martes, 26 de diciembre de 2017

Por qué el aumento de participación no cambió la mayoría independentista

EL PAÍS ESPAÑA
Kiko Llaneras/Jordi Pérez Colomé

El crecimiento espectacular en número de votantes en zonas constitucionalistas acabó por ser irrelevante.




Las encuestas preveían que en las elecciones del 21-D habría una movilización espectacular. No era fácil porque en 2015 la participación ya había sido la más alta de la historia de Cataluña: 74,9%. Pero, sorprendentemente, la participación subió aún más: hasta el 81,9%. La cifra bajará cuando se incorpore el voto desde el extranjero, pero superará la de 2015 por 4 o 5 puntos. Son cifras difíciles de alcanzar.
Los datos apuntaban también a que el aumento iba a centrarse en comarcas poco independentistas. Así fue, como se ve en el gráfico. La brecha de participación entre las comarcas más y menos independentistas se redujo en estas elecciones. La gran pregunta es, por tanto, por qué con esos nuevos votantes no se obtuvo una mayoría nueva en el Parlament. En realidad su aparición hizo mejorar los números de los partidos constitucionalistas, pero no tanto como para cambiar el resultado. ¿Por qué? Estas son las hipótesis más probables.
1. Los abstencionistas son desconocidos. Un ciudadano que no vota tampoco suele contestar encuestas. Y si las contesta es probable que diga que votará, aunque luego no lo haga. Por eso la abstención es difícil de predecir, porque apenas se declara, sino que se revela el día de las elecciones.
El ejemplo reciente más claro en España fue el caso de Podemos en las elecciones de junio de 2016. Las encuestas daban el famoso sorpasso al PSOE, pero luego no ocurrió: un motivo fue que muchos votantes que decían que iban a votar a Unidos Podemos acabaron por no hacerlo. ¿Por qué? Nadie tiene una respuesta clara.
2. Los abstencionistas están fuera del sistema. La abstención tradicional en Cataluña era la de quienes votaban en las generales y no en las autonómicas. Pero esos votantes ya detectaron que las elecciones de 2015 eran importantes: "La abstención diferencial tenía mucho peso cuando en las catalanas votaba el 60% y en las generales un 70%. Pero esa gente ya participó en 2015", dice José Fernández-Albertos, investigador del CSIC.
Esta vez, los ciudadanos que no votaron en 2015 y en 2017 decían que sí iban a votar eran también, sobre todo, no independentistas. Según datos del CIS de noviembre, había alrededor eran un 7% que iba a votar por una opción constitucionalista, frente a solo un 2% que preveía que iba a votar a un partido independentista. Había por tanto una bolsa mayor de votantes no independentistas que no habían votado y que esta vez quería hacerlo. Al final sí sumaron más votantes nuevos, pero no todos los que preveía el CIS: los independentistas consiguieron 96.000 votantes (un 2% del censo) y los constitucionalistas 180.000 (4%).

Pero, ¿ese 7% era realmente tan no independentista como decía? Viendo los resultados, es difícil de saber: "Cuando te vas al 80%, los votantes ya no tienen preferencias tan claras", dice Fernández-Albertos. El último que se moviliza es alguien con un perfil político poco desarrollado y por tanto muy imprevisible: "Tenemos menos información sobre su comportamiento electoral", dice Sandra León, profesora de la Universidad de York (Reino Unido). Sus opiniones sobre los partidos son tan débiles que igual que habitualmente no les impulsan a votar, pueden optar por cualquier partido una vez ante la urna. Es una hipótesis posible.
El electorado silencioso es más variado y variable de lo que a veces se piensa. "Entre quienes no habían votado en 2015, la mitad suspende a Arrimadas. Eso significa que una parte de ellos ya está dentro del discurso independentista", dice Fernández-Albertos.
3. La ley electoral penaliza el crecimiento urbano. La movilización no independentista se produjo en zonas urbanas. La ley electoral, en cambio, da más peso al aumento de votos en las zonas rurales lejos de Barcelona: "El sistema electoral filtra el impacto de la participación en los resultados", dice León.

Si Ciudadanos hubiera logrado que su porcentaje de votos en barrios de L'Hospitalet o Santa Coloma se hubiera dado por arte de magia en una comarca entre el Pla de l'Estany i la Garrotxa, hoy hablaríamos de otro resultado. Otra opción más plausible para el bloque constitucionalista sería modificar la ley electoral, aunque nadie haya logrado cambiarla en décadas. El menos interesado ahora es Junts per Catalunya, como antes CiU, que ha logrado el 40% de los votos en las comarcas menos densamente pobladas, pero sólo un 20% en el Barcelonès.
4. La lealtad del votante independentista. Otro camino para que el bloque constitucionalista hubiera logrado una mayoría con esta participación hubiera sido una ligera desmovilización de los independentistas. "Si por alguna razón, los independentistas sacan 47,1% en lugar de 47,4% igual pierden la mayoría absoluta y ahora estaríamos haciendo discursos distintos", dice Fernández-Albertos. Claramente no ocurrió.
Había cierto margen para que ocurriera. La reacción del independentismo a la fallida declaración unilateral provocó críticas, dudas y división. "Mirando las encuestas ves a gente independentista que estaba en contra", dice Laia Balcells, profesora de la Universidad de Georgetown (Estados Unidos). La economía era una de las preocupaciones principales: "Hay muchos independentistas preocupados por la economía. Valoraban peor a sus líderes y tenían su voto menos claro", dice Fernández-Albertos, y "no era del todo irrelevante", añade.
Pero pudo haber una reacción a la aplicación del 155 que implicó temores por asuntos troncales para una mayoría de catalanes: la escuela, la lengua, la televisión pública. "Es destacable la lealtad del voto independentista. Ha sido un efecto rebote por la represión. Es un voto defensivo ante una ofensiva nacionalista española", dice Balcells.

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