martes, 30 de enero de 2018

Lo que esconde la ficticia designación de «Corona catalano-aragonesa» para llamar a la Corona de Aragón.

ABC Historia
César Cervera

- Al calor de la Renaixença que se vivió con la cultura de habla catalana a mediados del siglo XIX, algunos autores confirieron de forma poco precisa al Condado de Barcelona el mismo estatuto que al Reino de Aragón.


La designación de Corona catalanoaragonesa para llamar a la Corona de Aragón, una entidad política que integraba el Reino de Aragónlos Condados Catalanes y el Reino de Valencia, entre otras regiones, ha obedecido tradicionalmente a la necesidad de poner en valor la importancia que tuvieron los catalanes y los aragoneses en esta asociación que dominó buena parte del Mediterráneo en la Edad Media. Al igual que los términos Monarquía hispánica o Reino asturleonés, no existen referencias a la Corona catalanoaragonesa en el periodo en el que existió, siendo un invento con fines historiográficos y ampliamente usado a nivel académico. Cuestión aparte es el uso ambiguo que los nacionalistas han hecho de este concepto académico para imaginar una nación catalana en tiempos medievales.
En su libro «Historia mínima de Cataluña», Jordi Canal apunta que la mezcolanza entre la terminología de la época y la del tiempo del historiador ha provocado un «confusionismo pernicioso, amén de innecesario»:
«En la Edad Media no encontramos referencias ni a una supuesta confederación catalanoaragonesa, ni a reyes de Cataluña-Aragón, ni a condes-reyes, ni a Reino de Cataluña. Se trata de construcciones historiográficas y políticas contemporáneas».
La recurrente controversia sobre la idoneidad del uso del término Corona catalanoaragonesa ha vuelto a la actualidad a raíz de que el Gobierno de Aragón pidió la semana pasada la retirada de un libro de texto de la ESO, que usaban alumnos de un instituto de Huesca, porque incluía esta expresión. Una decisión duramente contestada por el Institut d'Estudis Catalans (IEC), que ha señalado que la designación es utilización habitual entre los historiadores con «carácter complementario y no alternativo al de 'Corona d'Aragó'».
La Corona de Aragón en su máxima extensión.
La Corona de Aragón en su máxima extensión.
Se considera, no en vano, que la primera vez que apareció el concepto de «confederación catalano aragonesa» fue en 1872, en un libro de aire romántico con ese título, obra de Antonio Bofarull i Broca (1821-1892), historiador, poeta y dramaturgo. Una obra que, al calor de Renaixença que se vivió con la cultura de habla catalana a mediados del siglo XIX, confería de forma poco precisa al Condado de Barcelona el mismo estatuto que al Reino de Aragón. Desde entonces, el término empezó a emplearse sin intenciones nacionalistas por muchos historiadores. Una preocupación semántica que algunos autores como Vicens Vives han apreciado innecesaria. Al respecto escribió en «Noticia de Cataluña»:
«Desde mediados del siglo XIX nos ha molestado que los Condes de Barcelona fuesen conocidos en todas partes bajo el nombre de Reyes de Aragón, que nuestros bisabuelos guerreros y mercaderes trascendieran a las páginas de la historia extranjera bautizados como “aragoneses”, que al hablar de nuestra expansión mediterránea se empleara el calificativo de aragonesa. Hemos acudido a los más refinados procedimientos para evitar semejante confusionismo: hemos hablado de Confederación catalanoaragonesa, de Reyes de Cataluña-Aragón, de condes-reyes, de monarcas con una, dos o tres numeraciones. A mi juicio, este infantilismo no solo nos ha perjudicado, molestado innecesariamente a los aragoneses, sino que ha creado un peligroso confusionismo en nuestro espíritu público, ya que hemos puesto en la picota una de las más fecundas soluciones de nuestro intervencionismo en el complejo mundo hispánico».

¿Qué fue la Corona de Aragón?

