EL MUNDO CULTURA
Luis Alemany
Un grupo de niños en Auschwitz, junto con enfermeras y militares soviéticos, en 1945. EM
Un ensayo indaga en la naturaleza de las matanzas durante la Segunda Guerra Mundial
"No podemos admitir el uso del concepto de Holocausto como un criterio cuantitativo o valorativo. El malentendido es ése, y el riesgo es su uso indiscriminado o acrítico para todo aquello que nos repugne o indigne. El drama de una muerte individual no es mayor porque la incluyamos en la categoría del Holocausto. Cuanto menos cuidadosos seamos con el uso del concepto más cerca estaremos de convertirlo en trivial y, en el límite, de no decir nada. Si todo es Holocausto nada lo es".
José Sánchez Tortosa, autor junto a Fernando Palmero, Raúl Fernández Vítores y Alberto Mira Almodóvar de Para entender el Holocausto (editorial Confluencias) responde así cuando le preguntan cuál es el peor malentendido sobre la palabra que utilizamos desde hace 70 años para designar lo que los judíos llaman Shoá. Su libro consiste en eso: en definir el concepto de Holocausto y arreglar el desgaste de sus filos que ha causado el tiempo y el mal uso.
¿Por qué es problemática la palabra Holocausto? "El propósito del libro era enfrentarse a una definición que dejara al margen lo valorativo y que se ajustara a parámetros objetivos lo más precisos posibles. Sin una definición rigurosa del Holocausto, es inevitable caer en la trivialización, la banalización o el uso indiscriminado del término. Ni todo asesinato es genocidio, ni todo genocidio es Holocausto".
Y continúa Sánchez Tortosa: "La propuesta teórica consiste en ceñirse a los parámetros históricos dados y no caer en el reduccionismo jurídico ni en la valoración moral. Además, el parámetro político clave de la definición es, como se ha dicho, la intervención activa de los organismos de un Estado en las matanzas de población civil, incluyendo mujeres en edad fértil y niños. Este factor indica la tentativa de hacer desaparecer por completo un grupo de la población y no sólo de asesinar a los sujetos vivos en el presente histórico de referencia. La propuesta práctica, como el título del libro indica, es que cada cual realice el esfuerzo de entender". Para entender el Holocausto incluye y explica un registro de casos prácticos que ayudan a precisar la idea, sin que la "opinión, la imaginación, las tendencias ideológicas o el sentimentalismo" se metan en medio.
¿Hubo, antes del Holocausto, una cultura del Holocausto? "El concepto de cultura es también problemático. Si entendemos por tal cosa una cierta mentalidad dominante que se materializa en políticas concretas, lo distintivo del Holocausto es la demarcación de parte de la propia población como exterminable. Ahí, el criterio de la raza es más propagandístico que pragmático porque, como sucede en el caso judío en particular, no hay raza judía. Los motivos son militares, demográficos, políticos, económicos, confluyen en el exterminio y quedan ocultos o disimulados por el espectáculo retórico, más llamativo, de la propaganda racial, en unos momentos en los cuales la genética es una de las ciencias de vanguardia".
¿Y hoy? "Hay un aspecto bastante visible y es el desplazamiento del vocabulario vinculado a la raza, al cuarto oscuro del tabú. Antes de la Guerra las referencias a la raza eran relativamente habituales y hasta inocuas y, desde luego, las empleaban los movimientos ideológicos más aparentemente opuestos. Después de la guerra, no parecía ya prudente apoyarse en criterios raciales. Una consecuencia de ello es que esa función pasó a desempeñarla la lengua. Los nacionalismos actuales la reivindican sin escrúpulo ni pudor. El ADN o el color de piel es algo más problemático en un mitin político o en un programa electoral. En todo caso, han cambiado tanto las condiciones del ciudadano como el estatuto de los Estados, cuya soberanía está en crisis. El panorama hoy es muy distinto pero hay síntomas que guardan similitudes inquietantes".
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