domingo, 15 de enero de 2017

El menor poder adquisitivo de los salarios amenaza la recuperación. 4º ESO-Economía

EL PAÍS ECONOMÍA-NEGOCIOS
Thiago Ferrer Morini

Los trabajadores temporales han tenido un gran impacto en su poder adquisitivo.  REUTERS

La pugna por el futuro de los salarios está que arde. Esta semana, patronal y sindicatos trazaron sus líneas para la próxima ronda de negociaciones. Los sindicatos piden una revisión salarial entre el 1,8% y el 3%, que permita recuperar en parte la capacidad de compra perdida durante la crisis. La patronal CEOE, por su parte, propone una subida de, como mucho, el 1,5% (la inflación cerró 2016 en el 1,6%, según el INE), a la que se puede sumar hasta medio punto adicional dependiendo de los esfuerzos que hagan las empresas para mejorar la productividad y reducir el absentismo laboral.

Entre los argumentos de la patronal está el hecho de que la devaluación salarial ha servido para impulsar la economía, sobre todo en las exportaciones. Pero sindicatos y economistas alertan que, a medio y largo plazo, el efecto que tiene en la capacidad de los asalariados de gastar y consumir puede acabar haciendo daño a la misma recuperación que contribuyó a construir.
El Gobierno español prevé que durante 2017 se va a batir una marca simbólica: el producto interior bruto (PIB), la suma del conjunto de la economía del país, superará la cifra de 1,128 billones de euros con la que cerró 2008. En términos absolutos, la Gran Recesión, si no ha terminado, está a punto de hacerlo. Sin embargo, para millones de familias españolas, el documento que refleja realmente el estado de su economía, la nómina al final de mes —cuando la hay— no solo no ha vuelto a los niveles previos a la crisis sino que, en el caso de los trabajadores que menos ganan, ha perdido más de una cuarta parte de su poder de compra.
Según el Instituto Nacional de Estadística, el salario bruto medio en España en 2014 (el último ejercicio del que tienen datos) fue de 22.858 euros por persona, un 0,7% más que el año anterior y un 4,4% por encima del dato de 2008. Si se hubiese ajustado por el dato de la inflación desde ese año, sería de 24.466 euros. A la vez, el salario mediano —es decir, el que recibe un español en un punto ideal en el que la mitad de los asalariados gana más que él y la otra mitad menos— fue de alrededor de 16.500 euros.
Pero es precisamente el deterioro de los convenios colectivos consecuencia de la reforma laboral al permitir, entre otras medidas, que las empresas se descuelguen unilateralmente de los acuerdos y cambien las condiciones laborales de sus empleados— lo que complica saber qué vendrá ahora.

