Luis M. Ontoso
La Comisión Europea destaca que el paro está en su nivel más bajo desde 2008, las inversiones crecen y los bancos son más fuertes.
En la historia reciente de la economía europea existen pocas fechas más significativas que el 9 de agosto de 2007: BNP Paribas, la mayor entidad financiera francesa y la segunda mayor del Viejo Continente por capitalización, decidía suspender temporalmente tres fondos de inversión por valor de 1.600 millones de euros debido a los problemas crecientes del mercado hipotecario de alto riesgo estadounidense. Europa aprendió, entonces, el significado de la palabra «subprime». Y años después haría lo propio con otros términos –prima de riesgo, deuda soberana, «rating», etcétera– hasta entonces recluidos en la jerga financiera y que se revelaron como protagonistas omnipresentes de la que, con el tiempo, se ha dado a conocer como Gran Recesión.
Diez años después de aquella fecha, la Comisión Europea da carpetazo a la que considera, en un comunicado publicado ayer, la peor crisis de la Unión Europea «en su historia de seis décadas». En la retina, los recuerdos aún no muy lejanos del rescate griego (80.000 millones por parte de los países miembros) y la línea de crédito de 45.000 millones para Irlanda en 2010, las primeras piezas en caer de un tablero al que después se unieron Portugal (52.000 millones en 2011), el sector bancario español (100.000 millones en 2012) y Chipre en 2013 (9.000 millones).
«Lo que inicialmente fue una crisis financiera se convirtió en una crisis bancaria y una crisis de deuda soberana, que pronto afectó a la economía real», recordó Bruselas, que reconoció que la recesión «dejó marcas profundas en ciudadanos, empresas y economías» de los países de la UE, hoy también enfrentados a retos de corte político, como la irrupción de los populismos y el Brexit.
El Ejecutivo comunitario defendió su gestión, que en los primeros capítulos de la crisis estuvo enfocada en taponar los problemas de liquidez, reequilibrar las cuentas públicas, reforzar la supervisión bancaria y evitar una sangría por los costes crecientes de la deuda soberana mediante mecanismos como el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y la Junta Europea de Riesgo Sistémico, en 2010; la aplicación del procedimiento de desequilibrio macroeconómico en 2011 y la entrada en vigor del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el considerado «cortafuegos» de la Eurozona, que vino a reemplazar en 2012 a las dos primeras estructuras, nacidas con un carácter temporal.
«Como resultado de estas acciones, la unión económica y monetaria de Europa se ha revisado considerablemente y la economía europea –y en particular la economía de la zona del euro– está de nuevo en forma. La recuperación europea es sostenida y el desempleo está disminuyendo constantemente», concluye la Comisión en el escrito, tras enumerar los objetivo generales de las medidas adoptadas durante los últimos años. «El número de estados miembros que pertenecen al euro ha aumentado de 12 a 19 y el euro es ahora la segunda moneda más importante del mundo. De los ocho países de la UE que recibieron ayuda financiera, solo Grecia sigue un programa de asistencia y se espera que salga a mediados de 2018», subrayó Bruselas. En el escrito, también recordó que únicamente tres países europeos están hoy «sujetos al brazo corrector» del procedimiento de déficit excesivo (Reino Unido, España y Francia).
Hacia la unión bancaria
El escenario actual difiere del registrado en el verano de 2007. La UE busca ahora incentivar la inversión privada y el crédito con programas de estímulo como el Plan Juncker y una política monetaria ultraexpansiva por parte del Banco Central Europeo (BCE), amén de los pasos dados en los últimos años para avanzar en una de las materias pendientes de la política económica común, la unión bancaria, con el Mecanismo Único de Resolución (MUR) como eje. Una herramienta que ya ha puesto a prueba este verano el Banco Popular, la primera entidad en ser intervenida por este nuevo sistema y que, a diferencia de lo sucedido con las nacionalizaciones de Bankia, Catalunya Caixa, Abanca y Banco Mare Nostrum (BMN), no ha requerido recursos de los ciudadanos europeos. Se imponen, no obstante, quitas a accionistas y bonistas para financiar el rescate.
De cualquier modo, el organismo advierte de que la unión monetaria continúa siendo «incompleta» y llama a tomar pasos más amplios en la integración del sector financiero. «Necesitamos progresar, completar la unión financiera, reformar nuestras economías para fomentar la convergencia, la inclusión y la resiliencia y mantener unas finanzas públicas sostenibles, para lo cual debemos perseguir un enfoque equilibrado donde la reducción y la distribución del riesgo vayan de la mano», recalcó Valdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión Europea. Pierre Moscovici, comisario de Asuntos Económicos, urgió a apoyarse en la actual inercia de crecimiento para dar el paso definitivo y alejar viejos fantasmas: «Debemos aprovechar el impulso positivo para completar la reforma de nuestro sistema económico y monetario».
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