jueves, 31 de enero de 2019

La trágica existencia del duque de Cádiz, en el 30 aniversario de su accidente mortal de esquí

EL MUNDO LA OTRA CRÓNICA
Consuelo Font

Alfonso de Borbón y Dampierre, en la década de los 70. GTRES


El 30 de enero de 1989 Alfonso de Borbón murió decapitado por un cable de acero mientras practicaba esquí. No fue la única tragedia en su vida.

El 30 de enero de 1989 tuvo lugar un suceso que provocó una auténtica conmoción: Alfonso de Borbón y Dampierre, duque de Cádiz, primo del Rey Juan Carlos y primer marido de Carmen Martinez-Bordiú, fallecía a los 53 años en accidente de esquí en la estación de Beaver Creek, en Colorado. La tragedia se desencadenó cuando el duque descendía por una de las pistas y un cable de acero que un operario había colocado para una competición, le quebró el cuello. Mucho se ha especulado sobre este extraño accidente, ya que Alfonso de Borbón iba acompañado por el campeón de esquí Tony Sailer, y fue justo a su paso cuando el cable fue levantado a la altura de 1,75 cm.

Además, los primeros auxilios tardaron más de media hora en llegar e incluso posteriormente desaparecieron muchas de las fotos que se aportaron a la investigación del caso, que se saldó como negligencia, condenando a la estación de esquí a pagar una indemnización de 100 millones de pesetas a sus herederos. La propia Emmanuela Dampierre, madre del duque de Cádiz, mantenía que su hijo, quien tras frustrarse sus aspiraciones de reinar en España, se convirtió en candidato legitimista al trono francés, fue asesinado por los masones.
Especulaciones aparte, es cierto es que Alfonso de Borbón tuvo una existencia trágica. Primogénito del infante don Jaime, tercer hijo varón del rey Alfonso XIII, éste fue obligado a renunciar a sus derechos al trono en 1933 por ser sordomudo de nacimiento, pasando la sucesión a don Juan, padre del Rey Juan Carlos. Se casó con Emmanuela Dampierre, una noble italiana sin sangre real, lo cual también influyó para alejarle del trono, y de este matrimonio nacieron dos hijos: Alfonso, nacido en el exilio de Roma en 1936 y Gonzalo, un año menor, también fallecido de leucemia en el año 2000. Tras la temprana separación de sus padres, la existencia de ambos niños quedó a la deriva, y fueron enviados a un internado suizo, etapa en que la reina Victoria Eugenia, exiliada en Lausanne, ejerció con ellos de segunda madre.
En 1954, con permiso de Franco, vinieron a estudiar a España y Alfonso estudió Derecho en la universidad bilbaína de Deusto y en el CEU de Madrid. Padrino de la Infanta Cristina, sus relaciones con Don Juan Carlos se deterioraron por la obsesión del duque de Cádiz en hacer valer sus derechos al trono de España, pese a la renuncia de su padre y a que en 1969 Franco designó como sucesor a título de Rey a su primo Juan Carlos.
Ése fue para algunos uno de los motivos de su matrimonio con Carmen Martinez-Bordiú, la nieta primogénita y favorita de Franco, con la que protagonizó en 1972 un fastuoso enlace en el palacio de El Pardo, recibiendo del caudillo el ducado de Cádiz con tratamiento de Alteza Real para sí y sus descendientes. Boda cuyo inspirador fue el padre de Carmen, marqués de Villaverde, íntimo del duque, por entonces un atractivo treintañero que ejercía como embajador en Suecia. Pero la pareja, de la que nacieron dos hijos, Fran, en 1972 y Luis Alfonso, en 1974, pronto comenzó a hacer aguas y en 1979 se separaron tras enamorarse Carmen del anticuario francés Jean Marie Rossi. Con él, que sería su segundo marido y padre de su hija Cynthia, se instaló en París, quedándose Alfonso en Madrid con la custodia de los dos niños.
De nuevo la tragedia se cebó con el duque de Cádiz al morir su hijo Fran con 11 años en un terrible accidente de coche, cuando el automóvil que conducía Alfonso, que resultó gravísimamente herido, chocó contra un camión. El duque nunca se repuso emocionalmente de la muerte de su primogénito, como tampoco asumió el fracaso de su matrimonio ni sus frustradas aspiraciones al trono español, que palió tomando el testigo de los legitimistas como aspirante al trono francés en calidad de duque de Anjou. Todo ello inundó su existencia de una tristeza infinita, que sólo dulcificaba su otro hijo, Luis Alfonso, su razón de vivir y que a su muerte, quedó solo en Madrid.


Rechazó vivir en París con su madre y se instaló en casa de su abuela materna, la duquesa de Franco. Luis Alfonso, que ha recordado este miércoles a su padre en redes sociales, apenas heredó fortuna de su progenitor, salvo el chalet donde residían en Pozuelo de Alarcón y poco más, aunque sí tomó su testigo en la causa legitimista francesa como duque de Anjou. Lo hizo de forma más realista, asumiendo la representación histórica de los Borbones en Francia más que la remota posibilidad de un trono. Tras morir su padre, el ducado de Cádiz pasó a ser vitalicio, por lo que Luis Alfonso no lo heredó, aunque sí la condición de Alteza Real con la que nació y de la que, según los expertos en derecho nobiliario, nadie puede despojarle mientras viva. Luis Alfonso no será duque de Cádiz, pero sí de Franco, título que ha heredado su madre y a su muerte pasará a su primogénito. Casado desde el año 2004 con la millonaria venezolana Margarita Vargas, y a la espera de la llegada de su cuarto hijo, Luis Alfonso parece haber vencido la maldición que persiguió a su padre, al que confiesa seguir recordando todos los días.

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