Juan Carlos Sanz
La intervención en Siria ordenada por Trump tras el ataque químico difícilmente influirá en el reparto territorial consolidado en siete años de conflicto.
El conflicto de Siria parece estar a un paso de convertirse en una guerra mundial, a la vista de la internacionalización de las fuerzas en liza, pero aún no ha desbordado la categoría de contienda regional con múltiples frentes abiertos. Después de siete años de guerra civil —medio millón de muertos, la mitad de la población desplazada por los combates y dependiente de la ayuda exterior—, la intervención ordenada por el presidente Donald Trump para castigar a Damasco por el ataque químico del pasado sábado difícilmente influirá en el reparto del país. El presidente Bachar el Asad controla casi dos terceras partes del territorio y ha consolidado su victoria sobre los rebeldes, arrinconados en el norte y en algunas bolsas cercadas del centro y el sur, gracias al apoyo de Rusia, Irán y sus aliados chiíes.
Estados Unidos, que casi ha dado por concluida la misión contra el Estado Islámico, se dispone a dejar a su suerte a los aliados kurdos que le ayudaron a doblegar al ISIS y que ahora dominan otro tercio del país. Turquía ha irrumpido en suelo sirio para apoderarse de un cordón sanitario en la frontera que le permita mantener la influencia sobre los insurgentes del norte. Israel y otros vecinos observan atentos los cambios sobre el tablero sirio para reaccionar en función de sus intereses. Estas son las posiciones del frente tras la represalia de EE UU, secundada por Francia y Reino Unido.
Régimen sirio
Domina la llamada Siria útil, las grandes ciudades, la costa y las regiones fértiles. Mediante asedios, aplastantes ofensivas y “pactos de reconciliación” (rendición a cambio de una evacuación segura), se está apoderando de los reductos de la oposición. La campaña de Guta Oriental, en la periferia de la capital, concluye precisamente con el repliegue de los insurrectos de Jaish al Islam tras el bombardeo químico denunciado en Duma. El Asad prácticamente ha ganado la guerra, pero queda hipotecado y a merced de sus aliados de Moscú y Teherán, que le salvaron hace tres años de una derrota en ciernes.
Rusia
Vladímir Putin reforzó el despliegue de su mejor aviación de combate en Siria en septiembre de 2015. Actuó en defensa de su única base aeronaval en el Mediterráneo, aunque parece haber ido ocupando el espacio abandonado por Washington en Oriente Próximo. Cerca de 50.000 militares rusos han pasado en sucesivas rotaciones por el frente sirio. Con sus sistemas de misiles tierra-aire S-400 domina el espacio aéreo, de manera que EE UU e Israel le notifican sus vuelos para evitar enfrentamientos accidentales. El Kremlin se presenta como ganador visible del conflicto.
Irán y milicias chiíes
Los oficiales de la Guardia Revolucionaria encuadran a decenas de miles de milicianos chiíes de Líbano (Hezbolá) e Irak, que constituyen la verdadera fuerza de choque —y carne de cañón— en las filas gubernamentales. Teherán trata de erigir un “puente terrestre” hasta Líbano a través e Irak y Siria para consolidar su hegemonía sobre tres naciones con fuerte implantación de la rama musulmana chií. Este plan iraní es visto con preocupación por Occidente.
Oposición suní
Cientos de miles de combatientes de milicias islamistas suníes se han ido reagrupando en el norte de Siria, en la provincia de Idlib y en parte de la de Alepo, tras haber sido expulsados por el Ejército del régimen de sus bastiones. Tharir al Sham, que integra al antiguo Frente al Nusra (filial de Al Qaeda) y otros grupos salafistas son las fuerzas preponderantes. La oposición en el exilio ha logrado reunirse en torno a una plataforma que exige la salida de El Asad del poder para poder negociar con el régimen.
Milicias kurdas
Más de 50.000 combatientes curtidos en la lucha contra el Estado Islámico controlan las dos terceras partes de la frontera con Turquía y grandes trechos del valle del Éufrates. Intentan un acercamiento al Gobierno de Damasco y a Rusia tras el anunciado repliegue de EE UU, que hasta ahora ha sido su principal valedor en la contienda.
Estados Unidos
La Casa Blanca pretendía retirar los entre 2.000 y 4.000 militares de las fuerzas especiales destacados en Siria para asesorar a las milicias kurdas, pese a que el Pentágono consideraba que aún era una idea prematura. El vuelco dado por Trump tras las denuncias del ataque químico en Duma puede llevar a reconsiderar la presencia militar y su implicación en la guerra. En la campaña electoral Trump aseguró que el único objetivo era la derrota del ISIS.
Turquía
El Ejército de Ankara se ha apoderado de una amplia banda de territorio sirio en paralelo a la frontera noroccidental. Con el apoyo de fuerzas rebeldes del Ejército Libre de Siria ha desalojado este año a las milicias kurdas del cantón de Afrin y ha afianzado posiciones ante un reparto territorial tras la posguerra.
Estado Islámico
Centenares de yihadistas vagan aún por el desierto que separa a Siria de Irak, sin acabar de ser erradicados. El califato territorial fundado por Abubaker al Bagdadi en 2014 ha pasado a la historia. Pero la amenaza del terror yihadista global del ISIS no se ha desvanecido.
Israel
Putin telefoneó al primer ministro Benjamín Netanyahu para urgirle a no desestabilizar Siria con una intervención como la que se atribuyó a la aviación israelí este semana. Israel rechaza “a cualquier precio” que Irán se instale como potencia militar en el vecino país árabe.
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