domingo, 8 de enero de 2017

Pérez Reverte: "Los yihadistas van a ganar. Ellos tienen cojones". 4º ESO

EL MUNDO 
Marta Caballero

Reportaje fotográfico por Carlos García Pozo

Paseamos del brazo por Sevilla con nuestro novelista más popular (y deslenguado).

Aquí habla de los "niñatos" tuiteros, de su "felicidad" al alcanzar la edad de jubilación... y de su pánico por el futuro de Occidente ante los "lobos" islamistas: "Europa es vieja, cobarde, caduca y no se atreve a defenderse".
Dos colores, el blanco y el rojo, asedian al visitante al cruzar la puerta de entrada y subir por las escaleras que conducen al hall. Sobre este espacio circular, la sublime cúpula modernista de 1929 habla de la solera del edificio, redecorado en esta década hacia una modernidad algo chillona. «Una horterada, vamos», concluye Arturo Pérez Reverte cuando baja de su habitación, los ojos encendidos, agilizando trámites para el día de aúpa que le aguarda, como siempre sucede en las promociones del Mick Jagger de nuestra literatura.
Algo tiene de campaña política este frenesí promocional suyo. Estará con PAPEL unas horas, acudirá entre medias al estudio de su amigo Carlos Herrera para otra entrevista, charlará luego con la prensa local, tratará de almorzar -si le dejan- con los compadres de YouTube, los creadores de El mundo es nuestro, que también son amigos suyos, como lo es Edu Galán (sí, el tipo de la revista satírica Mongolia) y mucha otra gente inesperada. A última hora de la tarde, presentará su nueva novela en uno de los principales teatros de la ciudad. 600 espectadores.
-Qué quiere que le diga, he tenido suerte. Soy un escritor feliz.
Reverte conoce el hotel desde hace tres décadas y añora el sabor clásico que se perdió con la reforma. A los mozos les llama por su nombre y ellos a él don Arturo. Les ha visto entrar, salir, casarse, jubilarse: «Estamos en mi barrio, esta es mi residencia en Sevilla». Bajo ese mismo techo se hospedaron Ava Gardner y Ernest Hemingway. Y una tiene la sospecha de que, en una entrevista futura a un narrador aún no nacido, alguien reseñará que el Colón era el alojamiento predilecto de Pérez Reverte en sus visitas a la capital andaluza. Hasta la guerra se le conoció como el Majestic, el primero en Andalucía con cuartos de baño en cada habitación, calefacción y ascensor.
En aquel tiempo tembloroso, pero de reductos para un glamour de época, tanto en Sevilla como en otros muchos escenarios, transcurre Falcó, la última novela del escritor. La trama gira alrededor de un elegante caradura al que le gusta matar y le gustan las mujeres. Las guapas en concreto. Falcó es un detective que cumple canónicamente, como un bendito, con todos los códigos del género pero que no deja de ser completamente español. Lo presentó ya cubierto con un manto de serie, como si estuviera llamado a ser el sustituto de Alatriste. Pero mientras aquel tenía ciertos códigos morales, el nuevo le ha salido rufián. Se mueve con la misma soltura por los ambientes más sórdidos y por los más elegantes. Para dejarlo claro, Reverte confiaría su hija al capitán pero se iría de farra con su nueva criatura literaria, con el que lo ha pasado estupendamente en la primera entrega y sigue disfrutando en la segunda, que ya prepara.
La cuestión es que durante años el escritor ha condenado el uso que la ficción ha venido haciendo de la guerra. Y en sus entrevistas, en sus artículos, la memoria histórica quedaba ridiculizada por la estulticia de «los catetos con coche oficial». ¿Por qué escribir ahora una novela ambientada en el periodo? Arturo mira de frente, los pies bien plantados en el suelo. Me coge del brazo si tiene que enfatizar y, en el tema español, vaya si enfatiza:



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