Alicia Aramillos
Ataques suicidias, coches bomba, francotiradores y una red de túneles entre los edificios han entorpecido el avance de las tropas de Al Bunyan Al Marsus.
Un barrio de Sirte después de la explosión de un coche bomba en agosto - REUTERS
Con salvas de disparos al aire y gritos de júbilo en el paseo marítimo de Sirte, los milicianos de las fuerzas afines al Gobierno de Unidad libio (GNA) celebraron la ruptura del cerco yihadista en los últimos bloques de viviendas del centro de la ciudad, donde desde las últimas semanas se atrincheraba bajo su bandera negra un puñado de yihadistas de Daesh.
«Hemos roto completamente la resistencia del Daesh. Nuestras fuerzas se enfrentan a los del ISIS en su último bastión. Decenas se han rendido», anunció Al Bunyan Al Marsus, coalición de milicias –la mayoría de la vecina ciudad de Misrata- que ha llevado la ofensiva. Sin embargo, la antigua capital de la sucursal libia del grupo terrorista «todavía no ha sido completamente liberada», informó por teléfono a ABC uno de los portavoces de la coalición, Reda Issa. Las últimas operaciones de rastreo de un área de apenas diez casas, además de la «limpieza» de una docena de túneles en el barrio Al Giza Al Bahariya, el último reducto que se mantenía en manos de Daesh, podría tomar todavía «un par de días, quizá menos».
Los avances de las milicias afines al GNA se habían visto entorpecidos en los últimos meses, según explica Issa, por «violentos combates callejeros» y bombas trampa, atentados suicidas, minas en las calles y francotiradores apostados en los tejados. En una estrategia replicada por el grupo en Mosul, los del Daesh en Sirte habían tejido una extensa red de túneles que les permitía atacar por sorpresa y desde la retaguardia a las fuerzas que avanzaban, milímetro a milímetro, sobre la que una vez fue el feudo de Gadafi. En la última semana, los intentos del Daesh se volvieron más desesperados: según relatan los de Al Bunyan Al Marsus, una mujer habría fingido entregarse, de la mano de un niño, para después inmolarse, matando a 4 milicianos. Finalmente en las últimas horas, los de Misrata lograron romper el cerco y hacerse con el control casi total de la ciudad costera. «La batalla por Sirte ha acabado. El Daesh ha sido vencido», señaló otro portavoz a la cadena local Libyan Channel.
Con la toma del barrio de Al Bahariya, las milicias afines al GNA apuran los últimos días de la operación por la liberación de Sirte, que se ha cobrado las vidas de más de 700 milicianos –una heterogénea mezcla de jóvenes voluntarios y exsoldados reciclados–, según estimaciones a partir de las cifras ofrecidas por los hospitales locales. Antes de la ofensiva, los servicios de inteligencia europeos calculaban que en Sirte, una ciudad de cerca de 80.000 habitantes bajo control de Daesh desde principios de 2015, se atrincheraban cerca de 5.000 yihadistas, algunos de los cuales lograron huir antes del cerco a la ciudad.
La operación, anunciada el 12 de mayo por el Gobierno de Unidad Nacional (GNA) auspiciado por las Naciones Unidas, se ha prolongado durante casi siete meses. Pese a un vertiginoso comienzo, cuando las milicias de Al Bunyan Al Marsus tomaron en apenas dos días el puerto de la ciudad frente al Mediterráneo, la batalla se atascó sin apenas avances hasta que, el primero de agosto, Estados Unidos comenzó sus ataques aéreos «a petición del GNA» sobre posiciones del Daesh. El pasado sábado, EE.UU. organizó 14 bombardeos, alcanzando un total de 492 desde el comienzo de la operación, según confirmó a ABC el mando estadounidense para África (AFRICOM).
La victoria sobre Sirte representará un duro golpe para la hidra yihadista del autodenominado Estado Islámico, que también enfrenta pérdidas en Mosul y Siria. Hace apenas unos meses, al comienzo de la operación iraquí por la reconquista de Mosul, el «califa» del Daesh, Abu Bakr Al-Bagdadi, instó a combatientes extranjeros que, si no podían unirse al grupo en Irak o Siria, dirigieran sus pasos a Libia, en un intento de la propaganda yihadista de ofrecer una imagen de resistencia en el país norteafricano. Sin embargo, advierten analistas en Seguridad consultados por este periódico, la caída de Daesh en Sirte no significa el fin del grupo en el país, que se enfrenta además a otros terroristas con distintas etiquetas, incluida la versión local de Al Qaeda. Pese a que el autodenominado Estado Islámico habría perdido el control de una de sus «provincias», con su sharía de manos cortadas, «espías» ahorcados y niqabs obligatorios que grupos proderechos humanos como HRW han documentado que el grupo impuso en Sirte, la porosidad de las fronteras y el caos tras la caída del dictador Muamar Gadafi ha facilitado el trasbordo de yihadistas hacia el sur del país, el Sahel y especialmente Mali. «Existe además la amenaza de la conexión con Boko Haram», advirtió en octubre a ABC el exministro de Exteriores español, José Manuel García-Margallo.
La victoria de las milicias progubernamentales en Sirte llega en un momento en el que la aceptación del Gobierno de Unidad Nacional libio, presidido por Fayez al Serraj, está más en cuestión que nunca ante su incapacidad de ofrecer seguridad o atajar la crisis económica del país. En el este, el gobierno rival de la Cámara de Representantes en Tobruk (HoR) se ha negado a plegar su apoyo al GNA, mientras que el Gobierno islamista –no reconocido internacionalmente– del Congreso Nacional General (GNC) rivaliza con el GNA por el control de Trípoli. Las milicias de Misrata, aunque afines al GNA, tienen también sus propios intereses contra el «Ejército Nacional Libio» (LNA), con el mariscal Khalifa Haftar al mando.
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