner broche de dignidad a aquel desastre en el que se vio envuelta España, arrastrada por el desgobierno y un estado de opinión irreal y desmedidamente disparatado. De este estado de cosas no fue ajena Cataluña, que defendió con vehemencia, en los casinos nacionales, intereses en sus cautivos mercados del Caribe y del avituallamiento de los ejércitos que España tuvo que alistar en Cubadesde los años de la Guerra Grande (1868). El negocio paró arrancando la desafección, de aquellos barros vienen estos lodos y del desastre del 98 aún quedan cosas que aprender.
Desde los históricos días de los «Nueve Barones de la Fama» es nuestro Almirante, sin duda, quien lleva el nombre Cervera a su más conocido y respetado rango nacional e internacional. A este personaje histórico es al que el Ayuntamiento de Barcelona ha decidido retirar, el próximo 15 de abril, la placa de la Avenida que lleva su nombre en la Barceloneta. Por la forma empleada y los insultantes valores enquistados en la persona del llamado a sustituirle, este hecho constituye un serio agravio a su memoria, ante los muchos que compartimos este respet. Un agravio que de paso trasladan, con o sin conocimiento, a los mismos ciudadanos de Cataluña que por razón de un lugar, un nombre y una historia que forman parte de su legado, como así lo hizo valer personalmente el Almirante, tal cual he procurado hacerles ver en cuanto antecede.
El año que viene harían 70 que prestó su persona al vial principal de la Barceloneta. Cuando se descubrió la placa, algunos de los presentes todavía recordaban sus visitas al lugar, echando a andar el siglo XX, para compartir mesa con Antonio Rivas, quien había navegado a sus órdenes en la Corbeta Ferrolana (1880) y en el Acorazado Pelayo (1988). Al igual que con otros catalanes con los que había vivido bonanzas e infortunios en ultramar, como su entrañable amigo el almirante gerundense Víctor Concas Palau.
Un poco más tarde, a principios de los años cincuenta del pasado siglo, en la Barceloneta residían mayormente buena gente de mar y sería cuando otro almirante Cervera, nieto del anterior, junto con José Fontrodona Cardó, Presidente de la Cofradía de Pescadores de Malgrat del Mar, conseguiría levantar una barriada de pescadores que llevaría su nombre.
De aquellos días fueron muchos los descendientes del almirante que nos enganchamos al cariño y respeto a Cataluña y, muy concretamente, a esa Barcelona a la que nos vinculamos de por vida por afecto y lazos de sangre, ya que es donde quedaron algunos de los nuestros que decidieron acomodarse en la tierra donde está la cuna de su apellido.
Vivimos ya una muy larga temporada en la que es patente el empeño de muchos, que han tocado poder en instituciones de distintas administraciones, en revertir este cariño y respeto en hartazgo, odio y frustración, pretensión doliente y mísera que nada bueno ha de traerles. El agravio a nuestro Almirante no deja de ser uno más en la larga lista que todos los días tenemos que soportar. A quienes alimentan este empeño les decimos que no conseguirán la desafección que persiguen, obligados como estamos a apoyar y defender a los ciudadanos de Barcelona y Cataluña entera, que nada tienen que ver con este proceder, y también a aquellos que durante los últimos 70 años han convivido muy conformes y orgullosos con la Carrer de l'Almirall Cervera, conscientes de su historia. A todos invito a que se unan a mí en el brindis, que López de Vega regalara a los Tercios Viejos, en desagravio al Almirante Pascual Cervera Topete y,
¡Por España! y el que quiera defenderla,
honrado muera, .
y el traidor que la abandone
no tenga quien le perdone,
ni en tierra santa cobijo
ni una cruz en sus despojos,
ni las manos de un buen hijo
para cerrarle los ojos.
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