Lluís Miquel Hurtado
Dos milicianos iraquíes pasan junto a una pared pintada con la bandera del IS, en Al Qaim. AFP
Desde su apogeo, en el verano de 2014, el Estado Islámico no ha hecho más que perder. En poco más de tres meses ha perdido las dos mayores ciudades que sus huestes habían controlado, Mosul en Irak y Raqqa, en Siria, y, como una sucesión de fichas de dominó, está perdiendo rápidamente, uno a uno, todas las localidades que dominaba a lo largo de la cuenca del Éufrates. El califato se desmorona sin que oficialmente se sepa dónde está su califa.
Abu Bakr Bagdadi, el ex prisionero de las tropas estadounidenses en Irak, el sucesor del infame Abu Musab Zarqawi como cabecilla de Al Qaeda en Irak, el fundador del IS y el autoproclamado líder espiritual de todos los musulmanes está escondido. El paradero de la cabeza por la que EEUU está dispuesta a pagar más de veinte millones de euros es un misterio. Su mayor logro es haber corrido, hasta hoy, mejor suerte que muchos de sus emires - gobernadores territoriales - abatidos por drones estadounidenses.
El 17 de junio pasado, el Ministerio de Defensa de Rusia anunció que estaba investigando si uno de sus bombardeos en Raqqa, un mes antes, había acabado con él. No hubo confirmaciones posteriores. Pero sí constató por su parte el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos -una organización opositora siria en la que muchos medios internacionales han confiado para sus informaciones-, que el califa había muerto en Deir Ezzor el pasado 11 de julio.
Un mensaje de audio atribuido a Bagdadi, publicado en Internet el 29 de septiembre pasado, provocó que los dos anuncios anteriores acabaran en el mismo saco que decenas de noticias más sin verificar, asegurando que el líder del IS estaba herido, en coma o en el paraíso. Las dudas han ensanchado la leyenda de quien, por otra parte, y a diferencia de otros dirigentes yihadistas como Bin Laden, apenas se ha dejado ver en vídeos y ha emitido pocos mensajes de voz, en relación con la ingente cantidad de propaganda que emite el IS.
Un califato sin califa
Pero la cuestión persiste: ¿Dónde está Bagdadi? Omar Abu Leila, un analista militar sirio oriundo de Deir Ezzor, asegura que "Bagdadi y otros líderes del IS están en la región oeste del desierto de Deir Ezzor". "Se esconden ahí, aunque nadie sabe dónde exactamente, porque en Irak ya no tienen opción por la acción del ejército iraquí", explica. "En cambio, el amplio desierto que se extiende por las provincias de Deir Ezzor y Homs, y alcanza hasta las fronteras de otros países como Jordania, le permite moverse fácilmente".
Omar Abu Leila subraya: "Para ser honesto, a Bagdadi ya no se le escucha en absoluto. Han perdido muchos combatientes y dirigentes, ya no se puede depender de él para mantener su fortaleza". En esta línea, Otso Iho, analista del IHS Jane's Terrorism and Insurgency Center, explica al Washington Post que el IS lleva años preparado para sobrevivir sin su líder: "La estructura organizativa del IS se ha construido para asegurar que la muerte de Bagdadi no significaría un duro golpe para sus operaciones".
Un ejemplo del funcionamiento efectivo de esta estratagema son los tiempos posteriores a los anuncios globales de la muerte del 'califa'. Los mecanismos de propaganda del IS no mencionaron esta cuestión y los acólitos del grupo no cesaron en su empeño de aterrorizar el mundo. Por contra, recuerdan expertos, la muerte de Bin Laden, y en especial la de su socio iraquí Zarqawi, en un bombardeo estadounidense en 2006, rebajaron la vigorosidad de Al Qaeda.
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