lunes, 26 de noviembre de 2018

Un atentado suicida en un acto religioso causa al menos 50 muertos en Kabul. 4º ESO

EL PAÍS INTERNACIONAL
Ángeles Espinosa

La detonación en la capital afgana deja decenas de heridos y ningún grupo ha asumido la autoría.


Miembros de los servicios de emergencia transportan en camilla a un herido tras el ataque suicida. EFE


Al menos 50 personas han resultado muertas este martes y decenas más heridas en un atentado contra una ceremonia religiosa en el centro de Kabul, la capital de Afganistán. Un suicida se ha hecho estallar entre los reunidos para conmemorar del nacimiento de Mahoma que se celebraba en un conocido salón de bodas. Aunque nadie se ha atribuido de inmediato la autoría, todas las sospechas recaen sobre la rama local del Estado Islámico (ISIS) que el pasado junio ya se responsabilizó de un ataque similar contra una asamblea de ulemas. Zabihulá Mujahid, portavoz de los talibanes, ha escrito en un mensaje de WhatsApp que "condena enérgicamente" el ataque.

“Un terrorista suicida ha detonado sus explosivos en un salón de bodas donde dignatarios religiosos venidos de todo el país se habían reunido para celebrar el aniversario del nacimiento del Profeta”, ha declarado Najib Danish, portavoz del Ministerio del Interior, citado por las agencias de noticias. Además del medio centenar de muertos, Danish ha dicho que había por lo menos 80 heridos.


Eran poco después de las seis y cuarto de la tarde hora local (las tres menos cuarto de la tarde hora peninsular española) cuando una fuerte explosión ha sacudido los alrededores del Uranus Palace, un hotel y salón de banquetes situado en la carretera del aeropuerto. Varios cientos de personas, entre los ulemas y sus seguidores, se habían congregado para asistir a las oraciones por la festividad religiosa del Mawlid al Nabi, según ha explicado un portavoz policial. Una hora después aún se oía el ulular de las ambulancias.
Sólo el hospital Emergency, centro de referencia de la capital para los heridos de guerra y atentados, ha recibido 40 heridos, de los que siete ingresaron ya cadáveres, según ha informado en su Twitter. La gravedad de sus heridas hace temer que aumentara la cifra de muertos. Se trata del ataque terrorista más grave que sufre Kabul desde el pasado 15 de agosto, cuando un suicida del ISIS atentó contra una academia de selectividad en un barrio chií. Entonces, 48 personas resultaron muertas y 67 heridas.
De momento, nadie se ha responsabilizado del atentado contra el Uranus. Tanto los talibanes como el Estado Islámico en Jorasán (una rama local del grupo surgido en Irak y Siria) han atacado en el pasado a líderes religiosos cercanos al Gobierno. El pasado junio, un suicida del ISIS se explotó en una asamblea del Consejo de Ulemas, reunida en la Universidad Politécnica para denunciar los atentados en una fetua. Nueve personas resultaron muertas.
“El ataque de hoy parece haber tenido como objetivo al destacado [ulema] sufí Nawman Fazly”, estima el analista Bilal Sarwary, quien recuerda que ese grupo “lleva años intentando matarle aunque han vuelto a fallar”.
Los talibanes y el ISIS intentan derribar al Gobierno afgano que respalda la comunidad internacional e imponer su estricta interpretación del islam. Sin embargo, están divididos sobre cuestiones ideológicas y quién debe ser el líder. Algunos expertos opinan que la entrada en escena del ISIS desde mediados de 2016 ha desatado la competencia entre ambos, afectando a la forma en que actúan (ataques más espectaculares para atraer más militantes y más financiación).
La violencia no sólo se cobra un alto número de víctimas civiles (3.438 muertos en 2017 y por el mismo camino este año), sino que está minando la moral de las fuerzas afganas. La semana pasada durante una videoconferencia con la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins, el presidente afgano, Ashraf Ghani, reveló que 28.529 miembros de las fuerzas armadas habían muerto combatiendo a esos grupos desde 2015, una cifra mucho mayor de lo admitido hasta ahora. La sucesión de atentados de los dos últimos años ha puesto en entredicho la estrategia de EE. UU. en apoyo a los militares afganos.

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