EL MUNDO CULTURA
Clara Félix
Manifestación de las trabajadoras textiles de Petrogrado (hoy San Petersburgo, Rusia), durante la revolución de febrero de 1917. MUSEO DEL ESTADO DE LA HISTORIA POLÍTICA DE RUSIA.
Aleksandra Kollontai, Nadezhda Krúpskaya e Inessa Armand formaron parte del primer gobierno bolchevique que se creó tras la Revolución de Octubre.
Su lucha por la emancipación de la mujer obrera permitió que se aprobara el matrimonio civil, el derecho al divorcio, la legalización del aborto y un nuevo Código Civil, en el que se eliminó la supremacia del hombre sobre la mujer.
"¡Queremos pan! ¡Abajo el zar!", gritaban cada vez más fuerte las obreras textiles de Petrogrado. Era el 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en el calendario juliano), Día de la Mujer desde 1910, y todas ellas se habían declarado en huelga. Desfilaban exultantes y combativas por la avenida Nevsky hacia el Parlamento (Duma) para protestar contra la escasez alimentaria y las dos millones de muertes que trajo consigo la I Guerra Mundial.
Un cántico femenino al que se sumaron las voces tenores y barítonas de los trabajadores metalúrgicos, estudiantes y el resto del proletariado industrial. Durante cinco días las palabras "paz" y "hambre" se repitieron y corearon hasta la afonía.
Se pararon los tranvías. Se paró la producción. También la calma, raquítica por el ayuno y la sopa de agua tibia. Se lanzaron piedras. Hielo. Palos. Trozos de hierro. Los relojes dejaron de sonar y las horas se medían según el sonido de los sables chocándose y las balas que caían desde las azoteas. La revolución de banderas rojas y gorros azules había empezado. El tic tac del nuevo tiempo. "En la mañana del 23 de febrero, escuchábamos, a través de las ventanas de la fábrica, voces femeninas procedentes de las calles: ¡Abajo la guerra! ¡Abajo los precios altos! ¡Abajo el hambre! ¡Pan para los trabajadores!", relataba el obrero bolchevique Ilya Mitrofanovich Gordienko, testigo de aquella jornada.
Se estima que cerca de 90.000 obreros y obreras secundaron la huelga aquel día . El 24 de febrero lo harían la mitad de los obreros industriales de Petrogrado. El clamor se volvió insurrección.
Una queja colectiva hecha identidad nacional
Esta marcha espontánea que se había iniciado en la barriada de Viborg sin ningún tipo de estructura ni organización, unificó a toda la sociedad rusa y permitió reconstruir no sólo sus distintos organismos y leyes, sino también su propia identidad colectiva. Aquella que dijo "no" al zar Nicolás II y "sí" a un Gobierno Provisional liderado por Lvov y posteriormente Kérenski, derrocados a su vez por Lenin tras el asalto al Palacio de Invierno que tuvo lugar el 7 de noviembre de 1917.
Es durante este periodo, también conocido como Revolución de Octubre, cuando las mujeres adquieren un mayor poder tanto en derechos como en representación política. Las quejas que expresaron las obreras de Petrogrado son el punto de origen de todas y cada una de las conquistas que llevaron a cabo figuras como Aleksandra Kollontai (1872-1952), Nadezhda Krúpskaya (1869- 1939) e Inessa Armand (1874-1920), tres de las principales líderes bolcheviques que hicieron del feminismo un nuevo sistema económico y social.
En él, la mujer obrera no sólo era la esencia de todas y cada una de sus propuestas, sino la protagonista del nuevo mundo que estaba aún por inventar.
Aleksandra Kollontai: "Las condiciones y las formas de producción han subyugado a las mujeres durante toda la historia de la humanidad, y las han relegado gradualmente a la posición de opresión y dependencia"
La unión libre, la emancipación de la mujer a través de un trabajo asalariado, la igualdad de mujeres y hombres ante la ley, la socialización del trabajo doméstico y la extinción del concepto tradicional de familia son los principales bloques en los que se centró la lucha feminista de la época.