La zona que hoy corresponde a la comunidad autonómica de Cataluña estuvo desde el siglo XII unida al Reino de Aragón y solo durante un breve periodo fue un ente propio, incluso entonces dependiente de otros reinos. Así, tras el colapso de la Hispania Visigoda –que se extendía por prácticamente toda la Península Ibérica– y la invasión musulmana en el 718 d.C, el Imperio carolingio estableció una marca defensiva como frontera meridional con Al-Ándalus. Esto supuso la ocupación por los francos durante el último cuarto del siglo VIII de las actuales comarcas pirenaicas, de Gerona y, en el 801, de Barcelona.
El antiguo territorio visigodo se organizó políticamente en diferentes condados dependientes del rey franco. Pero conforme el poder central del Imperio se debilitaba en el siglo X, los condados catalanes, que estaban vertebrados por Barcelona, Gerona y Osona, fueron progresivamente desvinculándose de los francos. En el año 987, el conde Borrell II fue el primero en no prestar juramento al monarca de la dinastía de los Capetos, si bien se sometió en vasallaje al poderoso Califato de Córdoba. En este punto, las leyendas nacionalistas sitúan erróneamente al noble Wifredo «el Velloso» –el último conde de Barcelona designado por la monarquía franca– como el artífice no ya de la independencia de los condados catalanes, sino del nacimiento de Cataluña y sus símbolos.
La Corona de Aragón fue así un conjunto de reinos sometidos al Rey de Aragón entre los siglos XII y XV, entre los que estaban los Condados Catalanes, la propia Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Córcega...
En el siglo XII, el conde Ramón Berenguer IV se casó con Petronila de Aragón conforme al derecho aragonés, es decir, en un tipo de matrimonio donde el marido se integraba a la casa principal como un miembro de pleno derecho. El acuerdo supuso la unión del condado de Barcelona y del Reino de Aragón en la forma de lo que luego fue conocido como Corona de Aragón. En un contexto de alianzas medievales, la asociación de ambos territorios no fue, pues, el fruto de una fusión ni de una conquista, sino el resultado de una unión dinástica pactada entre la Casa de Aragón y la poseedora del Condado de Barcelona.
La Corona de Aragón fue así un conjunto de reinos sometidos al Rey de Aragón entre los siglos XII y XV, entre los que estaban los Condados Catalanes (conforme pasaron los siglos el Conde de Barcelona también se hizo con el resto de títulos), la propia Aragón, Valencia parcialmente, Sicilia, Córcega, Cerdeña, Nápoles y los ducados de Atenas y Neopatria. A lo largo del segundo cuarto del siglo XIII, se incorporaron a esta Corona las Islas Baleares y Valencia. Concretamente, el Reino de Valencia pasó a convertirse en un reino con sus propias Cortes y fueros. Y es que cada uno de los territorios mantuvieron por separado sus leyes, costumbres e instituciones, hasta el extremo de que el principal eje vertebrador era su obediencia al Rey de Aragón.
Origen legendario del escudo del Condado de Barcelona
Origen legendario del escudo del Condado de Barcelona-Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jorge
Una vez iniciada la expansión mediterránea, los Condados catalanes fueron el elemento más dinámico dentro de la Corona de Aragón, tanto a nivel militar como comercial. De ahí la insistencia de algunos historiadores a la hora de remarcar el protagonismo catalán en este periodo con términos tales como Corona catalaragonesa. Así y todo, la gran expansión mediterránea dejó paso a un periodo de declive económico y demográfico para Cataluña a partir del siglo XV, que vivió el auge de Valencia como gran puerto del Mare Nostrum y epicentro del poder de la Corona. Los catalanes perdieron su cacareado dinamismo coincidiendo con la unión dinástica que representaron los Reyes Católicos, en tanto, el periodo previo se convirtió en el mito de un tiempo mejor en el imaginario catalán. La Corona aragonesa representa así todo lo que el nacionalismo catalán pretende imaginar sobre el pasado de Cataluña. A excepción del nombre...
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