María R. Sahuquillo
El Gobierno ruso y empresas estatales han gastado millones en convertir a Caracas en un aliado estratégico. Si el régimen chavista cae, Moscú tiene mucho que perder.
Nicolás Maduro (izquierda) y Vladímir Putin, en el Kremlin de Moscú el 4 de octubre de 2018. En vídeo, declaraciones del ministro venezolano de Exteriores. AFP
Cuando hace mes y medio Nicolás Maduro viajó a Moscú lo hizo con un propósito claro: cimentar los lazos económicos que unen a Venezuela, cada vez más aislada por la presión internacional, con Rusia. La visita dio sus frutos. Inmediatamente, el Kremlin anunció acuerdos agrícolas y de defensa. Una semana más tarde, llegaban al país latinoamericano, asolado por una profundísima crisis, dos bombarderos rusos con capacidad nuclear. Los cazas son solo una migaja. En los últimos años, Rusia ha apoyado al líder chavista con miles de millones de dólares en forma de líneas de financiación y acuerdos comerciales. Un gran esfuerzo económico, pero sobre todo un movimiento estratégico para Moscú, que ha visto en Maduro una baza para influir en Latinoamérica frente a Estados Unidos. Si el chavista cae, Putin tiene mucho que perder.
El Kremlin ha definido la situación en Venezuela como “un golpe de Estado”. Tras la proclamación de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, como líder del país, Rusia no ha cesado de enfatizar que tanto este dirigente como el resto de la oposición son solo “peones en el juego criminal” de Estados Unidos y Occidente. Y, aunque se ha ofrecido como mediador, cada día sus comentarios suben un poco de tono. Este martes, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha insistido en el apoyo ruso a Maduro y ha criticado las sanciones estadounidenses a la petrolera PDVSA, que ha calificado de "ilegales". "Defenderemos nuestros intereses [en Venezuela] en el marco del derecho internacional, usando todos los medios a nuestra disposición", ha recalcado.
Entre bambalinas se habla de dinero. También de poder. Rusia es el segundo socio comercial y acreedor más importante de Venezuela, tras China. Las cifras no son precisamente transparentes en ninguno de los dos países, pero según distintas investigaciones, el Gobierno ruso y el gigante petrolero Rosneft han invertido al menos 17.000 millones de dólares (casi 15.000 millones euros) en el país latinoamericano desde 2006. Aunque otros cálculos menos conservadores cifran la cantidad –la mayoría en forma de préstamos y rescates— en al menos 20.000 millones de dólares.
Venezuela debe hoy a Rusia un mínimo de 6.500 millones de dólares (5.600 millones de euros). La mitad es deuda soberana a pagar al Estado ruso; la otra parte, a la petrolera estatal, Rosneft, según datos oficiales. Y si Maduro deja el poder, aunque los préstamos son al país y no a quien lo encabeza, hay una alta probabilidad de que Moscú jamás recupere los millones invertidos. Rusia ha mantenido estos años contactos también con la oposición venezolana, como explica un diplomático ruso. Pero si alguna vez hubo alguna posibilidad de cambiar de bando, el inmediato apoyo de EE UU a Guaidó ha alejado por completo esa opción. Un día después de que el presidente de la Asamblea Nacional se autoproclamara "presidente encargado", las acciones en Rosneft cayeron hasta un 3,4%.
Pero en Moscú se elude hablar de pérdidas. El diputado de Solo Rusia (socio del partido de Gobierno) Mijaíl Emeliyanov recalca furibundo que en este asunto no se trata de dinero. “No fueron acuerdos comerciales, sino un cálculo geopolítico. Por eso no tiene sentido cifrar las pérdidas”, insiste. Ígor Pshenníchnikov, del Instituto Ruso de Estudios Estratégicos, comparte esa visión y afirma que por encima de todo están los intereses estratégicos de Rusia. “Aquí lo principal es que Estados Unidos está suprimiendo el orden jurídico nacional, por eso hemos alzado la voz. Hemos visto lo mismo en Siria, en Irán, en Libia… Y ahora podemos verlo repetirse en América Latina”, dice. “Y si se produce una guerra civil en Venezuela, eso va a afectar a toda la región”, añade.
