martes, 29 de noviembre de 2016

La Revolución Industrial. I. 4º ESO

 1.    Los niveles de vida durante la Revolución Industrial
Ningún historiador niega que la Revolución Industrial elevara a la larga los niveles de vida de los trabajadores. La población obrera y campesina de los países que se industrializaron consumía más a fines del siglo XIX que en el siglo XVIII. Tenía una mayor esperanza de vida y también había logrado una mejor educación y sanidad. Sin embargo, un tema muy debatido por los historiadores es si esa elevación del bienestar se dio o no durante las primeras décadas de la Revolución Industrial. Dos tendencias han surgido en relación con este tema: la «pesimista» y la «optimista». Los historiadores pesimistas sostienen que los trabajadores disminuyeron su nivel de vida durante los primeros tiempos de la Revolución Industrial. Afirman que los salarios bajaron. Que las condiciones de trabajo en las fábricas eran más penosas que en los talleres artesanales o en el campo. Que en las fábricas trabajaban 14 o 15 horas diarias mujeres y niños de corta edad. Que las ciudades eran insalubres y la población de los barrios obreros vivía hacinada en sus hogares. La escuela pesimista sostiene, pues, que el aumento de la renta nacional durante las primeras décadas de la industrialización benefició exclusivamente a los capitalistas y a las clases medias. La mayor riqueza se había concentrado de este modo en manos de una minoría de la población. 

La tendencia optimista mantiene puntos de vista contrarios. Admitiendo que el nivel de vida de los trabajadores era muy bajo, algunos historiadores piensan que los salarios subieron. Que las condiciones de trabajo en las fábricas eran similares a las que antes existían en los talleres y hogares campesinos, donde también hombres, mujeres y niños trabajaban muchas horas. Que la mortalidad disminuyó en las ciudades pese a su insalubridad, lo que demostraría que la vida en el campo antes de la Revolución Industrial no era precisamente bucólica. La escuela optimista sostiene, pues que el aumento de la renta nacional durante las primeras décadas de la industrialización benefició a capitalistas y clases medias más que a trabajadores, pero que éstos también elevaron algo su nivel de vida.
El debate entre pesimistas y optimistas no ha concluido, porque es muy difícil medir el nivel de vida durante los inicios de la Revolución Industrial. La primera dificultad procede de la escasa información todavía disponible sobre la evolución de los salarios reales (…) Otras dificultades provienen de la escasa información existente sobre los precios o sobre los niveles de desempleo. Tampoco se sabe lo suficiente sobre las condiciones de trabajo en talleres artesanales y en hogares campesinos anteriores a la Revolución Industrial.
No se puede, por tanto, emitir un juicio definitivo sobre si esas condiciones fueron peores o similares en las fábricas. Aumentara o disminuyera el nivel de vida, lo cierto es que los trabajadores que vivieron la primera fase de la Revolución Industrial participaron muy escasamente del aumento del aumento de la riqueza. Sobre ellos recayó la peor parte de la industrialización: salarios de subsistencia, condiciones de trabajo a menudo inhumanas, mayor que otras clases sociales y ruptura de sus modos de vida tradicionales. Nada de esto puede negarse. Pero también es cierto que las clases trabajadoras de los países que se industrializaron lograron a la larga un nivel de vida muy superior al de las sociedades preindustriales. Este acceso a un mayor bienestar no fue sólo resultado del aumento de la productividad y de la riqueza, sino de una mejor distribución de la renta gracias a las conquistas sociales de los trabajadores.
FUENTE: Antonio Escudero, La Revolución Industrial, Editorial Anaya, Madrid 1988

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