domingo, 15 de enero de 2017

Localizada la casa de Lope de Vega en la calle de la Sierpe. 2º ESO

ABC Cultura
MARIANO CALVO Y JEAN PASSIN

En esta esquina de la calle de la Sierpe vivieron Lope de Vega y su mujer iIsabel de Urbina de 1590 a 1591


Desde que en 1928 el investigador Verardo García Rey dio a conocer el contrato por el que Lope de Vega alquilaba una casa en la toledana calle de la Sierpe, quedó abierta la interrogante de cuál de los inmuebles de esa calle albergó al Fénix de los Ingenios y a su primera mujer, la joven Isabel de Urbina, durante el año de su estancia en Toledo, en 1590.
La satisfacción de haber conseguido localizar, en abril del 2012, la casa propiedad de Miguel de Cervantes y su esposa, en la plaza de los Tintes, nos sirvió de impulso a los firmantes de este artículo para continuar similares indagaciones, en este caso respecto a las casas habitadas por Lope de Vega en Toledo. De dos de ellas se poseían referencias, aunque imprecisas: una, la ya referida de la calle de la Sierpe; la otra, ubicada en un lugar indeterminado del barrio de San Justo.
Hoy podemos dar cuenta de que la vivienda de la calle de la Sierpe ha podido ser localizada con exactitud. Ciertos documentos encontrados por Jean Passini en uno de los Libros Becerros del Archivo catedral de Toledo permiten llegar a la conclusión de que la casa alquilada por Lope en la calle de la Sierpe se ubicaba a la izquierda de dicha calle, según se accede por la calle Ancha, y es la que ocupa el espacio rotulado en la actualidad con el número 5.
Por fortuna, dicha casa existe todavía, aunque remodelada y convertida en un establecimiento de restauración, y sus muros siguen siendo los mismos que acogieron a Lope y a su primera mujer, la bella Isabel de Urbina, la dulce «Belisa» de sus poemas.