Las sanciones occidentales por anexionarse Crimea en 2014 y por los escándalos de espionaje, han impulsado a Moscú a buscar nuevos aliados en África, Asia y América Latina. Y aunque con Venezuela –sumida en sus propias sanciones-- tiene una relación fructífera desde los tiempos de Hugo Chávez, la crisis con EE UU y la UE ha llevado al Kremlin a estrecharlas más. Algo que no deja de ser una bofetada para Washington, que siempre ha considerado Latinoamérica como su tradicional área de influencia. Y otro intento más de posicionarse como un actor global, como la Gran Rusia.
En sus casi 20 años en el poder, Putin ha estado en Venezuela una sola vez, en 2010, cuando ocupaba el puesto de primer ministro. Sin embargo, sus aliados venezolanos han sido los líderes extranjeros –-sin contar los de las repúblicas postsoviéticas— que más veces han visitado Moscú. Desde 2006 y hasta su muerte en 2013, Hugo Chávez visitó Rusia cada año, por ejemplo. Maduro ya ha estado en Moscú cinco veces.
Y esos vínculos le han reportado a Rusia ya algunas victorias. Venezuela suele respaldar a Rusia en las votaciones de la Asamblea General de Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales. En 2014, por ejemplo, votó en contra de la resolución de la ONU que condenaba la anexión rusa de Crimea, como recuerda la investigadora Julia Gurganus, del think tank Fondo Carnegie para la Paz Internacional y una de las autoras de El regreso de la Rusia global. Además, es uno de los pocos países –solo otros dos grandes, Siria y Nicaragua; además de tres pequeños Estados, como Nauru— que, tras la guerra de Rusia con Georgia, ha reconocido la independencia de las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur. La relación también le ha servido al Kremlin para promover sus intereses en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), de la que Rusia no es miembro.
Petróleo, armas, deudas
Así, los negocios han fluido entre Caracas y Moscú. Y los acuerdos han asegurado estos años el acceso preferente de Rusia a las jugosas reservas de petróleo venezolanas y han dado algo de aire a Maduro ante la precaria situación económica de Venezuela. Ahora, con las sanciones de Washington a la desarbolada petrolera estatal venezolana PDVSA y a Citgo, la empresa filial refinera que tiene en Estados Unidos, la situación se complica para Rusia. Rosneft ve Citgo, al menos hasta el momento, como una "garantía valiosa" de recuperar lo que PDVSA le debe, apunta Ellen R. Wald, investigadora del Centro de Energía Global del Atlantic Council. Además, añade esta experta, tomar el control de Citgo podría llevar a Rusia a aumentar su influencia en un sector sensible en EE UU. Y eso es algo que la Administración estadounidense no desea.
No es la primera vez que Venezuela tiene problemas para pagar. En 2017, Moscú decidió reprogramar la deuda hasta 2027. Y en octubre pasado, envió una delegación de alto nivel para poner en marcha un plan de contingencia económica y frenar el colapso de su aliado. En diciembre, tras la visita de Maduro, Putin anunció nuevas inversiones por más de 5.000 millones de dólares en la industria petrolera, 1.000 en otras industrias y acuerdos para suministrar más de 600.000 toneladas de trigo al país sudamericano.
Además, Venezuela es uno de los mercados de armas más importantes para Rusia. Entre 2005 y 2013, Caracas firmó con Moscú unos 30 contratos de defensa por valor de más de 11.000 millones de dólares, según contabiliza la agencia rusa Tass. Y después de 2013, esa colaboración ha seguido. A Venezuela han llegado no solo los dos polémicos Tupolev 160 –o Cisne blanco— y un grupo de pilotos de entrenamiento. También otras aeronaves. Y en diciembre, Maduro anunció que Venezuela y Rusia realizarían maniobras militares conjuntas.
El país latinoamericano es, de hecho, el único lugar, fuera de Rusia, donde se abrirá una de las fábricas emblema de la industria de defensa rusa: la de Kaláshnikov. La factoría –cuya inauguración se ha pospuesto varias veces por la situación económica de Venezuela— se está construyendo en Maracay, en el Estado de Aragua. Y además del famoso rifle de asalto ruso, fabricará también el venezolano Catatumbo. El propio Hugo Chávez anunció el acuerdo en 2006 en Izhevsk, ciudad cuna del inventor del arma.
En 2017, el Gobierno venezolano otorgó a Putin el recién creado premio Hugo Chávez a la Paz y la Soberanía de los Pueblos por su papel de "líder mundial de la paz".
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