martes, 3 de octubre de 2017

Boris Johnson embarca a los ‘tories’ en su visión optimista del Brexit. 4º ESO-Economía

EL PAÍS INTERNACIONAL
Pablo Guimón

El Partido Conservador llegó a Manchester hundido. Precedido de protestas callejeras, golpeado en las elecciones de junio, incapaz de desbloquear las negociaciones en Bruselas, envuelto en una guerra del Brexit, con una primera ministra desautorizada y una oposición crecida. Hasta que llegó Boris Johnson. El ministro de Exteriores, en su discurso ante el congreso tory, ha embarcado este miércoles al partido en su visión optimista del futuro del país. Ha ofrecido todo su apoyo a una primera ministra a la que lleva semanas desafiando. Y se ha ganado la autoridad para seguir marcando, desde la retaguardia, la agenda del Brexit.

Johnson pasa junto al lema del congreso 'tory' "Construir un país que trabaja para todos", justo antes de pronunciar su discurso, este martes en Manchester.  AP

“Es hora de dejar de tratar el resultado del referéndum como si fuera la plaga de las úlceras o una peste bovina o una aberración inexplicable a cargo de 17,4 millones de personas [las que votaron por el Brexit]. Es la hora de ser audaces y aprovechar las oportunidades, y no hay país mejor colocado para ello que Reino Unido”, ha dicho Johnson, entre ovaciones, en su brillantemente calculado discurso ante el congreso anual del partido.
Él es el tema de conversación. Lleva semanas siéndolo. El partido juega al maquiavélico juego de Boris Johnson. Un juego que, ofreciendo una de cal y una de arena, marca la agenda del Gobierno. El 17 de septiembre se la jugaba a May publicando en el Telegraph su visión radical sobre el Brexit, un asunto que escapa a las competencias del Foreign Office. Cinco días después, cerraba filas en torno a la primera ministra cuando esta exponía la línea oficial en su discurso de Florencia. El pasado sábado volvía a saltarse la disciplina y presentaba sus líneas rojas negociadoras, sustancialmente más duras que las de May, en una entrevista en The Sun. Altos cargos del partido pedían su cabeza, no se hablaba de otra cosa en los pasillos del congreso. Y esta tarde, la víspera de que la primera ministra pronuncie su propio discurso, se ha desecho en elogios hacia ella, ha hecho reír a un auditorio deprimido y ha aparecido como la persona capaz de inyectar al partido la confianza que ella es incapaz de transmitir.
“Boris es uno de los héroes del Brexit. Sin él no lo habríamos logrado, y lo más importante es que está fijando la agenda del Gobierno. Sus líneas rojas son la política del Gobierno pero expresada en positivo”, explica el engolado diputado Jacob Rees-Mogg, eurófobo empedernido, figura ascendente en el partido y omnipresente en el congreso, cuyos debates recorre con un retrato de Thatcher que coloca sobre la mesa.
“Es hora de un poco de optimismo”, decía el muy euroescéptico Liam Fox, ministro de Comercio Internacional, en su discurso de hoy ante el congreso. Johnson, Rees-Mogg, Fox y compañía se han apropiado del optimismo. Se han convertido en algo así como los guardianes de las esencias del Brexit. Al fin y al cabo, ellos fueron quienes defendieron el Brexit, al contrario que May o su ministro de Economía, Philip Hammond, que votaron por la permanencia.
Sus mensajes suenan sin duda más atractivos que el de Hammond, que mencionó en su discurso del lunes a Corbyn o al laborismo nada menos que 25 veces, como si los conservadores estuvieran en la oposición y no en el Gobierno.
“Pero Corbyn no ganó. Ganasteis vosotros, ganamos nosotros, ganó Theresa May”, ha recordado Johnson al partido. Todo el Gobierno está unido, ha asegurado, en torno a “cada sílaba” del discurso de Florencia de May. El ministro rebelde escenifica así la firma de la paz con su jefa, que no se encontraba en el auditorio para escuchar los elogios.
Johnson sabe que echarle, aunque se lo pidan pesos pesados del partido, tendría un coste demasiado elevado para May. “Un liderazgo débil es rodearse de gente que solo te da la razón”, repetía esta mañana la primera ministra, en una ronda de entrevistas televisivas previa al discurso de Johnson.
Lo que no está claro es qué persigue el juego de Boris Johnson. Si desea marcar la agenda desde la retaguardia o prepara su último asalto al poder, antes de que una nueva generación de candidatos, libres de mácula, tome el relevo. La pregunta entonces sería si, como apuntaba el Financial Times, podrá Johnson mover el barco lo suficiente como para tirar al agua a May, pero no tanto como para caer él también. La prudencia desaconseja buscar un líder que alienaría a la mitad del partido. Pero hoy Boris Johnson, al menos dentro del auditorio, no ha alienado a nadie. Está por ver cuál es su próxima jugada.

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