Vargas Llosa: "España y América Latina compartimos un idioma maravilloso y pujante". Actualidad-1º-2º-3º-4º ESO
EL MUNDO CULTURA Manuel Llorente
A sus 83 años, el Premio Nobel de Literatura continúa ojo avizor. Sigue tanto la actualidad como disfruta zambulléndose en el ocaso del Imperio Austrohúngaro a través de Joseph Roth. Acaba de publicar 'Tiempos recios' (Alfaguara), donde novela el sueño truncado de la Guatemala de los años 40 que, dice, retrasó la democracia en América Latina. Orgulloso de la potencia del español, considera que el mejor vehículo para las ideas son los libros y no las pantallas. Y no duda sobre el nacionalismo y los populismos como las graves enfermedades de la democracia.
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El último libro de Mario Vargas Llosa, Tiempos recios (Alfaguara), se publica en España y América Latina a la vez, en 20 países unidos por el idioma. Él mismo es un ejemplo del viaje de ida y vuelta que ha realizado la lengua. Nacido en Arequipa, tiene la nacionalidad peruana y española desde 1993.
Entrevista a Mario Vargas Llosa. 30 años del diario El Mundo VÍDEO: CARLOS ONETTI
Pregunta: Empecemos con el español...
Respuesta: El gran instrumento para entendernos España y América Latina es ese idioma maravilloso que tenemos la suerte de compartir. Es uno de los idiomas más pujantes en el mundo. Es un idioma que gana cabeceras de playa en todas partes, y eso crea entre nosotros una fuerza histórica y cultural que todavía no hemos aprovechado del todo. Se podría hacer mucho más, integrar más los países hispanohablantes que son una fuerza política, cultural y económica en el mundo.
P: ¿Somos como esas ciudades que viven de espaldas al mar?
R: El Instituto Cervantes ha llenado un poco ese vacío enorme que había. Podría hacer más si tuviera más presupuesto.
P: ¿También nos une la corrupción? En 'Conversaciones en Princeton' usted relata que un taxista decía que votaba a Fujimori sabiendo que robaba... pero sólo "lo justo".
R: Es una anécdota maravillosa. ¿Qué es robar lo justo? ¡Se espera que un gobernante robe! Es lo peor que le puede pasar a un país, resignarse a las deshonestidades de sus gobernantes.
P: Se muestra muy preocupado por la cultura frívola y las 'fake news'.
R: La frivolidad en la cultura desarma críticamente a un país. Ese país, como quería Edward L. Bernays [autor de Propaganda (1928)], puede ser manipulado más fácilmente por la publicidad, por la propaganda, por las fake news de los poderes, de los poderes militares, económicos... Las ideas tienen que ser importantes y el vehículo de las ideas son los libros, no la pantalla. La pantalla chica divierte, entretiene muchísimo, pero exige espectadores pasivos. En cambio los lectores son activos, están obligados a una operación intelectual, en traducir las palabras en imágenes. También hay un literatura fácil, light. Creo que la literatura tiene que preocupar a la gente, ponerlos en contacto con todos los dramas que están alrededor.
P: Defiende que el escritor ha de estar con los problemas de su tiempo.
R: Comencé a escribir en la época de la influencia del existencialismo francés y la idea del escritor comprometido que siente una responsabilidad moral, social, política, al mismo tiempo que literaria. Esa idea para mí sigue siendo válida.
P. En 'La civilización del espectáculo' dice que no se puede achacar a los alumnos que no lean el 'Quijote'.
R: No creo que solamente los profesores tengan esa responsabilidad, también la tienen las familias. Las imágenes van reemplazando a las ideas y desgraciadamente esta es una realidad de nuestro tiempo que por primera vez comparte tanto el primer mundo como el subdesarrollado.
P: Recuerda usted que Walter Benjamin, al final de sus días, estudiaba a Baudelaire y a la vez Popper aprendía griego.
R: Popper recordaba siempre que Sócrates, cuando fueron a llevarle la cicuta para que se envenenara, lo encontraron estudiando persa. «Pero si usted se va a morir», «sí, pero estudiando persa». Siempre lo contaba en sus conferencias.
P: El populismo actual, ¿pudo nacer en América Latina?
R: Ha habido populismos siempre, ha sido una de las enfermedades de la democracia; y existió durante las dictaduras, por supuesto. Es una enfermedad incurable para ciertos países, pero la democracia ha progresado muchísimo: las libertades tienen hoy una consistencia de tipo social y económico que no tenían en un principio. La sociedad no sólo debe ser libre, también justa; eso es algo que se ha impuesto, y en buena hora, porque si las democracias no son capaces de crear una igualdad de oportunidades, la democracia no funciona. Todas las dictaduras han fracasado: las de derechas y las de izquierdas. Las democracias pueden derivar en demagogia, en populismo, por eso hay que vigilar. Los países más avanzados del mundo han caído en manos de payasos. La democracia es perfectible, a diferencia de las dictaduras, que no. Depende de nosotros, depende de que votemos bien, de que no nos equivoquemos una vez más. [Se ríe]
P: Vino a España a estudiar, luego vivió en París y Londres. La emigración la conoce.
