miércoles, 14 de noviembre de 2018

Las brujas de verdad vuelan de noche. 4º ESO

JOT DOWN contemporary culture mag.
Alejandro García


1. Maria Dólina (1922-2010). Maria, sonriente frente a su Pe-2, fue una legendaria navegadora del 125.º Regimiento. Cumplió arresto por lanzar sin permiso sobre Borísov una pancarta con un mensaje de saludo de «las mujeres piloto del Regimiento Borisovski». Fue rescatada de morir abrasada en su cabina por el artillero de cola. / 2. Marina Mijáilovna Raskova (1912-1943). Aunque la familia de Marina quiso que fuera cantante de ópera, acabó convirtiéndose en la primera mujer instructora en la Academia Militar Zhukovski. Sus hazañas como aviadora y su carácter indomable le atrajeron la admiración de todas las mujeres piloto soviéticas.


Septiembre, 1941. La tormenta de fuego y acero que Adolf Hitler ha desencadenado sobre la Unión Soviética amenaza la misma existencia del único Estado socialista del mundo. Ingentes cantidades de hombres han muerto o caído prisioneros de la Wehrmacht y se han perdido montañas de equipo militar. El panorama es desolador mientras la URSS se aferra a su determinación y voluntad de resistencia para librar su batalla más decisiva. En estas críticas circunstancias, la mayor Marina Raskova se reúne con el omnipotente camarada Stalin para trasladarle una petición insólita: autorización para crear la primera unidad militar exclusivamente femenina de la historia, un grupo de aviadoras de combate. Por impactante que pudiera parecer el plan de Raskova, no se trataba de un arrebato patriótico improvisado o de una medida desesperada de carácter propagandístico: existían razones de mucho peso detrás de tal solicitud.
La primera era de carácter pragmático, dado que una gran parte de la Fuerza Aérea Soviética (VVS) había sido destruida por los alemanes y era necesario reconstruirla a toda prisa, entrenando pilotos competentes que reemplazaran a los perdidos. La segunda, de tipo ideológico, estaba relacionada con la perspectiva de género. El marxismo no establecía diferencias entre hombres y mujeres, por lo que no había ningún impedimento sociológico para el proyecto. Al igual que la francesa, la Revolución rusa se había caracterizado por el importante papel femenino: comienza en marzo de 1917 con una huelga de trabajadoras, encabezando las mujeres muchas de las manifestaciones. La revolucionaria bolchevique Aleksandra Kolontái no solo fue la primera mujer que ocupó un puesto de gobierno de una nación, sino que fue una destacada activista por la emancipación femenina, consiguiendo el derecho a voto, divorcio o aborto y la conciliación familiar para la mujer soviética. La dictadura de Stalin había supuesto un enfriamiento de esta cuestión, pero la ortodoxia socialista era bien clara en este punto.
Por último, una razón puramente logística derivada de las anteriores. Durante los años treinta por toda la URSS habían proliferado los aeroclubs, sociedades donde se impartían clases de pilotaje para civiles. Muchas chicas jóvenes, sobre todo estudiantes universitarias, se habían apuntado a través del Komsomol —la organización juvenil comunista— a este tipo de actividades que podían incluso suponer una cierta promoción social. Al estallar la guerra, estaban deseosas de ayudar al país en su lucha contra los nazis aportando sus habilidades como aviadoras.
A pesar de todos estos contundentes motivos, el factor decisivo debió de ser sin duda la propia figura de Marina Raskova, que los sintetizaba de manera espectacular. No solo era oficial del Ejército Rojo y el NKVD, sino que además era una experimentada instructora de vuelo en posesión de varias marcas mundiales. En 1938 voló en el Rodina —‘Madre Patria’— desde Moscú a Komsomolsk en línea recta en veintiséis horas y media, casi seis mil kilómetros. Lo consiguió a la rusa manera, lanzándose en paracaídas en el último tramo para aligerar el peso del aparato, sobreviviendo durante diez días en la taiga siberiana con dos barras de chuches y frutos silvestres hasta ser rescatada. Tal hazaña le valió el merecido título de Heroína de la Unión Soviética, convirtiéndola en un ídolo popular femenino y dándole acceso a las más altas esferas del PCUS. Con estas credenciales, en octubre de 1941 se formó el Grupo de Aviación 122.º, donde las jóvenes de entre diecisiete y veinticinco años recibieron entrenamiento militar durante unos escasos seis meses antes de desplegarse en tres regimientos diferentes.
