Guillermo Altares
La historia nos demuestra que un error de cálculo o una estupidez pueden desencadenar una guerra.
Imagen difundida por Corea del Norte del misil Hwasong, que lanzó el 29 de agosto y pasó por encima del norte de Japón. AFP
Las grandes potencias sobrevivieron a la Guerra Fría gracias a dos conceptos muy poco tranquilizadores, pero que funcionaron: el equilibrio del terror y la destrucción mutua asegurada. En caso de que Estados Unidos lanzase un ataque nuclear contra la URSS o viceversa, la respuesta sería tan destructiva como el ataque original y ambos países quedarían aniquilados. Nadie iba a ser tan insensato como para iniciar una guerra que sabía que iba a derivar en un Armagedón para todos. Ya dijo Einstein: "No sé cómo será la tercera guerra mundial, pero sé que la cuarta será con palos y piedras". La paz se basaba en la disuasión: era necesario almacenar armas nucleares para disuadir al enemigo de que no utilizase las suyas. Todo eso se articulaba con dos ejércitos sólidos y una estructura de mando clara. La cosa empezó a complicarse cuando países como Pakistán e India, mucho menos estables, se hicieron con armas nucleares. Y se ha convertido en un pesadilla cuando un régimen comunista, dirigido por Kim Jong-un, un joven de 33 años capaz de someter a su población al terror y la hambruna, se encuentra en medio de una carrera nuclear cada vez más exitosamientras que, al otro lado del Pacífico, el presidente más imprevisible de la historia ocupa la Casa Blanca.
El momento en el que el mundo estuvo más cerca de la guerra nuclear fue durante la Crisis de los Misiles, en 1962, cuando el espionaje estadounidense descubrió que la URSS estaba desplegando cohetes en Cuba con los que podía alcanzar EE UU, limitando su capacidad de respuesta; por lo tanto, desequilibrando ese equilibrio del terror. El presidente John F. Kennedy se obsesionó con un libro que ese año había ganado el Pulitzer de Historia, Los cañones de agosto, de Barbara Tuchman, sobre el principio de la I Guerra Mundial. La tesis de esa historiadora era que una serie de decisiones erróneas, cuando no estúpidas, llevaron al mundo a un desastre sin precedentes sin que nadie supiese muy bien cómo.
Años después, en el centenario de la Gran Guerra, otro historiador, Christopher Clark, publicó un ensayo muy influyente con una tesis similar, Sonámbulos, título que se ha convertido incluso en un concepto político, define ese avance hacia un desastre sin ser consciente de ello: "Los protagonistas de 1914 eran como sonámbulos, vigilantes pero ciegos, angustiados por los sueños, pero inconscientes ante la realidad del horror que estaban a punto de traer al mundo", escribe este historiador de Cambridge al principio de su ensayo. Preguntado sobre la vigencia actual de su tesis, Clark señaló en una entrevista con este diario: "La gran lección de 1914 es que nos enseña hasta qué punto las cosas pueden ir mal cuando la gente deja de hablar, cuando alcanzar un compromiso resulta imposible. También nos recuerda que las guerras pueden llegar como consecuencia de decisiones rápidas y de cambios súbitos e imprevisibles en el sistema". Decisiones rápidas y cambios imprevisibles son, precisamente, cosas que están ocurriendo hoy en torno a Corea del Norte.
Así que esos dos libros han vuelto a ocupar un espacio importante en la prensa y son citados a menudo por los expertos. Hoy la crisis norcoreana ha entrado en una nueva fase con los sorpresivos avances en el programa armamentístico del régimen de Kim Jong-un y con las amenazas intempestivas que Trump acostumbra a lanzar en Twitter. Kennedy se enfrentó a una amenaza indudable contra su país, pero también sabía que cualquier paso en falso podía llevar a un desastre para el que no existía marcha atrás. Por otro lado, tampoco podía dejar que la URSS se saliese con la suya. Durante 13 días de octubre —título de una película sobre la crisis—, el mundo estuvo al borde de la guerra nuclear.
"Tenemos motivos de sobra para estar preocupados porque hemos subestimado la capacidad nuclear de Corea del Norte", explica John Hallam, un activista internacional a favor del desarme nuclear desde la organización People for Nuclear Disarmament, que ha asesorado a Naciones Unidas. "Estudié el principio de la I Guerra Mundial por ese motivo cuando estaba en la Facultad, en los setenta, y volví a estudiarlo en 2014, y creo que Kennedy tenía razón en su temor a cometer un error que desencadenase un desastre, aunque la Crisis de los Misiles no casa totalmente con aquella guerra. La situación en los países bálticos actualmente se parece mucho más", agrega este experto. Hallam cree que la situación más peligrosa no se encuentra solo en Corea del Norte, sino en la creciente tensión entre bloques por asuntos como las Repúblicas bálticas, que forman parte de la OTAN y la UE pese a estar en el área de influencia histórica de Rusia, algo que el Gobierno de Vladímir Putin lleva cada vez peor. "Aunque puede provocar millones de muertos, no deberíamos olvidar que Corea del Norte no tiene la capacidad para acabar con la civilización. Rusia y Estados Unidos sí la tienen", agrega.
