Rodrigo Alonso
Hace 76 años que el stalinista espía acabó con la vida de quien fue uno de los personajes más memorables de la Revolución Rusa.
León Trotski - ABC
La historia de Ramón Mercader es una contradicción en sí misma: el hijo de una revolucionaria criado en un ambiente burgués, el amante culto de una estadounidense, el asesino, el «héroe», el repudiado. Toda una cacofonía de identidades y rasgos definitorios.
Tal día como hoy, pero en el año 1940, este comunista catalán llevó a cabo el acto por el que ha sido recordado el resto de sus días: el asesinato de León Trotski. Un revolucionario caído en desgracia.
Ya desde muy joven, Ramón Mercader formó parte de varios grupos de ideología marxista de la mano de su madre, Caridad (mujer hacia la que sentía cierto complejo de Edipo). El joven revolucionario catalán (presa de sus filias comunistas) llegó a participar activamente en los primeros compases de la Guerra Civil.
Dejando atrás su breve participación en la contienda nacional es sumamente difícil seguir con exactitud -a partir de 1937- los pasos del comunista catalán. Pero parece que, tras ser captado por el KKVD (una agencia de espionaje rusa) a instancias de su progenitora, abandonó España con dirección a la Unión Soviética, lugar donde permaneció en un centro de élite. A posteriori habría sido enviado a Francia con el fin de entrar en contacto con el entorno de León Trotski
El caído líder revolucionario había estado dando tumbos desde que Stalin le purgó, a finales de los años 20, de la historia soviética. El denostado comunista de origen ucraniano acabó por encontrar acomodo en México, país donde se rodeó de personalidades como los artistas Diego Rivera o Frida Khalo.
Para pasar a formar parte del entorno del antiguo dirigente, Mercader se vio en la necesidad de adoptar otras identidades. De este modo -aprovechándose de su cultura y dominio del francés y el inglés- adoptó las personalidades del belga Jacques Monard y del canadiense Franck Jackson. Durante su estancia en París entró en contacto con Sylvia Agelof, estadounidense y militante troskista.
Según explica Mark Sharon, uno de los protectores estadounidenses del ucraniano: «Mercader era un perfecto caballero. Se preocupaba por Sylvia y, naturalmente, ella se enamoró». La relación del español con la agente fue fundamental para que este pudiese aproximarse más a la misión que Stalin aprobó oficialmente en 1939: asesinar a Trotski. Acto que acabó por convertirse en el destino final del comunista catalán y que acabaría por definirle aun después de muerto.
Tras un breve paso junto a su madre por los Estados Unidos, el catalán viajó hacia Ciudad de México. Gracias a Agelof conoció finalmente a Trotski -residente en una villa en Coyoacán- con quien fue estrechando lazos poco a poco. El antiguo líder soviético era perfectamente consciente de que, desde Rusia, Stalin pretendía acabar con su vida. Antes del ataque del comunista español ya había tenido que hacer frente a un intento de asesinato encabezado por el mexicano David Alfaro Siqueiros. Evento que implicó que se incrementase notablemente la vigilancia en la vivienda de León.
Las dificultades para acabar con la vida del purgado ucraniano hicieron que -según palabras de su hermano- Mercader llegase a plantearse, siendo presa de la desesperación, contratar a un aviador estadounidense con el objetivo de bombardear la vivienda de Coyoacán y acabar con la misión de una vez por todas.
Ramón Mercader
El homicidio
Fue finalmente el 20 de agosto de 1940 cuando el catalán, quien utilizaba nombre falso de Franck Jackson, llevó a cabo su misión. Haciendo uso de un piolet (instrumento punzante destinado al alpinismo) atacó a Trotski en la cabeza en varias ocasiones. Sin embargo, el revolucionario no solo no falleció inmediatamente de sus heridas, sino que ni siquiera perdió el conocimiento. Tuvo que pasar algo más de un día para que, el otrora revolucionario, acabara muriendo víctima de las lesiones sufridas en el cráneo.
Después de cometer el crimen Mercader fue arrestado y pasó varias años en una cárcel de la Ciudad de México. Stalin tuvo la intención de organizar una misión que liberase al homicida catalán, sin embargo no se pudo llevar a cabo. Durante su estancia en presidio fue conocido por el resto de presos como «el hombre del piolet».
Una vez que salió de la cárcel fue reconocido en secreto como «Héroe de la Unión Soviética», la más alta distinción del régimen comunista. Tuvo que cambiar su nombre por Ramón López para evitar que la atención mediática se centrara en él, ya que era sobradamente conocido como el asesino del difunto revolucionario.
Sus últimos años fueron complicados, el fantasma de Trotski le persiguió con tenacidad acabando por hacer del catalán un apestado social dentro del régimen comunista dirigido ahora por Krushev. El catalán pasó sus últimos años en La Habana, desde donde fueron repatriados sus restos para ser enterrados en la Unión Soviética. El país por el que había dado toda su vida.
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