Ethel Bonet
El heredero quiere modernizar la sociedad y economía saudíes
Con un golpe de mano el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salman (MbS, como se le conoce), ha intentado centralizar el poder y se ha deshecho de rivales y enemigos para allanar el camino a su ascenso al trono de Arabia Saudí. La purga palaciega emprendida esta semana por el rey Salman ha dejado a su hijo favorito al cargo de los tres «ejércitos» de Arabia Saudí: la dirección de Aramco –la mayor compañía estatal de petróleo del mundo– y del comité que se encarga de todos los asuntos económicos del reino, y ahora también el control de todos los medios de comunicación saudíes.
La lista de los arrestados por corrupción es tan larga que impresionó a los propios saudíes, ya que incluía a figuras que parecían intocables, en particular, a miembros de la realeza. Bin Salman ha ido acumulando poder tras convertirse en ministro de Defensa en 2015, y desde entonces ha ido concentrando muchas otras carteras, incluyendo la de Economía, Interior y la Guardia Nacional.
En Arabia Saudí, «las Fuerzas Armadas se establecieron como tres instituciones separadas para impedir un golpe de palacio», explica a LA RAZÓN Rami Al Juri, experto en la Universidad Americana de Beirut (AUB). Estas fuerzas son: el Ejército regular, la Guardia Nacional y las Fuerzas de Seguridad del Ministerio del Interior, cada una encabezada por una rama diferente de la Casa de Saud.
En menos de dos años, el impetuoso príncipe Bin Salman ha conducido a Arabia Saudí a una larga guerra en el Yemen, que no tiene solución a la vista, y a una agria enemistad con su vecino Qatar. El joven príncipe ha impuesto medidas económicas draconianas como el recorte los subsidios estatales para rehacer la economía nacional, dependiente del petróleo, y abrirla a su vez a la necesaria inversión extranjera.
También ha dado pasos simbólicos para rebajar los estrictos códigos morales, como el levantamiento de la prohibición de conducir a las mujeres. «Bin Salman parece decidido a llevar al país al otro extremo. Parece que está trabajando para que Arabia Saudí se despoje de todo lo que tenga que ver con su herencia religiosa», señala el analista. Para Juri , la decisión de MbS es «profundamente arraigada y sensible», ya que en el reino saudí «religión y Estado están entrelazados».
En el plano internacional, el príncipe heredero busca reposicionar a Arabia Saudí como líder del mundo árabe y, en particular, de los suníes. Bin Salman está aplicando una línea aún más dura contra la República Islámica de Irán, a la que considera el origen de muchos de los problemas de la región.
El conflicto en Yemen comenzó para impedir que Irán ganara influencia a través de los rebeldes hutíes. Sin embargo, tres años después, Arabia Saudí sigue gastándose millones de dólares en armamento en una guerra imposible de ganar.
En otro frente, Irán, líder de los chiíes, ha jugado un papel clave para derrocar al Estado Islámico, apoyando militarmente al Gobierno iraquí. En Siria, junto con Hezbolá y Rusia, ha ayudado al régimen de Bachar al Asad a derrotar a los rebeldes respaldados por EE UU, Arabia Saudí y el Golfo. Una hegemoníaque se extiende por tada la zona, hasta Líbano. Y aunque Riad niega haber tenido que ver con la renuncia del ex primer ministro, Saad Hariri, es significativo que la repentina dimisión haya ocurrido en un momento en el que la guerra contra el Estado Islámico está llegando a su fin e Irán está ganando influencia regional.
Según analistas consultados por LA RAZÓN, la renuncia de Hariri significa que Arabia Saudí, que ha apoyado políticamente y financiado a la familia Hariri durante décadas, «está reajustando su política en el Líbano para debilitar a Hezbolá de manera más efectiva». Para Basam Lahud, experto en política de Oriente Medio, el momento de esta posible reformulación de la política saudí en el Líbano «es curioso», porque «coincide con que la Administración del presidente Donald Trump acaba de lanzar una estrategia contra Irán más agresiva para limitar sus actividades en toda la región». También «han aumentado las tensiones entre Israel y Hezbolá, lo que podría llevar a estos viejos antagonistas a volver a las armas, un escenario que los saudíes celebrarían». Sin embargo, a juicio del experto, la partida de Hariri no significa necesariamente que vaya a haber otro conflicto entre Israel y Hezbolá, pero sí hace que Líbano se haya vuelto más vulnerable . «Con Hariri fuera de Líbano, la legitimidad del Gobierno se ve inmediatamente cuestionada, lo que la convierte en un blanco teóricamente más fácil para los enemigos de Hezbolá, incluidos Washington y Tel Aviv», advierte.
A medida que MbS ha consolidado su poder en el reino saudí, está emergiendo un nuevo eje, que se extiende desde Washington hasta Tel Aviv, pasando por Riad y Abu Dhabi, con la intención de contrarrestar el peso de Irán y sus aliados. Para el experto, «si las cosas continúan así, Líbano podría ser una de entre las muchas víctimas de este conflicto».
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