Belkis Wille
BAGDAD, Irak ― Cuando en la pantalla de mi ordenador se empezó a reproducir esa desagradable escena en Bagdad el 12 de julio, se me encogió el estómago.
Estaba viendo un vídeo de hombres con el uniforme del Ejército iraquí tirando a un detenido por un precipicio a la orilla de un río y abriendo fuego contra él. Cuando cayó y tocó tierra junto con otro cuerpo inmóvil, no pude evitar pensar que esa escena podía insuflar nueva vida al autoproclamado Estado Islámico (o ISIS o ISIS 2.0, como le llamen) ahora que su "capital" iraquí ha caído. Ese abuso sin control, pensé, ahora que Bagdad celebraba la liberación de Mosul en las calles, podría llevar a más hombres enfurecidos a manos de los extremistas.
Me encontré por primera vez con el vídeo, uno de los muchos que muestran a las fuerzas iraquíes cometiendo abusos tales como torturas y ejecuciones, un día antes en Facebook. Me llamó la atención porque mostraba una forma de ejecución particularmente inquietante y porque ocurría en un lugar que me resultaba demasiado familiar.
Cinco minutos después de su publicación, un colega de Human Rights Watchespecializado en análisis de imágenes por satélite fue capaz de identificar el edificio exacto y el precipicio en el oeste de Mosul, donde el vídeo fue grabado. Lo que vio en las imágenes, que se espaciaron a lo largo de varios días desde que el vídeo empezó a circular en internet, eran vehículos del Ejército iraquí presentes en el lugar desde el cual el hombre fue arrojado al río. Esto da a entender que el vídeo es real y reciente. Pero el Gobierno no ha dicho nada al respecto.
Si es auténtico, no sería el primer vídeo de este tipo que se publica. Hace unos meses salieron a la luz otros vídeos de la División de Respuesta de Emergencia del Ministerio del Interior iraquí y quizás hasta el momento eran los vídeos más alarmantes de abusos procedentes de la batalla por reclamar la capital iraquí caída. No obstante, este vídeo —publicado poco después de que el primer ministro declarara la victoria sobre ISIS en Mosul— me hizo sentir especialmente pesimista sobre el futuro de Irak y la potencial derrota de ISIS. Es como si en la fase final de su campaña, las fuerzas de la coalición iraquí-estadounidense que habían lanzado la ofensiva meses antes dijeran: "Acabemos con esto cuanto antes" e ignoraran el respeto y el compromiso a las leyes de la guerra. Esta actitud generalizada seguramente no pasará desapercibida y es probable que les salga el tiro por la culata y sirva para alentar la versión futura de ISIS atrayendo a más reclutas.
La derrota de ISIS en Mosul no significa el final de ISIS. Significa el final de un ISIS que controla el territorio.
De hecho, pese a las celebraciones en Irak y a la información positiva que dan los medios, la reciente derrota de ISIS en Mosul no significa el final de ISIS. Significa el final de un ISIS que controla el territorio. Es un golpe al llamado califato, pero también supone el principio de una nueva fase, que puede ser tan aterradora (o más) como la anterior.
En los últimos meses que ha perdido terreno en Mosul y en su capital de Raqqa en Siria, ISIS también se ha ido transformando en un grupo insurgente terrorista tradicional, que bombardea Irak y Siria. Los vídeos como el anterior son una parte clave que explica por qué van a seguir reclutando a gente. Esa escena, en la que los soldados iraquíes usan con hipocresía esta batalla para seguir abusando de la población civil y se rebajan al nivel de ISIS, sólo avivará las tensiones con las que ISIS se crece.
Aunque los primeros meses de la ofensiva de Mosul fueron relativamente limpios, este terrible vídeo marcó otro ejemplo de la crueldad del Gobierno. Ya antes se habían visto pruebas de abusos de las tropas iraquíes de Mosul y de operaciones previas contra ISIS en Irak. Human Rights Watch ha documentado ejecuciones sumarias de sospechosos de pertenecer a ISIS, detenciones en condiciones inhumanas y castigos colectivoscontra familiares de soldados de ISIS, entre ellos demoliciones de casas y deportaciones forzosas a "campos de rehabilitación", a manos del Gobierno iraquí. También hemos documentado la detención arbitraria de más de mil suníes desplazados por la lucha de Mosul. Pero este impactante vídeo tras la liberación de Mosul es una desafortunada llamada de atención en un momento crítico para el país.
O peor: este vídeo sirve de recordatorio de la explotación por parte del Gobierno iraquí en los años previos a ISIS. Desde 2003, las fuerzas iraquíes y los grupos armados del Gobierno y no estatales principalmente chiíes han llevado a cabo abusos contra la población civil con total impunidad, dirigidos sobre todo a los suníes. Han organizado campañas de detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, tortura, asesinatos extrajudiciales y desplazamientos forzosos. Sin duda, estas experiencias han empujado a jóvenes suníes a unirse a grupos extremistas en Irak. Las familias de quienes se han unido a ISIS me lo han contado, y seguramente la creciente brutalidad del Gobierno seguirá sirviendo como herramienta de reclutamiento ahora que ISIS trata de reafirmarse tras su pérdida en Mosul.
Usar con hipocresía esta batalla para seguir abusando de la población civil no hará más que avivar las tensiones con las que ISIS se crece.
Todos los iraquíes y representantes de la coalición con quienes he hablado coinciden en señalar que la batalla contra ISIS no es simplemente militar, sino también política, para contener los factores impulsores que muy probablemente hayan animado a los jóvenes suníes a convertirse en grupos terroristas. Parte de esta lucha, quizá más desafiante que la militar, consiste en acabar con la impunidad reinante y en que las autoridades bagdadíes muestren al público iraquí que están investigando y responsabilizando a sus propias fuerzas aunque estén luchando contra ISIS.
Hasta ahora Human Rights Watch no ha visto un solo ejemplo de esa responsabilidad desde 2014, incluso después de los grotescos vídeos publicados en mayo de los oficiales iraquíes de la élite de la División de Respuesta de Emergencia del Ministerio del Interior torturando y ejecutando a supuestos miembros de ISIS y a sus familiares. Un consejero del primer ministro iraquí Haider al-Abadi dijo el 14 de julio que el Gobierno anunciaría una acción contra los oficiales implicados, pero no todavía, porque "interferiría con los mensajes de felicitación y victoria actuales".
Esto me da a entender que Abadi no percibe del todo hasta qué punto siguen siendo dañinos estos abusos. Se supone que la batalla por Mosul era la batalla final en Irak contra ISIS, pero ha abierto las compuertas a los abusos que Bagdad ha silenciado durante años. Ahora, Abadi debería representar no sólo a su circunscripción que quiere un golpe militar contra ISIS, sino a los más de un millón de civiles que llevan viviendo los últimos tres años bajo el control de ISIS. Debería demostrar lo antes posible que también tiene en cuenta sus intereses, que está dando los pasos necesarios para acabar con los abusos que los han marginado y que los reintegrará en un Irak que aspira a reconciliar a las comunidades y rechaza los castigos.
La ventana de Abadi se está cerrando rápido. Los vídeos como el del 11 de julio han consumido los sentimientos de optimismo que tenía para Irak, no sólo para Mosul. Ha demostrado que el país, hasta en sus niveles más altos de gobierno, está más decidido a sembrar semillas de resentimiento que a atender las injusticias.
Si Bagdad no actúa ahora, no sólo no conseguiremos ver el fin de los grupos extremistas en Irak, sino que seguiremos viendo el ciclo de marginación y la llegada al mundo de un ISIS 2.0.
No hay comentarios:
Publicar un comentario