Proliferan los indicios de que agentes de la órbita rusa han protagonizado intentos de interferencia política y social en la UE. Alemania, Reino Unido u Holanda los investigan.
El presidente ruso, Vladímir Putin, mantiene una conversación desde el Kremlin, en Moscú, el pasado 15 de noviembre. ALEXEI DRUZHININ AFP
Los indicios de intentos de interferencia política y social en democracias occidentales procedentes de la órbita rusa afloran con creciente nitidez en varios países. En Estados Unidos, un fiscal especial investiga desde hace meses el asunto y los titanes de Silicon Valley han reconocido que decenas de millones de ciudadanos estadounidenses han sido expuestos a intentos, vinculados con actores rusos, de fomentar la discordia y la polarización social. En la Unión Europea, el debate sobre la propagación de bulos favorables al independentismo catalán es el último episodio de una larga serie de incidentes en múltiples países. Estos, en distintas formas, parecen intentar una desestabilización de las democracias liberales. Los intentos incluyen la publicación (y potente propagación en redes) de noticias falsas; el robo de datos informáticos sensibles; ciberataques; apoyo/financiación de movimientos radicales.
La casuística es amplia; el grado de corroboración de la autoría rusófila en algunos casos es avanzado, en otros menos; el impacto real es a veces notable, otras menor o incluso intangible; la vinculación entre las acciones y el Kremlin es a menudo lógica, intuitiva, pero con frecuencia difícil de demostrar. Pero es evidente que hay una estrategia de desestabilización en marcha y los políticos occidentales están elevando su grado de alerta al respecto. A continuación, una recopilación de episodios ocurridos en la UE anterior al caso catalán.
Alemania
En Alemania, los esfuerzos de Moscú por influir en la vida política y por moldear la opinión pública a favor de las tesis de la ultraderecha preocupan a las autoridades hace años. Uno de los momentos críticos tuvo lugar en 2015, cuando hackers rusos robaron información de los ordenadores de diputados y personal del Parlamento que podría salir a la luz en cualquier momento.
El llamado caso Lisa supuso, sin embargo, un punto de inflexión que evidenció hasta qué punto puede causar estragos la intoxicación políticamente motivada. A principios del año pasado, una niña ruso-alemana se escapó durante un día de su casa de Berlín y al día siguiente corrió el bulo de que había sido violada por tres refugiados de Oriente Próximo. A pesar de que la chica reconoció enseguida que el relato no era cierto, la falsa noticia se propagó con intensidad a través de medios estatales rusos, acusando al Gobierno alemán de encubrir el caso para justificar su política de puertas abiertas de refugiados. El propio ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, dudó en conferencia de prensa de la versión oficial alemana y en Alemania se dispararon las protestas antiinmigración sobre todo por parte de miembros de la comunidad rusa.
En diciembre pasado, el servicio de inteligencia interno alemán alertó de un aumento alarmante de la propaganda rusa, de campañas de desinformación y de ciberataques a partidos.
Estos antecedentes, así como la injerencia en las elecciones estadounidenses, despertaron el miedo a que desde Moscú se intentara influir en las elecciones generales del pasado septiembre. No se ha demostrado que se produjera una injerencia masiva, aunque distintos estudios sí indican que hubo mensajes automatizados procedentes de círculos favorables a Putin, que trataron de favorecer a los xenófobos de Alternativa por Alemania (Afd). Es la primera vez que la ultraderecha alemana llega al Parlamento desde la Segunda Guerra Mundial. Un estudio de la universidad de Oxford concluye, sin embargo, que en la campaña alemana el uso de mensajes automatizados fue menor que en otras citas electorales en el extranjero. ANA CARBAJOSA /BERLÍN
Reino Unido
La evidencia creciente de que las agencias de inteligencia rusas han tratado de interferir en procesos democráticos en Reino Unido ha llevado a un comité del Parlamento a abrir una investigación, en la que se llamará a comparecer a representantes de Twitter y de Facebook. “Tengo un mensaje sencillo para Rusia”, dijo esta semana la primera ministra, Theresa May. “Sabemos lo que están haciendo. Y no van a tener éxito”
Un alto cargo de la ciberdefensa británica acusó a Rusia de haber atacado mediante hackers los sectores de medios, telecomunicaciones y energía británicos, incluido un intento de infiltración en la red energética nacional en las elecciones de junio. En la campaña del referéndum del Brexit, en 2016, intervinieron más de 400 cuentas de Twitter falsas gestionadas desde San Petersburgo, según investigadores de la universidad de Edimburgo. También, según publicó The Guardian, cuentas vinculadas al Kremlin trataron de promover la islamofobia tras el atentado terrorista en Westminster en marzo.
La sombra de la injerencia rusa pesa también sobre la financiación de la campaña del Brexit. El magnate Arron Banks, principal donante del populista y antieuropeo UKIP, cuya aportación a la campañas pro Brexit constituye la mayor donación de la historia política británica, está siendo investigado por la Comisión Electoral para determinar si sus compañías fueron la fuente real o “actuaron como agentes” de otras. Banks se ha jactado de haberse reunido con el embajador ruso, pero niega que el dinero procediera de ese país. PABLO GUIMÓN /LONDRES
Francia
Desde la financiación de la ultraderecha hasta el robo de correos electrónicos, el temor a que la injerencia de Rusia desestabilizase el proceso democrático dominó la última campaña presidencial en Francia la pasada primavera. Fue un temor infundado: los candidatos más afines a Moscú —con el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen a la cabeza— fracasaron, y ganó el aspirante más europeísta y liberal, Emmanuel Macron.