"Sería necesario un cataclismo colosal de toda la estructura social y económica antes de que las mujeres pudieran comenzar a recuperar la importancia y la independencia que han perdido(...). Las mismas fuerzas que durante miles de años esclavizaron a las mujeres ahora, en una etapa posterior de desarrollo, las está conduciendo por el camino hacia la libertad y la independencia", reflexionaba Aleksandra Kollontai en Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, uno de sus más famosos escritos.
Publicado por primera vez en 1907, en este texto se recogen los principales postulados políticos que más tarde intentaría materializar desde la Comisaría del Pueblo del Bienestar Social, cargo que ejercería desde octubre de 1917 a marzo de 1918. Fue la primera mujer reconocida como miembro de un gobierno.
Voz y voto
Desde allí participó en la creación de una nueva legislación soviética. En ella se establecía el derecho al voto de las mujeres así como su candidatura, el derecho al divorcio, la despenalización del aborto (legalizado en 1920), la igualdad de salarios entre obreras y obreros y el seguro de maternidad. Con él las mujeres tenían ocho semanas de licencia de maternidad con total remuneración, recesos para la lactancia e instalaciones de descanso en las fábricas y servicios médicos gratuitos antes y después del parto.
Durante su mandato también se aprobó el matrimonio civil y el nuevo Código sobre el Matrimonio, La Familia y la Tutela (1918). Se extendieron las mismas garantías de pensión alimenticia tanto en los hombres como en las mujeres y se permitió el divorcio sin justificación en ambas partes. Además, también se acabó con la distinción de hijos legítimos o ilegítimos, ya que todos los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio registrado tenían los mismos derechos.
Cartel propagandístico que apoyaba la lucha de la mujer obrera.
Medidas que ponían fin a aquella sociedad burguesa a la que tanto se oponían las líderes de la revolución rusa. Según Kollontai, en esta clase social la mujer carece de autonomía propia y queda supeditada al hombre porque no sólo mantiene las mismas estructuras tradicionales de amor y familia, sino que su lucha por la liberación parte del mismo sistema.
"La sociedad burguesa no puede perdonar a la mujer que se atreve a dar a la elección del hombre amado un carácter demasiado individual. Según la tradición heredada de costumbres tribales, nuestra sociedad pretende todavía que la mujer continúe teniendo en cuenta, en el momento de entregar su corazón, una serie de consideraciones de grados y rangos sociales, que tenga en consideración el medio familiar y los intereses de la familia. La sociedad burguesa no puede considerar a la mujer como una persona independiente, separada de la célula familiar, le es completamente imposible", llegaría a escribir en Las relaciones sexuales y la lucha de clases (1911).
La mujer nueva
Romper con la figura clásica de la mujer y acabar con la desigualdad jurídica entre sexos era la única vía para desarrollar la soñada República de los Soviets. Para crear un sistema político igualitario y plural había que romper primero las cadenas de la esclavitud doméstica.
Lenin: "La emancipación de la mujer, el comunismo verdadero, comenzará solamente cuando y donde se inicie una lucha sin cuartel, dirigida por el proletariado"
Así lo expresó Lenin en julio de 1919. "Independientemente de todas las leyes que emancipan a la mujer, ésta continúa siendo una esclava, porque el trabajo doméstico oprime, estrangula, degrada y la reduce a la cocina y al cuidado de los hijos. Ella desperdicia su fuerza en trabajos improductivos que agotan sus nervios y la idiotizan. Por eso, la emancipación de la mujer, el comunismo verdadero, comenzará solamente cuando y donde se inicie una lucha sin cuartel, dirigida por el proletariado".
Razón por la que se creó el Primer Congreso de Mujeres Trabajadoras de toda Rusia, que a su vez permitió que surgieran instituciones como la Secretaría de Mujeres (Jenotdel) en 1919. Dicho órgano que dirigió hasta 1922 Kollontai, difundió a través de su propio periódico mensual Kommunistka (Mujer Comunista) las ideas revolucionarias y los distintos conceptos políticos, económicos y educativos de aquel tiempo.
Se buscaba que la mujer fuera un animal político con voz y voto en todos los sectores de la vida pública. Con capacidad de decisión en el plano laboral, familiar y sexual. Una mujer nueva, como definió Kollontai. "La mujer nueva ya está aquí, existe. Ya la conocéis, estáis acostumbrados a encontrarla a todos los niveles de la escala social: desde la obrera a la científica, desde la modesta oficinista a la artista brillante. Cada día la encontráis más a menudo en la vida normal, pero solo desde los últimos años empezáis a reconocer sus rasgos en los de las heroínas literarias".
