viernes, 17 de febrero de 2017

La tragedia de los Austrias españoles: la dinastía que fue destruida por la endogamia. 2º-4º ESO

ABC España HISTORIA
César Cervera


Algunos de sus miembros alcanzaron coeficientes de consanguineidad cercanos a los habituales en uniones entre dos hermanos o entre un padre y una hija.

Retrato de Carlos II «el Hechizado» - ABC


«Hagan otros la guerra; tú feliz Austria, cásate; porque los reinos de Marte da a los otros, a ti te los concede Venus», rezaba la traducción de unos versos latinos del siglo XVI. La dinastía Habsburgo llevó a su máxima expresión la habitual práctica entre reyes de casarse con parientes con fines políticos. Las consecuencias médicas de esta política, que también las tuvo militares al trazar una inverosímil red de alianzas, fue el deterioro de la salud y fertilidad de los miembros de la familia hasta el punto de que Carlos II, con un coeficiente de consanguinidad del 0,254 (la misma cifra presente en los matrimonios entre padres e hijas o entre hermanos), fue incapaz de dar un heredero a la rama española de esta casa real que gobernó casi dos siglos en nuestro país. Su herencia genética concentraba los genes recesivos de cuatro generaciones de escarceos con el incesto.
A finales del siglo XV, los Reyes Católicos –pertenecientes a la dinastía Trastámara y primos entre sí– casaron a dos de sus hijos, Juan y Juana, con dos vástagos del archiduque Maximiliano de Austria con el objetivo de alejar la amenaza francesa que se cernía sobre las posesiones aragonesas en Italia. La alianza entre los Austrias (la dinastía Habsburgo) y los Trastámara también implicaba a la familia real portuguesa, los Avis, y de forma puntual a los Tudor a través del matrimonio de Catalina de Aragón con Enrique VIII de Inglaterra. No en vano, la prematura muerte del infante Juan de Trastámarael único hijo varón de los Reyes Católicos, terminó precipitando el desplazamiento de la casa reinante en España por los Habsburgo.
Así, la muerte de Isabel «la Católica» en 1504 y la antipatía de una parte de la nobleza castellana hacia Fernando «el Católico» llevó al trono del reino español a Felipe «el Hermoso», casado con Juana, que en el momento de la alianza era la tercera en la línea de sucesión al trono. A su vez, Felipe «el Hermoso» era hijo de Maximiliano I de Habsburgoemperador electo del Sacro Imperio Romano Germánico, y de María de Borgoña, la cual contaba solo seis bisabuelos en lugar de los ocho habituales. Es decir, las prácticas endogámicas de los Trastámara se juntaron con las borgoñesas a través de este enlace.
El hijo heredero del matrimonio, Carlos I –que ya alcanzaba un coeficiente de consanguineidad del 0,037–, se casó con su prima hermana Isabel de Portugal como reforzamiento de la alianza ibérica que habían empezado sus abuelos. De esta forma, la Emperatriz Isabel, cuya madre era la hija de los Reyes Católicos que había emparentado con la dinastía Avis, dio a luz a seis hijos, de los cuales solo tres llegaron a la edad adulta. Todos los hijos de Carlos I, asimismo, se casaron con parientes.
Ya con unos niveles de endogamia bastante altos en su genética, Felipe II vivió la primera advertencia de las consecuencias médicas de aquella peligrosa política de alianzas. De hecho, algunos historiadores, como Geoffrey Parker, han apuntado como síntoma los problemas que tuvo Felipe II para dejar descendencia. «La consanguineidad puede explicar por qué, aunque cuatro de las esposas del Rey quedaron embarazadas hasta en 15 ocasiones, solo cuatro de sus hijos sobrevivieron a la niñez», plantea el hispanista en su libro «Felipe II, la biografía definitiva».