R: He sido emigrante toda mi vida. Para un liberal, las fronteras no existen. No deberían existir, deberían ir deshaciéndose poco a poco. Es la razón de ser principal para las grandes construcciones sociales de nuestro tiempo, como la Unión Europea. Las fronteras se están disolviendo discretamente, que es la única manera de hacerlo con eficacia, si no va a haber las reacciones nacionalistas que son tan peligrosas para la democracia como los golpes de Estado. Por qué defiendo la integridad española: porque ahora España es un país moderno, integrado en Europa, que yo creo que es uno de los experimentos democráticos más ambiciosos que se han hecho en la historia. Países que se han pasado la vida matándose se unen, van integrándose porque es la única manera de llegar al año 3000 compitiendo más o menos en igualdad de condiciones con los que serán los grandes monstruos del futuro. No tiene sentido ese salto atrás tan absolutamente absurdo y antihistórico que es el empezar a desintegrar esos países.
P: Sí, pero mire Cataluña.
R: Yo viví cinco años en Cataluña [a principio de los 70], quizá los mejores años de mi vida, y en esa época los independentistas eran una minoría ridícula, considerados por los progresistas catalanes como gentes de las cavernas, que no estaban integrados en la realidad presente, que quería democracia, libertad.
P: Bueno, Barcelona era la capital cultural de España.
R: Y la ciudad donde se produce el reencuentro entre españoles y latinoamericanos, que se habían dado la espalda durante 40 años y luego se reintegran dentro de una unidad gran parte gracias a Barcelona. Barcelona se ha vuelto una ciudad provinciana, al margen de todas las corrientes de nuestro tiempo. Es tristísimo.
P: ¿Y cuándo se jodió Cataluña, con perdón?
R: Creo que se jode en el momento en que España comete la gravísima equivocación de ceder el control de la educación a las autonomías. Porque hay tres generaciones de jóvenes catalanes que han sido educados en la mentira histórica, convencidos de que «España nos roba» y disparates de ese tipo. Desgraciadamente, eso ha quedado, eso está ahí. No creo que sean una mayoría pero hay muchísimos catalanes que se creen sinceramente que España ha explotado a Cataluña, que España conquistó a Cataluña. ¿Cuándo Cataluña fue independiente?
P: Cuando España se moderniza llega lo de Cataluña, cuando Europa está fuerte surge el Brexit.
R: Eso demuestra que la historia no está escrita, que la historia puede tomar direcciones equivocadas muchas veces. Pero la democracia permite que eso se corrija. No hay que dejarse derrotar por el pesimismo. Han surgido, es verdad, los movimientos populistas, nacionalistas... pero la Europa democrática se ha librado de la que era la mayor amenaza que ha tenido la cultura de la libertad, que fue el comunismo. Hoy nadie cree que Corea del Norte, Cuba o Venezuela sean un modelo. Al nacionalismo no se le va a extirpar la raíz nunca, siempre va a surgir ese llamado de la tribu, el sueño, la fantasía...
P: ¿Usa teléfono móvil?
R: Sí, pero muy pocas personas lo conocen. Y generalmente no lo contesto.
P: ¿Lee los periódicos en pantalla?
R: Leo los periódicos y los libros en papel.
P: ¿Le asusta el mundo tecnológico?
R: No, ha traído muchos progresos, pero lo que no quiero es que las imágenes reemplacen a los libros, que terminen con ellos porque eso sí sería trágico para la humanidad.
P: Una sociedad que va hacia la robótica.
R: Pero, al mismo tiempo que desaparecen empleos por el avance de la ciencia, de la tecnología, se crean nuevos empleos también.
P: ¿Qué libro está leyendo?
R: Uno sobre el último verano que pasaron juntos Stefan Zweig y Joseph Roth en Ostende, a las puertas de la Segunda Guerra Mundial [Ostende. 1936, el verano de la amistad (Alianza), de Volker Weidermann].
P: ¿Escribe a mano?
R: Sí, claro. Con tinta y con papel rayado. Y luego paso el texto yo mismo a la computadora y ya corrijo.
P: ¿Es un escéptico optimista o al revés?
R: Creo que no soy un pesimista, soy un optimista racional, que no se ciega a los problemas gigantescos del mundo.
P: ¿Cómo se reparte el día?
R: Ando una hora diaria, leo los periódicos y empiezo a trabajar en el escritorio desde las 10 a las tres. Son las mejores horas. Por la tarde leo, corrijo, anoto.
P: ¿Escribe cada día?
R: Escribo siete días por semana. Doce meses al año.
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