LA PERSISTENTE BRECHA SALARIAL DE LAS MUJERES

La diferencia entre hombres y mujeres en España se revela en una cifra: 64,8%. Es el porcentaje del salario medio masculino que cobran las mujeres en España. Aunque está por debajo de la media de la UE (que es de 60,2%), la reducción de las diferencias sigue siendo uno de los objetivos fundamentales de la política laboral europea. "Yo creo que es un problema que no tiene solución a corto plazo", sopesa Daniel Patricio Jiménez, de ESIC. "Estamos avanzando poco a poco". Uno de los factores más importantes en el tamaño de esa brecha salarial es el hecho de que, mientras solo un 7% de los hombres trabaja a tiempo parcial, esa cifra asciende al 25% entre las mujeres. Eso hace que mientras que apenas un 7,8% de los asalariados varones gana el equivalente a menos de un salario mínimo interprofesional, esa cifra se dispara a un 18,6% entre las mujeres. En 2013, los consejos de administración de las mayores empresas cotizadas de la Unión Europea tenían un porcentaje de mujeres de solo un 17,8%. La proporción de consejeras delegadas era aún menor: un 2,8%. "Todavía hay más gerentes y más secretarias", señala el economista Diego Barceló.
"En el momento en el que prevalecen los acuerdos de empresa, eso incentiva la contención salarial", considera Daniel Fuentes, economista sénior de AFI. "Los salarios por convenio colectivo tienen una relación muy intensa con la inflación, una espiral por convenios y cláusulas de garantía salarial, que hasta ahora respondían a la evolución del IPC", apunta Florentino Felgueroso, investigador asociado de Fedea. "Habrá que ver hasta qué punto vamos a ser capaces de controlar esa espiral, porque no sabemos cómo va a responder el modelo de negociación colectiva". "No hay ningún síntoma de que los salarios vayan a subir", considera Fuentes. "Desde un punto de vista meramente coyuntural, los indicadores macroeconómicos nos están indicando que no se ven tensiones".
Para el año que termina, Rafael Doménech, economista jefe para Economías avanzadas de BBVA, estima una caída del poder adquisitivo del 0,5%. "El problema es que con la desaparición del efecto que producían los precios bajos de la energía y una inflación al alza, el país se está empobreciendo frente al resto del mundo, de la misma manera que se ha beneficiado en el pasado".
Puede que para las familias que tenían que enfrentarse a la cesta de la compra mensual, la contención haya sido un desastre, pero su efecto en las cifras macroeconómicas, por el contrario, fue positivo. "En la crisis se destruyeron muchos empleos y las empresas se quedaron con las actividades más centrales y más productivas", explica Doménech. "Los salarios perdieron poder adquisitivo, pero esto estaba matizado por la baja inflación", apunta Fuentes. "Eso explica el fuerte crecimiento del PIB" (que ha ganado más de un 10% desde 2013).
A la vez, si a partir de 2004 la productividad se puso por debajo de la media de la Unión Europea, en 2009 se puso cinco puntos por encima, según Eurostat. La mayor productividad hizo más competitivos los productos españoles, lo que sumado a la depresión del mercado interno —el gasto medio por hogar cerró 2015 en alrededor de 27.000 euros, 4.000 menos que antes de la crisis— lanzó a impulsar con éxito su vertiente exportadora. Sin embargo, el diferencial de productividad se ha ido reduciendo desde entonces, hasta el punto de que en 2014 y 2015 estuvo por debajo del crecimiento de la inflación. Y, por supuesto, sigue sin superar la media de la zona euro.
Lo que se discute es saber si el incremento de la productividad provocado por la contención salarial justifica una caída del consumo. "Si no aumenta la productividad, hablar de aumento de salarios es pegarse un tiro en el pie", considera el economista Diego Barceló. "Cuando los aumentos salariales no vienen acompañados de aumentos de la productividad, paradójicamente las rentas salariales, lo que el conjunto de la población recibe por su trabajo, caen", apunta Doménech. Para Jordi García Viña, director de relaciones laborales de CEOE, ese es el motivo por el que la propuesta incluye un segmento aplicable conforme la productividad. "El IPC no tiene nada que ver con la actividad económica de las empresas".

Deterioro mal repartido

Según los datos del INE, el salario real cayó un 1,5% en los tres años que van de 2011 a 2014. Sin embargo, ese deterioro ha estado claramente mal repartido en detrimento de los trabajadores que cobran menos: mientras que para el 10% de los asalariados que gana más el sueldo real creció un 0,7% en esos tres años —y un 10,4% en los tres años anteriores— para el 10% que menos gana la pérdida de poder adquisitivo acumulada desde el inicio de la crisis ha sido de un apabullante 27,6%. "Se habla mucho de las clases medias, pero quienes realmente han soportado el coste son los trabajadores que ya estaban en el furgón de cola", considera Fuentes.
"La rebaja salarial es más intensa donde se concentran los trabajadores menos cualificados", apunta Carlos Martín en un informe reciente. "Es donde el ejército de reserva desempleado ejerce más presión y donde la capacidad de protección de los sindicatos es más baja". El "ejército de reserva" al que se refiere Martín es, en palabras de Fuentes, el aún alto porcentaje de españoles en paro. "Con las actuales tasas de desempleo, se van a seguir puestos de trabajo sin que crezcan los salarios", señala. "Una vez se llegue a ese suelo, generar empleo va a ser más costoso y los salarios van a subir. Doy un margen de al menos dos años para eso".