Un proceso de deducciones

Tampoco la propia calle ha sufrido grandes transformaciones, con la excepción de su primer tramo. Como refiere Julio Porres en su «Historia de las calles de Toledo», hasta el 22 de abril de 1864 la confluencia de la Sierpe con la calle Ancha formaba un callejón por la existencia de un edificio adosado a la acera izquierda de la Sierpe, el cual ocupaba la mayor parte de la pequeña placita que hoy conforma esta parte de la calle. El tramo en zizag hoy desaparecido explica por demás que el nombre de la calle obedeciera a su carácter serpenteante, enlazando en cuatro quiebros la calle Ancha con la plaza de la Magdalena.
Los documentos descubiertos en los Libros Becerros de la Catedral, del siglo XVII, consignan como pertenecientes al patrimonio de la «Santa Iglesia» unas casas «en la calle de la Sierpe como se entra por la calle ancha a la mano izquierda». El primero de los textos está encabezado por un epígrafe, probablemente escrito en el siglo XVIII, que dice: «Calle de la Sierpe nº 3». En la página siguiente, otro documento similar hace constar la existencia de una casa contigua, asimismo perteneciente a la catedral, con palabras prácticamente idénticas al anterior, pero en este caso el epígrafe reza: «Calle de la Sierpe nº 4».
Uno de los documentos del Archivo Catedral de Toledo que han servido para la localización de la casa alquilada por Lope de Vega en 1590
Uno de los documentos del Archivo Catedral de Toledo que han servido para la localización de la casa alquilada por Lope de Vega en 1590
Lo relevante de ambos documentos es que informan que el antiguo arrendatario de las dos casas había sido Miguel García de Loaysa, lo que resulta determinante para la investigación pues ésta es la persona que aparece como poseedora de la casa que se arrienda a Lope (o subarrienda, cabría decir) en la calle de la Sierpe, según el documento de alquiler que Verardo García Rey descubrió en 1928: «…alquilo y traspaso a Lope de Vega Carpio, criado del señor don Francisco de Ribera, becino desta dicha ciudad, que está presente, una casa sita calle de la sierpe, en que de presente bibe Lucas de Villalpando, que son de Miguel García de Loaysa…».
Todo ello viene a indicar que la casa alquilada por Lope estaba situaban al final del primer tramo de la calle actual, en el espacio ocupado hoy por el número 5. Contribuye a su localización precisa el que, según el Libro Becerro, por el otro lado las casas «alindan» (en plural porque se trataba de inmuebles de más de un piso) «con casas tributarias a esta Santa Iglesia que tiene Mari Pérez de Heredia religiosa hija y heredera de Francisco Pérez en título de Calahorraniega».
Por consiguiente, en el actual número 5 de la calle de la Sierpe se situaba en 1590 la casa que, siendo propiedad de la catedral, tenía en posesión vitalicia Francisco García de Loaysa, y que fue subarrendada por el mercader Francisco de Barrientos, vecino de Toledo, a Lope de Vega el 19 de julio de aquel año. Sabemos además, por el documento de García Rey, que el escritor la alquiló por plazo de un año, al precio de trescientos reales, pagaderos en tres plazos, el primero en Santa María de agosto, el segundo en las pascuas de Navidad y el tercero en las de Resurrección. Firmaron el contrato los interesados y los testigos Pedro de Santander, Melchor de Galdo y Diego López, vecinos de Toledo, ante el escribano público P. Ortiz.
Cuando Lope y su primera mujer, doña Isabel de Urbina, llegan a Toledo ella tenía 23 años y él 28. Ya era Lope un poeta popular y cotizado, cuyas comedias se las disputaban los empresarios teatrales y cuyos romances se difundían por toda España. El primero de los biógrafos de Lope, su coetáneo Juan Pérez de Montalbán, describió a la primera esposa de Lope como «hermosa sin artificio, discreta sin bachillería y virtuosa sin afectación».
En Toledo vivió una de sus etapas más felices - «cuando también eran mis años flores»- aunque su estatus fuera el de un desterrado, condenado por injurias vertidas contra el comediante Jerónimo Velázquez y familia. La sentencia le penaba con ocho años de destierro fuera de la corte y a dos del reino de Castilla, bajo pena de muerte en caso de incumplimiento.
Lope de Vega Carpio
Lope de Vega Carpio
Su boda con doña Isabel de Urbina no estuvo exenta de complicaciones. El destierro que pesaba sobre el escritor y su fama poco ejemplar hacían que la familia de la joven, de elevada posición social (su padre fue pintor de Felipe II y su hermano regidor de Madrid y rey de armas de su majestad), se sintieran poco propicios a aceptar el enlace matrimonial. Los jóvenes amantes se resolvieron entonces a escenificar un «rapto con anuencia» a la manera usual de aquellos tiempos, forzando a los Urbina a aceptar unas nupcias que, para mayores males, tuvieron que realizarse por poderes, ya que Lope se hallaba cumpliendo pena de destierro.
Transcurridos los dos años de alejamiento del reino de Castilla, y faltándole aún por cumplir seis años lejos de la corte, Lope e Isabel deciden afincarse en Toledo, donde a la sazón florecía un ambiente intelectual brillante y regía la prelatura arzobispal don Bernardo Sandoval y Rojas, gran amigo y protector de Lope, como también lo fue de Cervantes. Pronto entró en Toledo al servicio de don Francisco de Ribera Barroso, hijo mayor del futuro marqués de Malpica, cuya morada aún se alza en la plaza de Santa Clara, convertida actualmente en oficinas de la Delegación del Ministerio de Fomento. Es el Toledo del apogeo cultural renacentista, cuando se concitan entre sus muros un nutrido acervo de talentos y existen dos academias literarias de prestigio.
Pero Lope e Isabel están poco tiempo en la Ciudad Imperial ya que un año después de su llegada el poeta entra al servicio como secretario del quinto Duque de Alba, don Antonio Álvarez de Toledo, y esto les obliga a marchar con él a Alba de Tormes. Allí cambiará para Lope el signo de su felicidad pues verá morir a sus hijas Antonia y Teodora, e incluso a su propia mujer como consecuencia del parto de esta última.

Diez años después de su estancia en la calle de la Sierpe, en 1604, Lope fijará de nuevo su residencia en Toledo, esta vez por seis años, para lo que alquilará una casa en el barrio de San Justo. La ubicación precisa de la casa de San Justo sigue siendo, hoy por hoy, una incógnita. Pero las incógnitas lo son solo hasta que se resuelven. Y los archivos toledanos están llenos de respuestas.

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