Gerardo Ortiz Yrureta
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- El mundo despiadado, mezquino y, al final, estéril de la Guerra Fría vuelve a la luz en 'El legado de los espías'
David Cornwell, verdadero nombre de Jonh Le Carré, regresa a los turbios escenarios de las primeras obras de su extensa producción. Hijo de un conocido estafador inglés de entreguerras, pronto se liberó de la tenebrosa tutela paterna y empezó sus estudios universitarios en Berna. Allí fue descubierto por la inteligencia británica.
Le Carré, "el Dickens de la Guerra Fría", según le definió el escritor William Boyd, completó su carrera en Oxford mientras se iniciaba como informante sobre la actividad izquierdista en la universidad. Ya graduado, pasó a Eton como profesor y a finales de los años 50 del pasado siglo, iniciada la Guerra Fría, entró en el Servicio Secreto que le destinó a Berlín, un siniestro hormiguero en el que supo desenvolverse con soltura. Sobrevivió en la ciudad dividida en cuatro zonas, invadida por militares y espías de los países ocupantes, y para desahogarse comenzó a escribir. Dos primeras novelas de ambiente policial, que pasaron desapercibidas, dieron paso a El espía que surgió del frío, un éxito tan inesperado que forzó su salida del Servicio en 1964 para dedicarse de lleno a la literatura. Le siguieron tres novelas, El topo, El honorable colegial y La gente de Smiley. Quizás la mejor guía para entender lo que fue en realidad la Guerra Fría.
En El legado de los espías (Planeta) vuelven, como cadáveres mal enterrados, todos los personajes y los climas angustiantes que rodean a Smiley, el superespía protagonista de toda la saga. En esta entrega es Peter Guillam, su adjunto y sacasillas, quien, en un extenso alegato en primera persona, recurso nunca usado por Le Carré, dirige desde el primer párrafo toda la atención sobre Alec Leamas, su amigo asesinado en el Muro y protagonista de El espía que surgió del frío. Y también, lo sabemos ahora, quien desveló a Smiley la existencia de un topo, un infiltrado, en lo más alto de la rígida jerarquía del Servicio Secreto inglés.
Guillam es llamado a Londres desde su retiro en la Bretaña francesa para responder ante una posible denuncia de los hijos de las dos víctimas que protagonizaban aquella novela. En un constante ir y venir desde el Berlín de 1959, con el Muro empezando a levantarse, al presente de los nuevos servicios secretos en manos de jóvenes tecnócratas que desconfían e ignoran a las viejas glorias, Le Carré reconstruye una trama donde podemos seguir el hilo que se ocultaba en aquella primera novela, llevada al cine en 1965 por Martin Ritt y con un Richard Burton impecable como Alec Leamas, y que, según recoge en Volar en círculos, fue considerada por uno de los oficiales de mayor rango de la Inteligencia británica como "la única puñetera operación con doble agente que ha salido bien".
Pero algo no salió del todo bien cuando hubo que sacrificar a uno de los mejores agentes ingleses, amigo y compañero de Peter, y a un buen grupo de civiles de ese "ejército gris de ocasionales, mutuamente desconocidos, que con una sola llamada lo dejaban todo para trabajar para la causa".
Smiley y Guillam abandonan cualquier rasgo de humanidad hasta descubrir quién era el topo, el agente durmiente que los soviéticos, a quienes Le Carré siempre consideró más imaginativos y eficaces, lograron situar en la cumbre de la Inteligencia inglesa.
Sesenta años después, un Guillam ya viejo pero no anciano, en un tardío acto de rebelión cierra su relato visitando a su mentor Smiley, quien ya definitivamente retirado intenta calmarle con otra muestra de su refinado cinismo: "Nunca fuimos despiadados, teníamos una piedad más amplia. Quizás mal dirigida. Y sin duda inútil", sin dejar muy claro a Peter Guillam, y al lector, cuál será el final, si es que lo hay.
Esa forma de quedar en paz con su belicoso pasado, bien puede ser la obsesión del autor en la que tal vez sea su última obra. En una entrevista en The New York Times el pasado septiembre, desvelaba que un afable grupo de amigos le vetarían cualquier relato posterior que juzgasen de poca calidad.
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