Xavier Fontdeglòria
- La segunda economía mundial mantiene su tasa de expansión económica gracias al rebote del consumo y la inversión privada.
Un reponedor coloca productos importados en un supermercado de Shanghái. JOHANNES EISELE AFP
China, la segunda potencia mundial, arrastró el buen desempeño económico registrado el año pasado a los primeros meses de este 2018. El gigante asiático creció un 6,8% interanual, una tasa de expansión equivalente a la experimentada durante el último trimestre de 2017 y por encima del objetivo marcado por las autoridades. La robustez del consumo, el buen comportamiento del comercio exterior y la recuperación de la inversión privada impulsaron la economía, que trata de reducir su dependencia de la enorme cantidad de crédito vertido durante los últimos años.
“La economía logró sostener su impulso y se mantuvo estable”, aseguró este martes en rueda de prensa el portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas, Xing Zhihong. Según las cifras oficiales, China acumula casi tres años expandiéndose en unas tasas increíblemente estables, de entre el 6,7% y el 6,9%, todas ellas por encima del 6,5% establecido por Pekín. Si bien esta consistencia en las cifras es vista con sospechas, los analistas coinciden en que actualmente la economía del país asiático –junto a prácticamente el resto del planeta- se encuentra en un momento dulce.
Con los índices de confianza de los consumidores en un máximo histórico, las ventas al por menor crecieron un 9,8% en el primer trimestre, la producción industrial un 6,8% y la inversión un 7,5%. Especialmente relevante fue el comportamiento de la inversión procedente de las empresas privadas, que se expandió a unos niveles no vistos desde el año 2015. Durante los últimos dos años han sido el Gobierno -a través del gasto público- y las empresas estatales los que han contrarrestado el débil apetito inversor en el sector privado.
Esta estrategia funcionó para evitar una fuerte desaceleración del crecimiento, pero dejó una montaña de deuda corporativa que se ha convertido en el principal riesgo financiero para la segunda economía mundial. La recuperación del sector privado y el buen comportamiento del consumo da más espacio a las autoridades para atajar este problema.
Reducir deuda, disminuir la contaminación atmosférica y erradicar la pobreza son los tres mantras de la “nueva era” del presidente Xi Jinping. Las dos primeras implican infligir daño al crecimiento económico, una porque obliga a las empresas a enfrentarse a un doloroso proceso de desapalancamiento; otra porque implica recortar la producción de industrias que sostienen la actividad económica de provincias enteras cuyo tamaño es similar al de un gran país europeo. Dar pasos decisivos en estos cometidos se antoja más fácil si los consumidores gastan a niveles récord y la demanda global de productos chinos se mantiene fuerte.
En este sentido, la posibilidad de un amplio conflicto comercial con Estados Unidos ensombrece los planes y previsiones de las autoridades. Por ahora los aranceles en vigor tienen un impacto exiguo en el crecimiento económico, pero si la Administración Trump cumple sus promesas de ampliar los gravámenes a muchos otros productos y Pekín hace lo propio con las importaciones americanas, el efecto sería mucho más visible. “Entiendo vuestra preocupación al respecto, pero las fricciones con Estados Unidos no afectarán a China ni cambiarán el buen momento de nuestra economía. Sabremos adaptarnos a las circunstancias”, sostuvo Xing.
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