TIEMPO PARCIAL, TECNOLOGÍA Y EL FUTURO DE LOS SALARIOS

El porcentaje de trabajadores de entre 20 y 64 años a tiempo parcial en la zona euro ha pasado de 17,6% en 2005 a 21,3% en 2015, según Eurostat. En España, la cifra ha pasado del 11,7% al 15,5%. Aunque aún está lejos de la situación de países como Holanda, la reducción de las jornadas laborales ha sido uno de los instrumentos de contención salarial más potentes de las empresas españolas.
Para Daniel Patricio Jiménez, profesor del ESIC, la situación no va a ir a mejor, por el avance tecnológico y las economías que están, poco a poco, recortando el trabajo a tiempo completo. "Lo que yo veo es que, al final, no hay trabajo para todos", considera. "Independientemente de las modalidades de producción, la gente tendrá que acostumbrarse a compartir puestos de trabajo".
"Lo que ha quedado demostrado estos últimos años es que el empleo no es suficiente para salir de la pobreza laboral", desarrolla Florentino Felgueroso, de Fedea. "El efecto de las nuevas tecnologías es que se contrata de forma más puntual. El gran problema no es realmente el salario-hora, sino lo que van a recibir los trabajadores a lo largo del año. Hay seis millones de personas cobrando menos que el salario mínimo. Es por eso que habría que sentarse y debatir ideas como complementos salariales y rentas básicas. Porque lo que está en juego son las prestaciones sociales del futuro".
Otros que están en la lista de los perjudicados son los que se incorporan a un nuevo puesto de trabajo. Si la caída de salarios promedio de los trabajadores a tiempo parcial ha sido, de media, de un 6,5%, para los que llevan menos de un año en la empresa esta es de un 11,3%. Las cosas no mejoran para los puestos a jornada completa: los sueldos para los recién incorporados han caído de media un 5,3%, a pesar de que los salarios en general se han incrementado en un 6%.
Las sucesivas reformas laborales en 2010 y 2012 no hicieron sino reforzar este proceso. "La reforma fue muy dura", señala Martín. "No solo ha hecho muy fácil que cuando lleguen las crisis el ajuste caiga sobre los trabajadores, sino que además ha hecho más difícil que, cuando la situación económica cambie, esa mejoría se transmita a los asalariados".
Pero, para Felgueroso, la reforma no es el origen del problema. "El error es culpar a la reforma laboral del fenómeno de la precariedad", considera. "El proceso de deterioro ya venía aumentando de antes". "Es difícil separar en qué medida la flexibilidad salarial con la situación económica se debe a la reforma laboral y cuánto al acuerdo de los agentes sociales para la negociación colectiva en 2012", apunta Doménech. "Los dos hechos ocurrieron simultáneamente y es difícil distinguir qué viene de qué. Lo que sí sabemos es que los dos han contribuido. De 2013 en adelante, los salarios nominales crecieron poco, pero crecieron, y por encima de la productividad", señala Doménech. En ese período, los sueldos pactados por convenio colectivo también subieron por encima de la inflación, una tendencia que se ha roto en 2016, con un aumento del 1,06%.
"Vemos una desaceleración del crecimiento por el canal de los salarios", indica Fuentes. "Se va a debilitar la capacidad de consumo de los hogares y las aportaciones a la Seguridad Social. Económicamente, esto no es sostenible a largo plazo. Como no adoptemos medidas de mejora real, volveremos a tener un problema similar dentro de cinco años. La solución tiene que ser permanente".
Y, según los sindicatos, la respuesta está clara. "Las empresas han obtenido unos beneficios extraordinarios que les han permitido amortizar una losa de endeudamiento", indica Carlos Martín, responsable del gabinete económico de Comisiones Obreras. "Pero el apalancamiento de las empresas ya está en línea con la media de la eurozona. Ese es uno de los motivos por los que ya va siendo hora de cambiar de tercio y apostar por una subida salarial que consolide el consumo". "La política salarial de 2017 debe ser una pieza clave para solucionar las necesidades más acuciantes de la economía española, para aumentar la productividad y para garantizar que el crecimiento llega a las personas", complementan desde UGT. "Lo normal es que ahora se pida un aumento salarial coherente con la recuperación económica", señala Felgueroso.
Además, a finales de 2016 el empleo registraba sus mejores cifras de la serie estadística al reducirse en 390.534 personas, para cerrar el ejercicio con 3.702.974 parados. Ante estas circunstancias, consecuencia del recalentamiento de la economía —las previsiones de crecimiento del PIB español para el año recién terminado rondan el 3,2%, uno de los mayores de la zona euro— cabría esperar una subida de salarios que transmitiese esa recuperación a los bolsillos de los trabajadores españoles y mantuviese su capacidad de comprar y consumir.
Sobre todo, porque es lo que está pasando en la mayoría de países similares a España. "El crecimiento del salario real se ha acelerado en los países desarrollados", apuntaba el último informe sobre salarios de la Organización Internacional del Trabajo. "En los países del G-20, el alza pasó del 0,2% en 2012 a un 1,7% en 2015, la mayor de los últimos diez años. La aceleración en Estados Unidos y en Alemania explica una parte importante de esas tendencias".