El Príncipe maldito de la leyenda negra

Uno de los que sobrevivió a la niñez fue Don Carlos, el Príncipe maldito de la leyenda negra, que portaba un coeficiente del 0,211 según un estudio reciente (Álvarez G, Ceballos FC, Quinteiro C, «The Role of Inbreeding in the Extinction of a European Royal Dynasty»). Los padres de la criatura eran dos hermanos que se habían casado con dos hermanas; es decir, Felipe II e María de Portugal eran primos hermanos por partida doble. Si lo habitual son ocho bisabuelos, el Príncipe tenía cuatro; y en lugar de 16 tatarabuelos solo tenía seis. El resultado fue un niño enfermizo del que se ha dicho, sin excesivo rigor, que gozaba asando liebres vivas y cegando a los caballos en el establo real. A los once años hizo azotar a una muchacha de la Corte para su sádica diversión: un exceso por el que hubo que pagar compensaciones al padre de la niña. No en vano, su muerte aconteció a los 23 años cuando permanecía preso en la torre del Alcázar de Madrid por intentar conspirar contra su padre. Lo hizo en medio de un proceso de locura que le hacía dormir rodeado de hielo para superar las fiebres que sufría periódicamente.
Lejos de estar preocupado por las consecuencias de la endogamia, Felipe II tenía planeado casar a su hijo Carlos con una prima hermana, la archiduquesa Anna de Austria. Y al fallecer el hijo, fue el Rey Prudente quien se casó con Anna, su sobrina. Era, de hecho, su tercer matrimonio con una pariente e incluso el Papa Pío V mostró sus reservas respecto al enlace antes de otorgar la necesaria dispensa. El resultado fue que de los siete embarazos de la Reina solo unoel futuro Felipe III, llegó a adulto.
La salud de Felipe III, que tenía un nivel de consanguineidad poco por debajo de su malogrado hermano, fue siempre muy precaria. A los quince años, vencidas las crisis de sus enfermedades, el Príncipe Felipe se destapó como un muchacho pálido y apático que tenía muy poco interés en gobernar y no había recibido una educación adecuada al verse interrumpida continuamente por sus numerosos achaques. Con todo, Felipe III, que se casó también con una prima hermana, Margarita de Austria-Estiria, aseguró su descendencia con ocho hijos, de los cuales cinco llegaron a una edad avanzada. Él, sin embargo, murió joven, a los 43 años, de unas fiebres causadas por una infección bacteriana de la dermis.

Carlos II «el Hechizado», el triste final

A estas alturas, la decisión de casarse entre parientes obedecía al interés por mantener unidas las dos ramas de la familia, la española y la centroeuropea, que, separados por la distancia y los distintos contextos políticos, mantenían pocos lazos más allá de la sangre. Con esta finalidad lo hizo Felipe IV cuando se casó en segundas nupcias con su prima Mariana de AustriaFinalmente, el único hijo varón que sobrevivió a Felipe IVCarlos II «el Hechizado», era la cumbre de cuatro generaciones abrazando la endogamia.
Con una cifra de 0,254 en su coeficiente, Carlos II era portador de numerosos genes recesivos y alteraciones genéticas, entre ellas el síndrome de Klinefelterque provocaron su incapacidad para dar un heredero al reino y para gobernar. «Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia», con estas palabras describía el embajador del Papa en Madrid a Carlos II «el Hechizado» a los 20 años, una muestra de lo fácil que podía resultar para sus más cercanos manipular al Monarca. Su muerte sin dejar heredero y su decisión de entregar la corona al futuro Felipe Vel primer Borbón, marcan el final de la dinastía de los Austrias como Reyes de España.
En 1740, la rama austriaca de la familia vivió un proceso parecido a la muerte del Emperador Carlos VIel mismo que fue pretendiente de la Corona española en oposición a Felipe V, durante la Guerra de Sucesión Austriaca. Sin dejar un heredero varón vivo, la muerte del Emperador precipitó un conflicto internacional que colocó en el trono a la heredera del último Habsburgo austríaco, María Teresa, y a Francisco EstebanDuque de Lorena, ambos bisnietos del Emperador Habsburgo Fernando III. Sus descendientes continuaron la tradición de los Habsburgo de Viena bajo el nombre dinástico Habsburgo-Lorena.

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