Diego Barcala | Juanlu Ocampos
Técnico de Fórmula 1
Joan Villadelprat presumía en una entrevista de haber ganado tres mundiales de Fórmula 1 (dos de pilotos y uno de constructores) con “el equipo privado de una empresa de jerséis con un presupuesto ridículo”. Razón no le faltaba, puesto que él fue uno de los principales artífices del éxito de Benetton Fórmula, escudería con la que Michael Schumacher se proclamó campeón del mundo en 1994 y 1995. Por entonces Villadelprat ya llevaba 14 años en la alta competición en equipos como McLaren, Tyrrel o Ferrari y era consciente de la dificultad de lo conseguido en aquella década de los noventa. Unos años en los que la mecánica todavía ganaba por mucho a la electrónica en los monoplazas y en España ni tan siquiera podíamos imaginarnos que un día habría un campeón del mundo nacido en Asturias. Villadelprat, que durante sus 30 años como ingeniero en la Fórmula 1 trabajó con leyendas de este deporte como Ayrton Senna, Nelson Piquet, Alain Prost, Niki Lauda, Nigel Mansell o el ya mencionado Schumacher, conoce mejor que nadie las condiciones que debe reunir un piloto que quiera llegar a ser el número uno: “Los campeones del mundo tienen siempre algo en común: no tiran nunca la toalla, son muy egoístas, muy inteligentes, tienen el coraje suficiente como para ir a más de 300 kilómetros por hora, tienen estabilidad y una forma física brutal”. Fernando Alonso es uno de ellos. Con sus 32 victorias en grandes premios, sus 97 podios y sus dos campeonatos consecutivos, provocó que los bares se llenaran de expertos capaces de juzgar si era mejor rodar con neumáticos secos o mojados. Pero también de cainitas que continúan regocijándose del ídolo caído, sin reparar siquiera en que si ellos saben ahora la importancia que los difusores tienen en el agarre del coche es gracias a sus éxitos.
Pero mucho antes de que Fernando Alonso provocara que las cadenas de televisión españolas pujaran de forma millonaria por los derechos de transmisión de la Fórmula 1, Joan Villadelprat ya llevaba el veneno de la velocidad en la sangre. Nacido en Barcelona, y criado entre camiones, Villadelprat vio por primera vez un gran premio en el circuito catalán de Montjuich en 1971 cuando solo tenía 16 años. Aquella carrera, ganada el británico Jackie Stewart, le marcó para siempre y le descubrió una vocación que le llevaría hasta Inglaterra para convertirse en mecánico de Fórmula 1.
La experiencia de Villadelprat le hace conocer como pocos la importancia que tiene la investigación en los motores y carrocerías de los coches de competición para ser luego aplicada en los turismos que conducimos a diario. Los avances en aerodinámica, la precisión en telemetría o el famoso KERS (Kinetic Energy Recovery System) probados en los monoplazas a lo largo de los últimos años hacen, según Villadelprat, que nuestros coches sean mejores y más seguros: “La Fórmula 1 hoy en día vuelve a tener la función que tuvo en el pasado, aunque hubo un momento en el que casi se perdió. Vuelve a ser el banco de pruebas de la automoción en general”.
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