El corsé del euro

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Uno de los motivos ha sido el corsé de la moneda única, que impidió recurrir a la forma tradicional de enfrentarse a los ajustes: devaluando la moneda. "Ha sido una crisis muy larga, con un impacto tanto en el número de puestos de trabajo como en las condiciones laborales", señala Florentino Felgueroso. "En la primera fase de la crisis hubo una destrucción de empleo temporal importante, tanto así que el salario medio llegó a subir. La siguiente fase fue de congelación salarial y, luego, de ajuste".
Pero saber cuánto ganan realmente los asalariados ha sido desde siempre una tarea complicada por la diversidad y la temporalidad del mercado de trabajo. Las cifras del INE contrastan con las de la Agencia Tributaria, que indican que en 2015 los 17,3 millones de asalariados que hay en España cobraron de media 18.645 euros al año, un 1,2% más que en el ejercicio de 2014.
Además, señala Fuentes, en las estadísticas de los asalariados españoles ni están todos los que son ni son todos los que están. "Con mucha frecuencia nos centramos en los salarios, pero en este país la figura del autónomo es muy importante, tanto en la fase de destrucción de empleo como en la recuperación", apunta Fuentes.

LA DISTRIBUCIÓN POR SECTORES Y LAS DISTORSIONES

El Índice de Precios del Trabajo (IPT) es el último intento del Instituto Nacional de Estadística para abrir una ventana más precisa sobre las remuneraciones de los españoles. Sin embargo, a la hora de entrar en los detalles, se hace patente el 'efecto composición': las áreas en las que los salarios han subido en promedio son, precisamente, las que más han ajustado a través de la reducción de puestos de trabajo, por lo que los que quedan son los trabajadores más productivos (o antiguos) y mejor remunerados. Por ejemplo: las grandes empresas (de más de 250 empleados) son las que más han reducido sus sueldos: un 2,8% en 2012 y un 2,2% en 2011. De hecho, el índice salarial de las pymes está por encima del nivel de 2008. Pero son las pequeñas y medianas empresas las que más sufren con la crisis, como explica Florentino Felgueroso, de Fedea. "Nuestras pymes son demasiado pymes como para aprovechar economías de escala y ganancias de eficiencia, así como para invertir en innovación". Igualmente, cuando divididos por ocupaciones, donde el índice más se ha reducido es en el epígrafe de directores y gerentes, que cerró 2014 casi siete puntos por debajo de los datos del inicio de la crisis. Por otro lado, el índice de los empleados de hostelería ha crecido tres puntos desde 2008. "Podemos tener los mejores albañiles o camareros del mundo, pero su productividad es la que es", considera Daniel Fuentes, de AFI.
Es para intentar mejorar esa perspectiva que el INE lanzó el pasado mes de noviembre el Índice de Precios del Trabajo (IPT), con el que intenta despejar distorsiones de los datos como el efecto composición: dado que los primeros empleos en eliminarse son los más precarios y de menor remuneración, el aumento del paro explica la subida de los salarios medios, un efecto que se ha notado, sobre todo, en la construcción. Con ese índice en la mano, si el nivel de salarios de 2008 era de 100, en 2014 —de nuevo, el último año del que hay datos— era de 99,3.
El nuevo índice nos acerca más a conocer realmente cuánto ganan los españoles, pero para Felgueroso sigue sin ser suficiente. "El IPT intenta controlar el 'efecto composición' pero nunca es del todo posible", señala. "Tenemos más fuentes que antes para conocer los salarios de los españoles. Pero todas tienen algo en común: vienen de declaraciones de los empresarios. Nos faltan informaciones que vengan de los trabajadores, informaciones que nos indiquen qué salarios tienen realmente las personas".
Y pone un ejemplo con las horas extraordinarias realizadas pero no percibidas. "Siempre es importante recalcar que los salarios no se han comportado igual dependiendo de las distintas unidades de tiempo. La crisis no solo ha afectado los salarios, sino el tiempo trabajado". Y, de hecho, el incremento del salario bruto medio por hora trabajada entre 2008 y 2014 fue del 9,3%, una cifra mucho más cercana al desplazamiento real de la inflación.
Y la información se hace aún más imprecisa conforme se va entrando en detalles. "Cuando vamos a los datos microeconómicos, puede haber y hay una dispersión enorme", señala Doménech. "Hay empresas grandes, con tasas de crecimiento de dos cifras, cuyas productividades están creciendo mucho y sus salarios van aumentando en consecuencia. Pero la mayoría de las empresas son pequeñas y no recogen esos beneficios de productividad".
El resultado es, en suma, incertidumbre. "El que los convenios colectivos vuelvan a ser una palanca para el crecimiento de los salarios depende de cada sector", apunta Daniel Patricio Jiménez, profesor del ESIC. "No sabemos qué va a pasar si hay de nuevo un shock como en 2007", considera Felgueroso.

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