Este fragmento, rescatado en Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada y otros textos sobre el amor. Alejandra Kolontai. (Editorial horas y Horas, 2014), demuestra el largo litigio que supuso introducir a la mujer en el trabajo productivo así como la nacionalización de la protección maternal (El Estado participa en la educación y el cuidado de los niños/as para quitarle cargas domésticas a la mujer). Los dos principales logros de su carrera política y los que la apartaron del partido. Su crítica hacia las decisiones que tomaban los líderes (Lenin y Trotsky) y sus ideas acerca de la moralidad sexual femenina (amor libre o amor camaradería) no casaban con muchos de los miembros del partido.
Ana de Miguel: "La mujer nueva es aquella que ha puesto el amor en un lugar subordinado, que no es el fin de su vida"
"Mis tesis, mis opiniones sexuales y morales fueron amargamente combatidas por muchos camaradas de ambos sexos del partido", confesaría en estas memorias. Motivo por el cual la propia directiva decide apartarla otorgándole el puesto de diplomática en la delegación de la representación de la Rusia Soviética en Noruega. Su retirada total se produciría en 1925.
"Ella es feminista antes que comunista, porque desde pequeña vio la injusticia que se tejía alrededor de las mujeres y es sensible a ella. Como era muy crítica con la política de Lenin, ya que quería que se socializaran los trabajos de crianza, Lenin acabó por echarla. Se aprovecharon de ella en cuanto le pidieron que olvidara su feminismo, que no fuera incómoda para el partido. La verdad es que la revolución soviética terminó siendo para el feminismo una tragedia", remarca la filósofa Ana de Miguel, editora también de su obra.
La académica destaca de su figura la mentalidad avanzada para la época, que no acaba de entenderse entre sus contemporáneas, aunque sí por sus sucesoras. "Para ella la mujer nueva es aquella que ha puesto el amor en un lugar subordinado, que no es el fin de su vida. A través del amor las mujeres se subordinaban a los hombres y aceptaban su degradación como personas públicas en llevar una vida de sometimiento. Por eso rectifica a Marx y demuestra que para que triunfe la revolución tiene que haber una mujer nueva".
La revolución empieza en los libros
A Nadezhda Krúpskaya, esposa de Lenin y una de las miembros destacadas del Partido Comunista soviético, también le influyeron desde muy joven los escritos de Marx. Sus líneas fueron las culpables de toda su labor política posterior. "En la primavera pedí que me proporcionasen El capital de Marx, y otros libros que me fueran de provecho. Las obras de Marx no se podían leer entonces ni siquiera en la Biblioteca Pública y era muy difícil adquirirlas", confesaba en su pequeña autobiografía titulada La educación comunista: Lenin y la juventud.
Krúpskaya: "Los bibliotecarios debían hacer de cada biblioteca un centro ideológico que ayudaría a construir el socialismo"
Entre sus primeros pasos dentro del partido bolchevique destaca la difusión del periódico Iskra (La Chispa), donde estuvo como secretaria de redacción. También fue miembro de la Sociedad Pedagógica Pestalozzi en Suiza y de los Museos Pedagógicos de Friburgo y Berna.
Con el triunfo de la Revolución de Octubre, Krúpskaya contribuyó al desarrollo del sistema educativo soviético y creó toda la red de bibliotecas para el estado obrero. Su principal objetivo fue movilizar a las masas trabajadoras a través de la lectura y aumentar así el nivel cultural y la difusión de la teoría marxista-lenista.
Para Krúpskaya la alfabetización era el arma más poderosa con la que se podía defender un obrero de las "garras opresoras" del capitalismo. Una de las razones por las que decidió profesionalizar la carrera de Biblioteconomía. "Los bibliotecarios debían hacer de cada biblioteca un centro ideológico que ayudaría a construir el socialismo", llegó a decir en una ocasión.
Iskra, publicación fundada para aglutinar a los grupos marxistas rusos en el nuevo Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Krúpskaya fue su secretaria hasta diciembre de 1903.
