Francisco de Andrés
Al menos 40 versículos del Corán se refieren a la lucha armada, tantos como los que relacionan la yihad o guerra santa con la lucha espiritual.
Detalle de una pintura árabe del siglo XIII - ABC
En el ritual de manifiestos de rechazo -tras cada atentado terrorista hecho en nombre de Alá- aparecen insistentemente las referencias al islam como «religión de paz». El término árabe que define la religión de Mahoma es rico en matices, pero nadie duda de que «islam» en primer lugar significa «sumisión». Tanto los términos «islam» como «salam» (paz) derivan efectivamente de la misma raíz, pero pocos especialistas consideran que estén relacionados.
Al margen de la disputa etimológica, la presencia reiterada en el Corán del deber musulmán de hacer la yihad, la guerra santa, plantea interrogantes tanto históricos como teológicos. Al menos 40 versículos del libro sagrado son explícitos en el llamamiento a la violencia armada en nombre de Alá. Hay otros tantos que se refieren a la yihad en términos similares a los de la ascética cristiana: como lucha espiritual contra las bajas pasiones. Pero esta interpretación de la yihad es solo patrimonio de la corriente sufí del islam, muy minoritaria e históricamente perseguida por su calificación de herética.
A tenor de los estudios sociológicos, la sensibilidad de la comunidad musulmana contemporánea opta, de modo mayoritario, por la versión espiritualista de la yihad. Esa percepción se estrella contra el muro de la doctrina apuntalada desde el siglo XI (época en la que se cerraron definitivamente las puertas de la interpretación del Corán) por las corrientes suní y chií.
La posibilidad, o necesidad, de interpretar el libro sagrado choca, en el caso de la yihad, contra otro principio del islam: la «doctrina de la abrogación», que establece que los pasajes del Corán últimos abrogan los primeros en caso de contradicción. Según esa doctrina, que tampoco tiene unanimidad entre los ulemas, los versículos últimos dictados por Mahoma (los de Medina) son los belicosos, por lo que quedarían abrogados los primeros, los de La Meca, heraldos de la paz. Resultado: no existe, ni se espera a corto plazo, un documento global del islam que descalifique el recurso a la violencia en nombre de Alá.
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