La discusión sobre la interferencia extranjera comenzó antes. En 2014 el FN, con dificultades para acceder a fuentes de financiación en Francia, obtuvo un préstamo de nueve millones de euros de un banco ruso. Ya en febrero de 2017, a dos meses de la primera vuelta de las presidenciales, el partido de Macron, En marcha! denunció que los medios estatales rusos Russia Today (RT) y Sputnik difundían noticias falsas para dañar a su candidato. Más tarde la campaña de Macron retiró la acreditación a los periodistas de estos medios, a los que acusó de Macron de “no comportarse como órganos de prensa y periodistas, sino como órganos de influencia, de propaganda y de propaganda mentirosa”.
El colofón en los intentos de interferencia fue la difusión el 5 de mayo, dos días antes de la segunda vuelta entre Macron y Le Pen, de correos electrónicos internos de En marche! Posteriormente Wikileaks publicó miles de estos correos. No hay pruebas concluyentes de que el pirateo fuera de origen ruso. MARC BASSETS /PARÍS.
Holanda
La ministra holandesa deL Interior, Kasja Ollongren, ha advertido al Parlamento del triple intento de influencia en la opinión pública por parte de los servicios secretos rusos detectado hasta la fecha. Primero, un sitio de web aparentemente patrocinado por el Gobierno holandés, pero que difundía falsa información sobre las causas de la catástrofe del vuelo MH17, abatido por un misil ruso cuando sobrevolaba el este de Ucrania en julio de 2014. Sus 298 ocupantes murieron. También se ha constatado la presencia de “miembros de los servicios secretos rusos en suelo holandés para diseminar información que es solo posverdad”, y “ataques cibernéticos contra empresas nacionales”. El pasado marzo, el recuento de votos de las legislativas holandesas fue manual para evitar a los hackers rusos. Amparándose en la seguridad nacional, la ministra ha declinado explicar qué medidas va a adoptar. El Parlamento reclama mayor transparencia. ISABEL FERRER /LA HAYA.
Estonia
Han pasado ya diez años desde que Estonia sufrió su primer –y casi último- gran ciberataque con sello ruso. Todo empezó por la decisión de las autoridades estonias de trasladar un monumento dedicado a los soldados soviéticos que lucharon contra los nazis del centro de Tallin a las afueras. Bancos, particulares, empresas, medios de comunicación y la Administración sufrieron ciberataques sin precedentes que provocaron dos noches de disturbios callejeros en la ciudad. Los cajeros no funcionaban y los periodistas no podían hacer llegar las noticias, entre otros inconvenientes como saturación de servidores y una inundación masiva de correos basura (spam). El país se bloqueó. Pero también escarmentó.
El pequeño país de poco más de un millón de habitantes se convirtió en la nación europea más preparada –y la quinta del mundo- para afrontar esta amenaza, según el Índice Global de Ciberseguridad (GCI) de 2017 por detrás de Singapur, EE UU, Malasia y Omán.
En 2008, un año después del descomunal ciberataque, la OTAN inauguró en Tallin el Centro de Excelencia de Defensa a Ciberataques con presencia de 17 miembros de la Alianza, entre ellos ingenieros y militares españoles. El país báltico se ha convertido en la panacea de la ciberseguridad en la UE frente a Rusia. BELÉN DOMÍNGUEZ CEBRIÁN
Dinamarca
El Gobierno danés confirmó esta primavera que hackers rusos habían pirateado el sistema de Defensa durante dos años. “Rusia ha pirateado la defensa danesa y obtuvo acceso a los correos electrónicos de los empleados en 2015 y 2016”, dijo el ministro de Defensa de Dinamarca al periódico Berlingske, según Reuters. Dinamarca fue también uno de los países más afectados por el último ataque en junio pasado conocido como Petya y que, en este caso, se lanzó supuestamente desde Corea del Norte. Su infraestructura portuaria, con la naviera Maerks al frente, estuvo bajo ataque durante semanas. B. D. C.
Europa del Este
En octubre de 2016, un informe estadounidense citado por Reuters afirmaba que “Moscú había captado a políticos afines, se había esforzado por dominar los mercados energéticos y otros sectores económicos, y socavó las medidas anticorrupción en un intento por ganar influencia sobre los gobiernos en Bulgaria, Hungría, Serbia, Eslovaquia y Letonia”. Según el think tank checo Kremlin Watch, los rusos orbitan para influenciar a partidos políticos de la extrema derecha como Jobbik en Hungría y el Marian Kotleba en Eslovaquia, así como UKIP (Reino Unido), Afd (Alemania) y FN (Francia). El mismo estudio destaca la injerencia de Rusia en República Checa a través de la petrolera Lukoil. B.D.C.
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