martes, 3 de octubre de 2017

DECLARACIÓN UNILATERAL DE INDEPENDENCIA Sobre los inconvenientes de la DUI

EL PAÍS
Lluís Bassets

De hacerse realidad, la Declaración Unilateral de Independencia haría sufrir mucho a España, pero más sufriría y perdería Cataluña.


Un hombre sostiene una pancarta durante la jornada de huelga convocada en Cataluña.  REUTERS


Quien haga la declaración de independencia será responsable del mayor daño posible que pueda hacerse a Cataluña y a los catalanes, a España y a los españoles y de rebote a Europa y a los europeos. El objetivo que persiguen no es la independencia, a pesar de lo que indica su nombre, porque actualmente la independencia es totalmente imposible: sin reconocimiento internacional, sin fuentes de financiación, con un pesadísimo endeudamiento, con la mitad de la población catalana en contra y sin haber atendido ni a una sola de las condiciones mínimas, incluida la credibilidad de su recuento, exigibles para el referéndum.

¿Qué quieren entonces los dirigentes del Procés que se proponen ahora realizar un acto de tal envergadura y gravedad? Provocar la suspensión de la autonomía por el artículo 155 y la detención del president y de parte —o de todo— el gobierno. Cargarse, en definitiva, las instituciones de autogobierno y dañar, quién sabe si de forma definitiva, el llamado régimen de 1978.
Si llegamos a este caso, no cabe la menor duda de que Cataluña se sumirá en el caos. Afectará seriamente a la economía. Provocará las desinversiones que hasta ahora no se han producido. Las empresas se descapitalizarán. Los activos inmobiliarios perderán valor. Puede que caiga el turismo, para satisfacción de quienes lo detestan.
Al sufrimiento que producirá una DUI (Declaración Unilateral de Independencia) en los catalanes, deberá añadirse el daño que sufrirá el conjunto de España y los españoles, su economía, su imagen, su estabilidad política; algo que alegrará, sin duda, a quienes cifran su máximo objetivo en terminar con la democracia española, unos por española pero muchos otros también por ser una democracia, naturalmente representativa y liberal.
Una buena prueba de la gravedad que revestiría una DUI es el significativo artículo publicado ayer por el ex conselejero de Economía, Andreu Mas-Colell, en el diario Ara, bajo el título de "El primer día de lo que viene luego" (El primer dia del que ve després). Mas-Colell descalifica la DUI, con muy buenas palabras que fingen hacer lo contrario, y propone una tregua de entre uno o dos años de “suspensión activa y temporal de la unilateralidad”.
Si hay alguien que sabe de qué va esta historia es Mas-Colell, y seguro que confía en encontrar alguna salida mejor respecto al actual desastre en el plazo de un año o dos, al menos la posibilidad de unas nuevas elecciones que no aparezcan estigmatizadas como la derrota final del Procés, puesto que a estas horas ya debíamos haber dejado atrás la autonomía. “Peor que hacer una DUI sería que hiciéramos una DUI a falta de otra cosa”, dice agudamente el ex consejero.
La DUI es el final épico del Procés, algo altamente valorado entre los partidarios de la independencia, tal como reconoce el insigne economista. Pero de la épica no se come y tampoco da obligatoriamente réditos políticos. Quienes quieren hacerla son como el tuerto que pierde un ojo a cambio de que quien tiene los dos se quede tuerto. La DUI hará sufrir mucho a España, pero más sufrirá y perderá Cataluña. Dos adjetivos, que no dejaré de escribir, merecen quienes la propugnan: frívolos e irresponsables. Y también falsos patriotas, de hojalata, que pretendiendo salvar a la patria la hundirán en la miseria.

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