Ignacio Ortega
Dirigentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron hace 25 años en secreto el histórico acuerdo para la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin en agosto de 1991 - REUTERS
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) resultó herida de muerte hace 25 años, cuando los entonces dirigentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron en secreto el histórico acuerdo que certificó la disolución del Estado totalitario.
«Entonces podíamos haber salvado la Unión», afirmó Mijaíl Gorbachov, el último dirigente soviético considerado por muchos rusos culpable de la desintegración soviética, en vísperas del aniversario.
Gorbachov, que admitió su derrota al anunciar el fin de la URSS el 25 de diciembre de 1991, culpa ahora a los dirigentes de las repúblicas soviéticas, en particular las tres eslavas, de dejarse llevar por sus ambiciones personales y no por el interés común.
Tanto él como sus más estrechos colaboradores siguen acusando al primer presidente democráticamente elegido de la historia de Rusia, Borís Yeltsin, y a su contraparte ucraniano, Leonid Kravchuk, de encabezar dicha conspiración. «¿Por qué lo hicieron? Yeltsin quería deshacerse de Gorbachov por cualquier medio y Kravchuk quería lograr la independencia», comentó ayer a Efe Anatoli Adamishin, viceministro de Exteriores soviético entre 1986 y 1990.
Recuerda que Yeltsin renunció a Crimea como pago a Ucrania por su traición a Gorbachov y discrepa con los que opinan que el acuerdo simplemente certificó la defunción de la moribunda Unión Soviética. «La URSS no estaba muerta. Enferma sí, pero no muerta. Mataron un organismo vivo. No podemos saber cuánto hubiera resistido si la hubiéramos reformado. Como Estado unificado estaba condenada, pero como casa común, como unión de repúblicas, no», subrayó.
Esa no es la opinión del tercer firmante del acuerdo de Bielovézhskaya Puscha, Stanislav Shushkévich, entonces presidente del Parlamento bielorruso, quien considera que era la única forma de evitar una «guerra civil». Shushkévich niega que el acuerdo fuera «una conspiración», ya que el objetivo inicial de la reunión no era disolver la URSS, sino estabilizar la situación desde el punto de vista jurídico, ya que varias de las repúblicas tenían arsenales nucleares.
Una frase que ha pasado a la historia
El actual opositor bielorruso desveló a Efe que fue el viceprimer ministro ruso, Guennadi Burbulis, quien propuso la víspera la frase que ha pasado a la historia en Bielovézhskaya Puscha, un vedado natural bielorruso en que solían cazar los dirigentes soviéticos.
«La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ha dejado de existir como sujeto de derecho internacional», rememora.
Y asegura que no cambiaría ni una sola letra del acuerdo que también desembocó en la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), calificada de «mecanismo de divorcio civilizado» por el actual presidente ruso, Vladímir Putin.
En cambio, Gorbachov insiste en que la mancomunidad soviética podía haber sido salvada si se hubiera acometido una descentralización profunda antes de que las repúblicas se hubieran convertido en independientes. «Salí en todas partes con toda la vehemencia del mundo en defensa de la Unión, pero el pueblo calló. Había que haber salido a la calle y defender a la URSS, apoyar a Gorbachov. Eso (la disolución) fue un ataque de locura», subrayó.
También niega que fuera Occidente el principal responsable de la desaparición de la URSS, aunque cree que Estados Unidos y los europeos fueron partícipes de la conspiración y «se frotaron las manos» con sus resultados, que significaban su victoria en la Guerra Fría.
Las críticas de Putin
Mientras, Putin, que ha calificado la desaparición de la URSS como «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX», es de los que consideran a Gorbachov culpable directo de ese hecho histórico por resultar incapaz de reestructurar el sistema político y económico comunista. «Había que luchar por la integridad territorial de nuestro Estado de manera más insistente, consecuente y osada, y no esconder la cabeza bajo la arena, dejando el culo al aire», aseguró.
Según los expertos, el líder ruso no está conforme con el «statu quo» resultante y quiere revisar el testamento postsoviético, lo que quedó de manifiesto con la anexión de Crimea y, en Georgia, la intervención en la separatista Osetia del Sur y el reconocimiento de la independencia de Abjasia.
Antes de la firma del acuerdo, los dirigentes conservadores soviéticos apartaron del poder a un debilitado Gorbachov e intentaron frenar la desintegración al dar ungolpe de Estado en agosto de 1991, pero el pueblo ruso les dio la espalda.
Un malestar que perdura
Un cuarto de siglo después, según las encuestas, más de la mitad de los rusos (56 %) siguen lamentando la desintegración de la Unión Soviética y otro tanto (51 %) cree que podía haberse evitado.
Los rusos consideran culpables de la desaparición de la casa común, por este orden, a los firmantes del acuerdo, a las potencias occidentales «enemigas» del Kremlin, a Gorbachov, a los problemas económicos estructurales y a la desaparición de la ideología comunista.
Además, sólo un 21 % desea la reunificación de las quince antiguas repúblicas soviéticas en una asociación similar a la Unión Europea, proceso que Putin lanzó en su momento de manera tímida con la Unión Económica Eurasiática.
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