Lídiya Litviak y el 586.º Regimiento de Defensa Aérea
El primer regimiento en ponerse en acción estaba destinado a defender instalaciones estratégicas de los ataques aéreos alemanes. Lo comandaba la controvertida Tamara Kazarinova, una mujer severa que aborrecía que sus pilotos dedicaran tiempo a arreglarse o pintarse. Estas, por su parte, no soportaban las excesivas exigencias de una mujer que no dominaba el avión que pilotaba —de hecho, cojeaba debido a una herida, lo que le impedía volar—. Este conflicto fue zanjado enviando a ocho de las «disidentes» a regimientos masculinos en el frente de Stalingrado.
Los traslados en la aviación soviética se hacían a la brava —piloto y aparato—, sin identificaciones a priori, por lo que la sorpresa de sus camaradas masculinos al ver bajarse de la cabina a aquellas chicas no fue menor que el escepticismo y condescendencia que ellas recibieron en un primer momento. No solo eran novatas, sino que además eran mujeres. Sin embargo, algunas como Katia Budánova y especialmente Lídiya Litviak se contaban entre las mejores luchadoras del 586.º y pronto demostraron su valía en condiciones muy difíciles. En pocos meses recibieron autorización para volar como «lobos solitarios», escogiendo sus propios objetivos, una táctica reservada para auténticos ases —categoría que se alcanzaba tras cinco victorias—.
A la menuda Litviak se le contabilizan doce victorias en solitario y tres compartidas, y fue la primera mujer de la historia en derribar un avión enemigo. Su víctima fue el Experte —once victorias— Erwin Maier, capturado en tierra por los soviéticos. El alemán pidió conocer al piloto que le había tumbado y cuando vio a aquella veinteañera pequeña y rubia pensó que los rusos le gastaban una retorcida broma. Lídiya, un espíritu libre y muy agresiva en combate, cayó en la batalla de Kursk en territorio enemigo, por lo que se la dio oficialmente por desaparecida. Ello impidió su nombramiento como Heroína de la Unión Soviética hasta que treinta años después se encontraron sus restos, en 1979, siendo finalmente Mijaíl Gorbachov quien tuvo el honor de condecorarla. Sin embargo, hay autores que sostienen que es posible que Lídiya sobreviviera e hiciera su vida de forma anónima en Occidente.
3. Natalya Meklin (1922-2005). Completó novecientas ochenta misiones de bombardeo en el 46.º Regimiento Tamán. Después de la guerra se graduó en Lenguas Extranjeras y trabajó de traductora y escritora hasta su jubilación. En sus memorias cuenta cómo las chicas protestaron cuando se las obligó a llevar paracaídas por considerarlo un engorro. / 4. Rufina Gásheva (1921-2012) y Natalya Meklin (1922-2005) fotografiadas delante de los famosos Po-2 lastochka. Gásheva, con ochocientas veintitrés misiones, perdió a su inseparable compañera Olga Sanfirova al saltar de su avión derribado sobre un campo de minas. Como Meklin, después de la guerra se graduó en Lenguas Extranjeras y se convirtió en profesora de inglés en academias militares.
En cuanto al 586.º, las tensiones crecieron tanto que Kazarinova fue retirada alegando problemas de salud. Su relevo fue un hombre, el mayor Aleksandr Gridnev, lo que marcó la conversión del regimiento a mixto con la adición de un escuadrón masculino. Así permaneció hasta el final de la guerra; en las memorias de las aviadoras el recuerdo de Gridnev es positivo, mientras que del escuadrón masculino no se hace ninguna mención. Fue el único de los tres que no consiguió la categoría de «Guardias» —una distinción de élite— aunque se sospecha que Kazarinova urdió alguna artimaña para impedirlo.
El Regimiento 125.º Borísov de la Guardia
Originalmente llamado 587.º Regimiento, estaba destinado al bombardeo diurno y lo comandaba Raskova in pectore. Se planteó como una unidad femenina, pero durante el periodo de entrenamiento se decidió sustituir el obsoleto Su-2 por el moderno bombardero bimotor en picado Petliakov Pe-2, que incluía un anclaje de ametralladora trasera. Dado que pesaba unos sesenta kilos y se requería estatura elevada y mucha fuerza para accionarlo, se incorporaron artilleros y personal de tierra masculino.
La enorme dificultad que requería volar el rapidísimo Pe-2, con su espantoso diseño de cabina y su pesada palanca de vuelo, hizo que se dudara de la capacidad de las mujeres para hacerse con un aparato con el que los hombres tenían muchos problemas. Una vez más cundió el escepticismo, al que por si fuera poco se unió la desmoralización cuando Raskova se estrelló con su Pe-2 en medio de condiciones climáticas muy difíciles en enero de 1943.
