Megan Iacobini De Fazio
Mirza Dinnayi es galardonado con el Premio Aurora a la acción humanitaria por una vida dedicada a salvar las vidas de las víctimas de la guerra en Irak y Siria.
Mirza Dinnayi. MEGAN IACOBINI
El Premio Aurora, de cuyo comité forma parte el actor George Clooney, se creó en memoria de los supervivientes del genocidio armenio y en agradecimiento a los que los protegieron, y reconoce la labor de personas comprometidas con los derechos humanos en todo el mundo.
Este año, el galardonado ha sido Mirza Dinnayi, veterano defensor de los derechos de las minorías étnicas y religiosas en Irak. Dinnayi ha participado personalmente en diversas misiones para llevar alimentos, agua y medicinas a la minoría étnica yazidí que se esconden del ISIS en las remotas montañas de Sinjar, en el norte de Irak. Asimismo, proporciona ayuda psicológica a mujeres y niños que cayeron prisioneros del autoproclamado Estado Islámico.
Muchas de las personas con las que trabaja han padecido torturas y abusos sexuales. "Cuando conocí a las primeras niñas que volvían del cautiverio y me contaron cómo las habían violado los combatientes del ISIS, sentí vergüenza como hombre", explica. "Por eso decidí dedicar mi vida a las mujeres y los niños que habían sobrevivido al grupo terrorista".
"Lo que convierte a Mirza Dinnayi en un ser humano extraordinario es que su conciencia no le permite vivir sabiendo que hay gente buena abandonada, que los inocentes sufren", le elogiaba Tom Catena, presidente de la Iniciativa Humanitaria Aurora y destinatario del premio en 2017, durante la ceremonia.
Dinnayi declaró que el dinero que recibirá le ayudará en su labor con los supervivientes del ISIS, pero que espera que la distinción sirva también para atraer atención a la causa yazidí y animar a la comunidad internacional a que reconozca el genocidio.
En agosto de 2014, militantes del ISIS atacaron Sinjar, habitada predominantemente por yazidíes, y mataron a miles de personas, incluidas mujeres y niños. Varios miles más fueron secuestradas y obligadas a convertirse en esclavas sexuales, y todavía se desconoce el paradero de casi 3.000 de ellas. La mayoría de los yazidíes siguen viviendo en campamentos, ya que no pueden regresar a sus hogares.
Cuando conocí a las primeras niñas que volvían del cautiverio y me contaron cómo las habían violado los combatientes del ISIS, sentí vergüenza como hombre
Armenia fue el primer país que calificó estas atrocidades de genocidio y, aunque en 2016 Naciones Unidas lo imitó, muchos miembros de la comunidad internacional todavía no lo han aceptado oficialmente.
"Reconocer el genocidio es una manera de hacer saber a los supervivientes que nos importan y de dar un paso adelante para garantizar que no vuelva a ocurrir", reivindica el galardonado. Dinnayi nació en un pueblo yazidí de Sinjar, y en su juventud ya escribía sobre las injusticias que padecían los miembros de este grupo religioso. Cuando empezó a estudiar en la Facultad de Medicina de Mosul se convirtió en un activista que alzaba su voz para criticar abiertamente el régimen de Sadam Husein. "Mi padre y mi hermano fueron detenidos a causa de mis actividades a favor de los derechos de las minorías", recuerda. Al final se vio obligado a pedir asilo en Alemania. Aunque desde entonces vive allí, nunca ha dejado de trabajar en defensa de los grupos vulnerables de Irak.
Tras la caída del régimen de Saddam Husein, se convirtió en asesor para las minorías del presidente iraquí Yalal Talabani. Pero su vida cambió en 2007, cuando un grupo de terroristas suicidas mató a más de 300 personas en dos poblaciones yazidíes cercanas a Mosul. Dinnayi recaudó dinero para los heridos y viajó a Irak para averiguar cómo ayudarlos. "Vi muchísimos niños que morirían si se quedaban allí, así que me di cuenta de que tenía que hacer algo".
Con la colaboración de algunos amigos, publicó una solicitud de ayuda en los medios de comunicación alemanes, y dos hospitales aceptaron tratar gratuitamente a los pequeños. Trasladarlos a Alemania fue una proeza nada sencilla, ya que ninguno de ellos tenía documentación y algunos eran huérfanos. Sin embargo, utilizando sus contactos y su fuerza de voluntad, logró llevar a seis de ellos a Alemania, donde recibieron tratamiento y se recuperaron. "Pensamos que si había sido posible una vez, por qué no volver a intentarlo".
