David Bollero
Cuando uno sobrevuela Almería se sorprende de la impresionante superficie de invernaderos. Más de 40.000 hectáreas blancas que ha terminado por bautizar la zona como ‘mar de plástico’. Hace años comenzó a estudiarse un curioso efecto que provocaba esta vasta extensión de plástico blanco: Un método de combatir el calentamiento global y el cambio climático.
Corría el año 2010 y desde el Departamento de Energía de EEUU estudiaban el impacto de los invernaderos en este ámbito. En el caso concreto de Almería, los científicos determinaron que el efecto albedo, esto es, el porcentaje de radiación solar que refleja la superficie del plástico, contribuía a retrasar el calentamiento global. El razonamiento es sencillo: si el mar de plástico rebota mayor porcentaje de radiación solar hacia el espacio, la temperatura es sensiblemente menor que otras regiones.
Más recientemente, se ha comenzado a estudiar también el aprovechamiento de esta fórmula de producción agrícola en términos de generación energética. ¿Y si toda esa luz solar que se rebota se aprovechara para la producción de energía solar fotovoltaica? Ya es posible, gracias a los avances realizados en los últimos años en tecnología de plásticos fotovoltaicos.
Desde la Universidad de Almería (UAL) han llegado a la conclusión de que no sólo es posible, sino que si sólo se aprovechara el 10% de la superficie invernada en Almería, Granada y Murcia (unas 4.100 hectáreas) podrían producirse unos 8.500 gigavatios, lo que traducido en riqueza para la región supondría un incremento del PIB de la provincia en 4.100 millones de euros para el año 2020. No sólo eso, los beneficios también se verían en la generación de cerca de 60.000 puestos de trabajo vinculados a las renovables. Hablamos únicamente del 10% de los invernaderos; de aplicarse al 100%, la energía generada supondría el equivalente al 31% del consumo nacional anual.
Paralelamente y de cara a los propios productores –a pesar del impuesto al sol que impuso el Gobierno del PP-, el autoconsumo podría mejorar su rentabilidad hasta en un 37% sin necesidad de subvención alguna. Por otro lado, la aplicación de toda esta energía podría ir más allá, utilizándose para la generación de agua desalada, que actualmente demanda mucho consumo energético.
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