La revolución de las masas empezaba en los libros. "Es necesario aumentar la publicación de libros de cien o mil veces. Actualmente, dado el colapso general de la economía, esto es imposible de lograr. Por tanto, sólo tenemos una solución: pasar de la persona a la propiedad de uso colectivo de libros. El uso colectivo de los libros sólo es posible con el desarrollo de una amplia red de bibliotecas'', exponía la propia líder en 1934.
Estuvo como adjunta del Comisario del Pueblo de Educación, donde se encargó de fijar los criterios y competencias del sistema de educación soviético y formó parte del equipo experto que redactó el Decreto sobre la Centralización de las bibliotecas rusas. Fue a partir de 1937 cuando ya apareció como miembro del Presidium del Sóviet Supremo de la Unión Soviética.
Su lucha feminista se materializó en las páginas de Rabotnitsa (La Obrera), el periódico bolchevique en el que también colaboraban Inessa Armand o Anna Ulianova-Elizarova, hermana de Lenin. En su primer número, Krúpskaya solicitaba la unión de las obreras y obreros para derribar las normas de la burguesía y así proteger los intereses de los trabajadores. "Cada clase tiene sus propios intereses. La burguesía tiene los suyos, la clase obrera tiene otros. Sus intereses son opuestos. La división entre hombres y mujeres no tiene gran importancia para las mujeres proletarias. Lo que une a las mujeres trabajadoras con los trabajadores es mucho más fuerte de lo que les divide".
El pluriempleo de la mujer obrera
Inessa Armand o Helène Blonina (pseudónimo con el que a veces firmaba) fue otra de las líderes de la revolución feminista en la Rusia soviética. Nacida en París en 1874, la escritora ensalzó la importancia de la mujer dentro del nuevo sistema político. Su matrimonio con el industrial ruso Alexander Armand le llevó a Rusia, donde accedería al Partido Obrero Socialdemócrata.
Tenía 29 años y un sinfín de nuevas ideas por desarrollar. Su compromiso con el partido y la difusión de propaganda comunista la condenaron a vivir en Mezen (Rusia) durante dos años, aunque logró escaparse a París en 1908. Allí conoció a Vladimir Illich Ulianov, Lenin, que pasaría a ser no sólo un camarada del partido, sino su amante.
Inessa Armand: "Bajo el capitalismo, la mujer obrera debe soportar el doble fardo de trabajar en la fábrica y luego realizar las tareas domésticas en el hogar"
Su implicación con la causa bolchevique la llevó a la secretaría del Comité de Relaciones Exteriores del partido donde coordinó a todas las fuerzas que se repartían por Europa. Organizó en Suiza la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas contra la Guerra en 1915.
Dos años más tarde, ya con Lenin aposentado en el Palacio de Invierno, Armand colaboró con Kollontai en el Primer Congreso Panruso de Trabajadoras y Campesinas (1918). Fue entonces cuando dio a conocer públicamente sus propuestas para que la mujer se librase de las cadenas domésticas y pasase a ser un miembro activo del partido y de la revolución. "Bajo el capitalismo, la mujer obrera debe soportar el doble fardo de trabajar en la fábrica y luego realizar las tareas domésticas en el hogar. No solamente debe hornear y tejer para el patrón, sino que también debe lavar, limpiar y cocinar para su familia... Pero hoy es diferente. El sistema burgués está en vías de desaparición. Nos acercamos a la época de construcción del socialismo".
En 1920 se puso al frente de Jenotdel. Su último aliento guerrero quedó plasmado en la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas, donde se reafirmó en todos y cada uno de sus principios políticos. "Gracias a la creación de los comedores públicos, la cocina desaparece poco a poco de la economía doméstica. La cocina casera, tan glorificada por los burgueses, pero que desde el punto de vista de la economía no es en absoluto adecuada al objetivo, es para las campesinas y en especial para las obreras un castigo insoportable que les consume todo el tiempo libre, las priva de la posibilidad de ir a las reuniones, de leer y de tomar parte en la lucha de clases".
Fue en septiembre de 1920 cuando el cólera se la llevó por delante. Testamento en vida de la mujer nueva. La revolución rusa en femenino plural.
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