Se comprende la lógica preocupación de las pilotos cuando la inspiradora del proyecto falleció sin haberlas podido guiar al combate, a la que pronto se agregó la indignación por el nombramiento del mayor Valentin Markov para sustituirla. Los peores temores de las chicas parecían cumplirse, aunque la desconfianza era mutua: cuando a Markov le comunicaron su nuevo destino, se lo tomó como el final de su carrera militar, algo en lo que sus compañeros estuvieron de acuerdo.
Sin embargo, y a pesar de sus intenciones iniciales de no hacer distinciones, Markov se interesó por conocer la idiosincrasia de su tropa femenina, se dejó aconsejar por las oficiales bajo su mando y obtuvo reconocimiento y respeto de las aviadoras, a las que lideró el resto de la guerra. El regimiento obtuvo el estatus de élite por sus acciones en Borísov y las chicas se convirtieron en un ejemplo de cómo manejar el temible Pe-2; en uno de sus días más gloriosos, un escuadrón de nueve aparatos fue atacado por ocho cazas enemigos, de los cuales consiguieron derribar cuatro y volver todas a casa habiendo bombardeado sus objetivos, operación que se estudió posteriormente en las academias de vuelo soviéticas. El 125.º combatió codo con codo con otra unidad «exótica» del frente oriental, el escuadrón de caza francés Normandie-Niemen, que dejó constancia de su admiración por las rusas entre un buen montón de galanterías cursis y tópicos al uso.
El 46.º Tamán de la Guardia: las «Brujas de la Noche»
Pero las que forjaron la leyenda fueron sin duda las componentes del 588.º de Bombardeo Nocturno, leyenda basada en tres pilares principales: por ser el único que permaneció totalmente femenino durante toda la guerra, por estar comandadas por la brillante Yevdokia Bershanskaya y por las dramáticas limitaciones del avión que les tocó pilotar, el Polikarpov Po-2, una auténtica reliquia de los años veinte.
Fabricado en madera y tela, el Po-2 era un pequeño biplano de entrenamiento de dos plazas. Su velocidad máxima era aproximadamente la mitad que la de los cazas alemanes. Cualquier antiaéreo o bala trazadora podía incendiarlo con facilidad, por lo que la única protección se la ofrecía la falta de visibilidad nocturna. Solo podía transportar un par de bombas sin comprometer su estabilidad, así que las chicas realizaban una media de entre diez y quince misiones de bombardeo por noche, debiendo estacionar cerca de las líneas del frente dada su escasa autonomía. Por supuesto, sin llevar paracaídas para no añadir aún más peso. Tampoco disponía de sistemas de puntería, así que las bombas se arrojaban accionando una palanca o directamente a mano, a altura no inferior a cuatrocientos metros para evitar el riesgo de resultar destruido por la explosión.
5. Nadia Popova (1922-2013) y Larisa Rozanova (1918-1997). Nadia (izquierda) fue una de las Brujas más longevas y una figura popular en la URSS. Se alistó después de que los nazis asesinaran a su hermano. Larisa (derecha) voló la fatídica noche en que las Brujas perdieron cuatro aparatos; sobrevivió volando a muy baja altura mientras lanzaba las bombas a mano. / 6. Valentina Stepanovna Grizodubova (1909-1993). Fue compañera de Raskova en el mítico vuelo del Rodina. Sin embargo, se opuso a la formación de regimientos femeninos: a la muerte de Raskova, declinó hacerse cargo del 125.º. Sirvió como piloto en una unidad masculina de bombardeo y apoyo a los partisanos de la zona de Leningrado.
A pesar de todos estos inconvenientes, la buena maniobrabilidad del Po-2 y su facilidad de pilotaje fue muy apreciada por las chicas del 588.º, que lo apodaron lastochka —‘golondrina’—. Su vulnerabilidad exigió desplegar una enorme astucia táctica: los aviones despegaban en intervalos de tres minutos y al acercarse al objetivo apagaban el motor para evitar ser detectados por los alemanes, dejando caer su carga en completo silencio sobre instalaciones, aeródromos o tropas enemigas. Estos ataques silenciosos no solo provocaban la destrucción de los objetivos, sino que afectaban psicológicamente a los soldados alemanes impidiéndoles el descanso. A medida que transcurría el conflicto, estas tácticas evolucionaron y se sofisticaron, introduciendo Bershanskaya los vuelos por parejas: uno de los Po-2 se aproximaba al destino atrayendo la atención de reflectores y fuego enemigo mientras el segundo irrumpía sobre el blanco por sorpresa. De aquí nació el apodo que las hizo famosas, las «Brujas de la Noche» —Nochnye Vedmy—, y que según la tradición les pusieron los nazis, aunque es bastante probable que se lo adjudicaran ellas mismas dado que, hasta que no encontraron los cuerpos de la primera tripulación derribada, los alemanes no supieron que eran mujeres quienes los martirizaban.
