Antonio Maqueda
El PIB de España avanzó un 0,7% en el cuarto trimestre del año pasado, muy por encima del crecimiento registrado en la zona euro.
Planta de Seat en Martorell. ALBERT GARCIA
La economía española aguanta sorprendentemente en medio de la ralentización global. El Producto Interior Bruto del país cerró 2018 con un crecimiento anual del 2,5%, según el avance provisional publicado este jueves por el INE.
La desaceleración del PIB es evidente respecto a las tasas del 3% o superiores que se habían encadenado en los tres años precedentes. Sin embargo, el crecimiento registrado se antoja muy positivo cuando se compara con la evolución de la zona euro: en los datos del cuarto trimestre conocidos este jueves, la actividad en España avanza a ritmos del 0,7%, una mejora de una décima respecto al 0,6% obtenido en los tres trimestres anteriores y muy por encima del 0,2% que se ha exhibido en el cuarto trimestre de una zona euro baqueteada por la incertidumbre en Italia, los chalecos amarillos en Francia o los problemas de la industria alemana del automóvil para adoptar las nuevas regulaciones medioambientales. En definitiva, pese a la ralentización de los socios comerciales la economía española resiste.
La leve mejora del PIB español se explica por varios factores: uno de ellos es el empleo, que se eleva un 0,6% en el trimestre. Otro es la recuperación de las exportaciones, que vuelven a crecer después de que en el trimestre anterior retrocedieran por primera vez en cinco años. Las ventas al exterior registran un robusto incremento trimestral del 1,9%, superior incluso al 1,1% que suman las importaciones.
"La sorpresa ha sido el sector exterior. Las exportaciones han crecido casi un 2% trimestral en un contexto en el que nadie se lo esperaba", explica María Jesús Fernández, analista de Funcas.
Además, el consumo de las Administraciones Públicas se dispara un 1,2% trimestral, una tasa muy elevada y que explica hasta un tercio del crecimiento. Por sectores, en el trimestre tiran con fuerza la agricultura (+5,3%), la construcción (+1,2%), los servicios de información y comunicaciones (+2,1%), de actividades financieras (+3,1%), de profesionales (+1,7%) y el inmobiliario (+1,4%).
Por el contrario, pierde un poco de brío el consumo de los hogares, que crece un 0,5% respecto al 0,8% del trimestre anterior. Aun así, se trata de un avance bastante sólido. En la parte negativa lo que llama realmente la atención es el desplome trimestral de la industria, que pierde un 0,9%. El sector está muy expuesto a las ventas al exterior, ha sufrido el anuncio de cierres de plantas y padece los efectos de la homologación de estándares medioambientales, que han provocado un cuello de botella en la producción de vehículos.
Cae la inversión y tira el gasto público
También resalta como nota negativa la caída de la inversión, que cede un 0,2% después de haber estado anotándose incrementos bastante importantes durante los cinco trimestres precedentes. Pese a la notable resistencia de la economía española, que el consumo público sea el que empuje y no la inversión parece una mala señal. "La inversión, sobre todo la dedicada a maquinaria, que cae un 1,5% trimestral, se considera una especie de termómetro de las expectativas de las empresas", señala el economista de BBVA Research, Rafael Doménech.
La remuneración por asalariado y los costes laborales se han acelerado bastante y avanzan en términos trimestrales un 1,5% y un 1,6%, respectivamente. No obstante, en principio, estas subidas se están produciendo en línea o por debajo de lo que aumentan en la zona euro, de forma que todavía se estaría manteniendo la competitividad en esta parcela.
Según señala el INE, "la contribución de la demanda nacional al crecimiento interanual del PIB es de 2,7 puntos, una décima inferior a la del tercer trimestre. Por su parte, la demanda externa presenta una aportación de -0,3 puntos, una décima superior a la del trimestre pasado". Es decir, a pesar de la mejora trimestral de las exportaciones, la demanda exterior sigue restando crecimiento debido a que en el año hemos estado importando más que exportando, lo que a su vez se traduce en un deterioro del actual superávit con el exterior, necesario para seguir reduciendo la elevada deuda de España con el extranjero.
En la variación interanual, el consumo de los hogares aumenta un 4,1%, en línea con lo que ha crecido el conjunto de remuneración de los asalariados: un 4,7% más. Este hecho contrasta con el escaso incremento de los excedentes empresariales, que solo repunta un 1%. De lo que se deduce que las empresas están dedicando más recursos al empleo y las subidas de salarios.
El gasto de las Administraciones también sube un 4,1% interanual. Y la inversión engorda un 6,4%. En cambio, el sector exterior ha restado porque las exportaciones han aumentado un 3,5% frente a un incremento de las importaciones mayor, del 7,7%. Por sectores, sobresale la construcción (+8,3%) y los servicios (+3,6%). La industria desciende un 0,6% interanual.
Una economía puede crecer a fuerza de añadir gente trabajando o de hacer más con los que ya tiene, esto es, mejorando la productividad. La recuperación de la actividad en España está siendo muy intensiva en creación empleo. Mientras que en 2018 el PIB se ha elevado un 2,5%, la ocupación ha sumado otro 2,5%. Y por ese motivo el incremento de la productividad en el conjunto del año ha sido del 0%. Al incorporar a muchos parados con menor cualificación que los que están trabajando, parece difícil ganar productividad. En estas circunstancias, el cambio de modelo hacia una economía más productiva se convierte en una tarea mucho más complicada. Sobre todo cuando ganan protagonismo sectores poco productivos como la construcción o las Administraciones y pierde peso uno productivo como la industria.
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