jueves, 19 de septiembre de 2019

Juan Eslava Galán: "Europa se va a la mierda y en 50 años caerá, la inmigración musulmana es inasimilable". Actualidad

EL MUNDO PAPEL
Javier Blánquez

FOTO: ANTONIO MORENO



Ni un solo año pasa sin publicar; sobre comida, templarios, Historia de España o alguna debilidad cultural, que es lo poco que le mueve ya de su casa. Su último título es 'La conquista de América contada para escépticos', un despliegue de erudición y prosa.
Usted no para de sacar libros y los publica bien gruesos. ¿Cómo saca el tiempo, robándoselo al sueño?
O llevando buen ritmo. Me he levantado a las cinco de la mañana, pero en verano a veces a las cuatro. Eso sí, a lo largo del día caen un par de siestas reparadoras. La siesta es de las pocas cosas que nos unen a los españoles.
Supongo que tampoco se distraerá mucho con cosas que inciten a procrastinar.
No soy aficionado a la vida social. No me gustan ni el fútbol ni la televisión ni los toros. Mi placer es escribir y leer.
¿Nada de tele?
Veo el telediario, pero normalmente me quedo dormido mientras lo dan. Cuando me despierto sigo trabajando y, si hace buena noche, doy un paseo con mi mujer y vamos al cine.
¿Cómo lleva su señora que el trabajo le ocupe tanto tiempo?
Con cierta resignación, pero ahora tengo la ventaja de que ella ha retomado su tesis doctoral. La abandonó porque a poco de conocerme tuve que entrar en diálisis. Pero ahora vuelve con ella y tiene trabajo en casa.
 ¿Se prohíbe algo?
No, puedo trabajar en cualquier entorno. Mi sala de trabajo está donde la televisión, pero sé aislarme. Cuando era estudiante, en Granada, me iba a repasar a bares llenos de jubilados marcando el seis doble. Me daba igual el ruido.
¿Siempre ha sido así de aplicado o ha tenido algo de vida golfa?
Me he portado bien. Yo era el chico feo, prematuramente calvo y gordito, que ponía los discos en los guateques.
Algo de buena vida de adulto sí se habrá dado.
Sí, y he viajado mucho, pero cuando me trasplantaron el riñón tuve que dejar de conducir, porque la medicación me produce sueño.
La conquista de América es un tema monstruoso. ¿Le ha costado mucho escribir este libro?
He sido un lector impenitente de crónicas de Indias, el lenguaje de En busca del unicornio ya venía de allí. Cuando me propuse hacer el libro ya tenía fondo, me sonaba familiar. Lo más difícil ha sido ser riguroso y ameno a la vez. Suerte que el anecdotario de la conquista es rico y no está suficientemente explotado.
¿Nos vamos quitando la leyenda negra de encima?
Estamos en el buen camino. Desde la historiografía seria, nadie la sostiene ya, pero resiste a nivel popular. En otros países, a la mínima te sacan la Inquisición, mientras ignoran la parte oscura de su propia Historia. Pero se comprende.
Por la envidia que nos tienen, imagino.
España era el poder dominante y avasallaba mientras muchos países se forjaban como naciones. En el saber popular, somos el enemigo. Y nos envidian, claro, porque aquí se vive bien y el clima, en general, es misericordioso.
¿Hizo bien el Gobierno en no pedir perdón a México por la conquista?
Absolutamente. Donde más ha arraigado la conquista española ha sido en México. Los indigenistas se han inventado un folclore que obvia aspectos negativos, como los sacrificios humanos que hacían los aztecas. Además, la conquista la hicieron los indios.
Explíquese.
Cortés llegó con miles de hombres y se enfrentó a decenas de miles de indios. Si otros pueblos no le hubieran ayudado, no habría conquistado nada. En realidad, fue un libertador. Y la independencia de México sí la hicieron los españoles.
La Generalitat sí ha pedido perdón.
Habría que preguntarle al señor Torra una cosa: si sus historiadores aseguran que Castilla nunca admitió a la Corona de Aragón en América, ¿por qué pide perdón? Si dicen que nunca fueron. El caso es que sí fueron.
Y mucho, ¿no?
Lo que pasa es que en el siglo XIX hubo historiadores que dijeron que Castilla se lo quedaba todo, pero eso sucedió sólo durante tres o cuatro años, por un decreto particular de Isabel I. Al poco tiempo, la carrera de Indias se abrió a todos los peninsulares.
¿Hay algo que no le interese a usted?
No se puede llegar a todo. Ahora me interesa mucho la Historia Contemporánea, pero hay temas de tipo científico que me quedan lejos. Los deportes, tampoco.
La comida, sí; pero la de cuchara, la de toda la vida, nada de cosas modernas.
Una vez me dijo Néstor Luján: 'Hay ciertas cosas en la cocina moderna que son marranadas'. Y creo que llevaba razón. Yo me he quedado en lo básico, que es la cocina tradicional. Aunque no me cierro a comer nada.
¿Algún plato favorito?
Cosas sencillas, como a Luján. Las sardinas, que son baratas y sublimes. Como mejor están, en aceite y de lata.
¿La carne de unicornio la probaría?
Supongo que sabrá bien, como la de caballo, que es excelente. Lo más raro que he comido es carne de lagarto, pero la comí sin saber lo que era.
Usted ganó el premio Planeta sin ser conocido. Esto ahora no podría pasarle, ¿o sí?
Soy jurado del premio y, como decía Lara, se buscan lectores, no autores. El Planeta intenta ir acompasado con las modas. Cuando yo gané con En busca del unicornio, estaba de moda la novela histórica tras el impacto de El nombre de la rosa y Yo, Claudio. Quizá gané no por ser yo, sino porque ese libro lo demandaba la gente.
¿El vicio de comprar libros de otros cómo lo lleva?
Lo controlo. Dono muchos libros a la biblioteca de mi pueblo y también al Centro de Estudios Jienenses. Es el único vicio que tengo, pero sólo compro lo que me interesa leer. He dejado de leer novela, salvo lo que sacan mis amigos. No lo echo de menos.
O sea, que su amigo Pérez-Reverte tiene la biblioteca mejor surtida.
La suya es impresionante, tendrá unos 15.000 ejemplares, es la obra de su vida. Yo no tengo tanto apego a los libros.
¿Tiene previsto el fin de su carrera literaria?
 Yo quiero morir en el escenario, como Molière. Seguiré escribiendo. Del próximo ya llevo 700 páginas, una novela-ensayo sobre las tentaciones que tuvo Franco para entrar en la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué le interesa más del presente?
Vivimos la decadencia de Occidente. Hemos hecho dejación de todo: Europa se va a la mierda; en cuestión de 50 años caerá como el Imperio Romano. Diré algo políticamente incorrecto, pero que a esta edad me lo puedo permitir: la inmigración musulmana es inasimilable, y con ella estamos recurriendo a nuestro suicidio como cultura.

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