Junto con un grupo de amigos y compañeros alemanes decidió crear una organización que llevase a víctimas de todas las etnias y religiones de Irak a Alemania en avión para que recibiesen tratamiento. Así nació Luftbrücke Irak, o Puente Aéreo Irak. "Después de la Segunda Guerra Mundial se organizó un puente aéreo a Berlín para llevar ayuda humanitaria. Se llamaba Luftbrücke Berlín, así que nosotros decidimos llamarnos Luftbrücke Irak", explica.
Tras el ataque de 2014 a Sinjar, Dinnayi organizó varias misiones de asistencia y rescate para los miles de yazidíes que se habían visto obligados a huir de las atrocidades del ISIS, y se ofreció voluntario para acompañar a los pilotos iraquíes de los helicópteros que distribuían agua y alimentos y evacuaban a los heridos y enfermos al Kurdistán iraquí. Lo que vio en esos viajes no se le olvidará nunca, asegura. "Tras ver el desastre, cada noche tenía pesadillas, y de día lloraba".
Ni siquiera un fatal accidente de helicóptero en el que el piloto murió y él quedó gravemente herido impidió que volviese a ayudar. "Sobreviví, pero me rompí las piernas y tuve que volver a Alemania a curarme. A pesar de todo, al cabo de dos semanas regresé a Irak en silla de ruedas. Mi mujer lloraba, pero yo regresé porque no podía olvidar lo que había visto".
Tras su regreso a Irak, el médico, de 46 años, conoció a las primeras liberadas de la esclavitud sexual del ISIS y se dio cuenta de que miles de mujeres habían padecido horrores inimaginables. Pensó que, aunque no hubiese podido hacer nada por los yazidíes, podía intentar todo lo que estuviese en sus manos para ayudar a esas mujeres. A través de su organización, Dinnayi facilitó su reintegración en la sociedad yazidí y organizó la instalación de 1.000 de ellas en Alemania, donde recibieron asistencia y apoyo psicológico.
Junto con un grupo de amigos alemanes, decidió crear una organización para llevar víctimas a Alemania para recibir tratamiento
"Entrevisté a miles de mujeres, y tras escuchar las historias de las primeras 200 quedé totalmente traumatizado. Lloraba todo el día", recuerda. Pensó en abandonar su labor para poder centrarse en su propia salud mental, pero se dio cuenta de que, sin él, el proyecto no continuaría. "Esa conciencia de mi responsabilidad me dio la fuerza para seguir", explica.
Con el premio Aurora, Dinnayi recibirá un millón de dólares que repartirá entre diversas entidades que han inspirado su trabajo. Concretamente, ha decidido donar el dinero a tres organizaciones que prestan asistencia médica y rehabilitación a las víctimas del terrorismo del ISIS. Son Puente Aéreo Irak, la Fundación SEED y Shai Fund.
Vartan Gregorian, cofundador del Premio Aurora y miembro de la comisión de selección, declaraba que Dinnayi "encarna el poder de la compasión, el compromiso personal y el deseo ardiente de salvar vidas" que constituye el fundamento del galardón.
Hablando del reciente ataque a la población kurda del norte de Siria (a raíz de la retirada de las tropas estadounidenses ordenada por Donald Trump, que ha dejado vía libre a Erdogan para invadir la zona), Dinnayi reflexionaba: "La política no es asunto mío. Lo que a mí me importa son las personas inocentes que sufren. Antes la democracia estadounidense y los derechos humanos me impresionaban, pero ¿dónde han quedado ahora esos valores? Hace 70 años dijimos 'nunca más', y sin embargo estamos permitiendo que vuelva a ocurrir", denuncia.
Durante la ceremonia de entrega del premio este mes de octubre, Dinnayi elogió a los otros nominados, Zannah Bukar Mustafa y Huda al Sarari. El primero es un abogado nigeriano fundador de Future Prowess Islamic Foundation que negoció en secreto con Boko Haram para garantizar la liberación de cientos de niñas secuestradas. Sarari es una abogada y activista yemení que investiga y da a conocer la existencia de una red de prisiones secretas en la que se sabe que cientos de hombres y jóvenes son encerrados y torturados.
Entre los anteriores galardonados con el Premio Aurora se encuentran la activista burundesa Marguerite Barankiste (2016), el médico y misionero estadounidense Tom Catena (2017), y el rohingya Kyaw Hla Aung, abogado y activista en defensa de los derechos humanos (2018).
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