Yevdokia se convirtió muy pronto en una de las comandantes más eficientes de toda la Fuerza Aérea Soviética. Era una firme partidaria de la segregación militar por sexos, pues creía que la cohesión —aspecto esencial en formaciones de combate— era mayor así, como la experiencia de las pilotos en unidades masculinas parecía indicar. Mantener el carácter totalmente femenino de las Vedmy y aumentar el ritmo de misiones nocturnas la llevó a adoptar un original sistema de organización. Como el biplano tenía dos plazas, piloto y navegadora, Yevdokia organizó una «carrera» por la cual las nuevas reclutas empezaban como personal de tierra, las mecánicas aprendían a ser navegadoras y estas entrenaban para convertirse en pilotos: que el Po-2 fuera un excelente avión de entrenamiento le facilitó mucho esta labor. Además de este programa de promoción interna, estableció un servicio en pista de corte «taylorista», por turnos horarios y con funciones específicas para cada miembro del personal, lo que le permitió aumentar la frecuencia de salidas de bombardeo a unas quince por aparato y noche, mayor que cualquier otra unidad similar.
Las Brujas de la Noche obtuvieron el rango de Regimiento de la Guardia Tamán, por sus acciones en el mar Negro durante 1943. Terminaron la guerra habiendo realizado veinticinco mil misiones y arrojado veintitrés mil toneladas de bombas. Algunas de las pilotos completaron más de mil salidas; para hacerse una idea de lo que supone física y psicológicamente hay que tener en cuenta que la US Air Force establecía para sus tripulaciones un programa de veinticinco misiones como máximo para evitar el desgaste por estrés. El extremo riesgo que padecieron en combate lo ejemplifica dramáticamente la misión del 31 de julio de 1943, donde la aparición de un solitario caza nocturno alemán supuso la pérdida de cuatro biplanos en unos pocos minutos en el día más negro de la historia de las Brujas; las bajas totales en la guerra ascendieron a una de cada cuatro muchachas.
Al acabar la Gran Guerra Patriótica los tres regimientos fueron disueltos y la mayoría de las chicas supervivientes volvieron a sus estudios universitarios, la vida laboral o fundaron familias. Algunas de ellas pasaron a la aviación civil y muy pocas pudieron continuar su carrera militar. Este lógico deseo de reincorporarse a la normalidad después del conflicto se interpretó tradicionalmente como un síntoma de que no combatían demasiado bien, razonamiento absurdo aplicable a cualquier unidad masculina desmovilizada. Nada más lejos de la realidad: casi un millón de mujeres soviéticas luchó en la guerra contra los nazis —solo la URSS incorporó féminas en roles de combate—, totalizando unos noventa nombramientos como Heroínas de la Unión Soviética. De los treinta y tres concedidos a las aviadoras, nada menos que veinticuatro pertenecen a las Brujas de la Noche.
Es interesante destacar algunos aspectos relacionados con el género: en primer lugar, la evolución observada en sus camaradas varones, que pasaron del escepticismo inicial a la completa aceptación y reconocimiento de sus habilidades en todos los casos. Markov es muy explícito en sus apreciaciones, no solo sobre la elevada capacidad técnica de las mujeres que manejaban el Pe-2 —orgullo de la ingeniería soviética—, sino de su alto grado de cohesión y espíritu de combate. El 46.º Tamán también cuestiona el mito machista del mal funcionamiento femenino como equipo; la teoría de Bershanskaya se mostró correcta, y uno de los fundamentos del éxito de su unidad estriba en los fuertes lazos de compañerismo entre las chicas. En las memorias de todas ellas los hombres pasan prácticamente desapercibidos, lo que apunta en este sentido más allá de las diferencias de sexo.
Aunque la guerra constituyó una excepción en la incorporación de mujeres en las Fuerzas Armadas Soviéticas sin demasiada continuidad posterior, su servicio en el Ejército Rojo demostró que podían combatir satisfactoriamente al mismo nivel —o superior— que los hombres. Sus historias personales de valor y sacrificio sobrepasan con mucho el reducido espacio de un único artículo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario