Carlos Torralba/Xavier Fontdeglòria
Las dos mayores erupciones volcánicas de la historia se registraron en un país con 129 cráteres activos.
Una imagen del Anak Krakatoa, tomada el pasado julio, durante una de sus erupciones. GHAZALI (EFE) / REUTERS
En 1883, la explosión del Krakatoa se convirtió en una de las peores erupciones volcánicas que se conocen. El estruendo, el sonido más potente registrado en la historia, se escuchó a más de 4.500 kilómetros de distancia y sus cenizas, expulsadas a hasta 80 kilómetros de altura, oscurecieron el cielo de la región durante días. La erupción, en su etapa más cataclísmica, tuvo cuatro enormes explosiones en menos de cinco horas, cada una de las cuales desencadenó un tsunami. Murieron 36.000 personas, según las autoridades holandesas que controlaban la zona. La energía liberada por el Krakatoa entre el 26 y 27 de agosto de 1883 sería comparable a la producida por el estallido conjunto de 13.000 bombas atómicas como la de Hiroshima.
Más de dos tercios de la isla desaparecieron en la atmósfera y bajo el mar. 45 años después, en la caldera del Krakatoa —la gran cuenca que se originó tras el colapso— emergió una nueva isla volcánica. Fue bautizada Anak Krakatoa (hijo del Krakatoa). En 1928 la cima se alzaba solo nueve metros sobre el nivel del mar. Hoy crece más de cinco metros cada año y su cráter se sitúa a más de 300.
Anak Krakatoa es una isla deshabitada, aunque destino popular entre turistas y vulcanólogos. Las autoridades indonesias y de otros países siguen de forma permanente su evolución y actividad. El volcán se había mostrado especialmente activo desde junio, con frecuentes columnas de humo y ceniza. En octubre un barco turístico estuvo muy cerca de ser golpeado por rocas volcánicas. Desde hace un par de semanas las autoridades habían prohibido que cualquier persona o embarcación se acercara a menos de dos kilómetros.
El maremoto que asoló parte de la costa de Java y Sumatra este sábado no fue detectado por los sistemas de alerta, ya que no hubo un terremoto previo. “Parece que una erupción de escasa intensidad generó temblores volcánicos que modificaron la cuenca oceánica”, aclara Pablo Silva, catedrático de Geomorfología y Riesgos Geológicos de la Universidad de Salamanca. Silva explica que el tsunami se debió a una “concatenación de fenómenos geológicos”. Primero se produjo la actividad volcánica, que derivó en un deslizamiento de la cuenca oceánica. Este desplazó una ingente cantidad de agua que provocó el maremoto. Los estudios preliminares de los expertos indonesios apuntan a esta posibilidad.
El estrecho de Sonda, donde se sitúa el Anak Krakatoa, tiene una profundidad máxima de 20 metros. “Los tsunamis que se originan en zonas muy someras avanzan más lentamente y tienen mayor capacidad de inundación”, explica Jesús Galindo Zaldívar, catedrático de Geodinámica Interna en el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC-Universidad de Granada). El experto añade que, a diferencia de los que se producen a mucha profundidad, maremotos como el del sábado, que tardó 30 minutos en alcanzar la costa, solo impactan en las zonas más cercanas.
“El riesgo de catástrofe en Indonesia es muy grande porque es una zona de subducción”, argumenta Gabriel Gutiérrez, profesor de Geología en la Universidad de Salamanca. Una zona de subducción es aquella en la que una placa tectónica se hunde bajo otra. El docente añade que los registros geológicos muestran que las islas Canarias sufrieron en el pasado tsunamis similares al de este sábado.
Actividad sísmica
Indonesia es uno de los países con mayor actividad sísmica. Es un archipiélago de 17.000 islas e islotes y 129 volcanes activos que se encuentra en el Anillo de Fuego del Pacífico, en el que se producen el 90% de los terremotos del mundo. “Su actividad sísmica solo es comparable a la de Chile, Japón o Alaska”, según Silva.
Antes de que colapsara el Krakatoa, el Tambora, en la isla de Sumbawa, provocó en 1815 la mayor erupción registrada. Las cenizas que llegaron a la atmósfera impidieron que los rayos solares penetraran hasta la Tierra, lo que provocó una bajada de las temperaturas de varios grados que duraría meses y haría que 1816 pasara a conocerse como el Año sin Verano. Cuentan que en aquel frío estío Mary Shelley se refugió en una mansión y, bajo la lluvia y los cielos tenebrosos, se le ocurrió el personaje de Frankenstein.
Mucho antes, hace 79.000 años, la explosión del volcán Toba, en Sumatra, creó un agujero de 100 kilómetros de largo por 60 kilómetros de ancho, hoy ocupado por un lago.
El Anak Krakatoa no dejará de ser un riesgo en los próximos años. Los expertos creen que su actividad es semiperpetua. “Acabará estallando y desapareciendo. Seguro”, zanja Silva.
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