Barbara Tuchman, nacida en 1912 y fallecida en 1989, fue una de las grandes historiadoras del siglo XX. Sus libros, como Un espejo lejano: el calamitoso siglo XIV, se siguen reeditando. Fue además una fina observadora política, nieta del banquero y diplomático Henry Morgenthau, al que acompañó en alguna misión internacional. Fue corresponsal en Japón y China en los años treinta, cubrió la guerra civil española y trabajó para los servicios de información y propaganda de EE UU durante la II Guerra Mundial. Era, en otras palabras, una historiadora curtida en el terreno, que sabía de lo que hablaba cuando escribía sobre los desastres de la guerra.
Después de Los cañones de agosto escribió otro libro que giraba más o menos en torno al mismo tema, la capacidad de algunos gobernantes para tomar las peores decisiones no solo en contra de su pueblo, sino de ellos mismos. Se titulaba La marcha de la locura. La sinrazón desde Troya hasta Vietnam y empezaba con la guerra de Troya, un ejemplo no por mítico menos ilustrativo. Tuchman trataba de responder a una pregunta imposible: ¿a quién en la ciudad sitiada se le ocurrió que aceptar un caballo gigante de madera era una buena idea? ¿Por qué nadie escuchó al sacerdote troyano que rogó que rechazasen cualquier regalo de los griegos y pidió que, por lo menos, alguien mirase lo que había en su interior? Los errores necios en política, insiste Tuchman, son muy comunes a lo largo de la historia (y no hace falta remontarse mucho, los ejemplos sobran en la actualidad). "Un fenómeno que se repite, independientemente del periodo o el país, es la capacidad de los Gobiernos para llevar a cabo políticas contrarias a sus propios intereses. A la humanidad se le da muy bien gobernar mal. ¿Por qué parece tantas veces que los procesos mentales inteligentes no funcionan?", escribe.
CLAVES
G.A
Potencia nuclear. No resulta fácil separar la realidad de la propaganda, pero los expertos creen que el régimen de Corea del Norte ha realizado avances insospechados por su rapidez en su programa nuclear y que tendrá en poco tiempo la capacidad para lanzar un misil atómico intercontinental.
Crisis de los Misiles. En 1962, el mundo estuvo al borde de la guerra nuclear después de que la URSS intentase desplegar misiles en Cuba. Kennedy se obsesionó entonces con un libro de Barbara Tuchman sobre el principio de la I Guerra Mundial. Sabía que cualquier error sería fatal y no quería que se repitiese la situación que dio lugar a aquel conflicto.
Sonámbulos. Es el término acuñado por el historiador Christopher Clark para definir el estallido de la Gran Guerra, que arrasó Europa entre 1914 y 1918. Su idea es que los dirigentes de las grandes potencias avanzaron como sonámbulos hacia el desastre, sin ser demasiado conscientes de las consecuencias de sus acciones.
Con armas nucleares, todo se complica mucho más, porque los errores son irreversibles y tremendos. La teoría de Tuchman aplicada al enfrentamiento de Pyongyang con Washington, con Pekín en medio, resulta muy inquietante. "Es una situación muy inestable y peligrosa, en la que pueden producirse cálculos erróneos por parte de Corea del Norte que lleven el desastre", explica Emily Landau, directora del programa de control de armas del Institute for National Security Studies (INSS), dependiente de la Universidad de Tel Aviv, y autora del libro Decade of Diplomacy: Negotiations with Iran and North Korea and the Future of Nuclear Nonproliferation. La profesora Landau cree que "el líder de Corea del Norte lleva años lanzando amenazas a todo el mundo, a Japón, a Corea del Sur, a Estados Unidos... Y ahora es más peligroso que nunca, es muy agresivo, tiene armas nucleares y puede cometer un error de cálculo". Sin embargo, cree que no se puede comparar con la situación en Estados Unidos: "Seamos realistas, se puede decir que Trump no entiende la disuasión, podemos hablar de los tuits con amenazas, lo que sea, pero no está solo, está rodeado de asesores y militares. Cualquier presidente que se enfrentase a ese tipo de amenazas tendría que responder más o menos como él. El peligro está en el otro lado".
Desde este verano, la situación es más volátil que nunca porque Corea del Norte ha logrado dos avances que han sorprendido a la mayoría de los expertos: en julio demostró que tiene la capacidad para lanzar un misil que podría alcanzar la Costa Oeste de Estados Unidos y el pasado fin de semana realizó su sexto ensayo nuclear, esta vez con una bomba de hidrógeno muchísimo más potente que las que destruyeron Hiroshima y Nagasaki. Existe un debate sobre si dispone de la capacidad para miniaturizar y colocar en un misil una cabeza nuclear, también sobre si ha logrado la bomba de hidrógeno o es solo propaganda, pero nadie duda de que lo conseguirá. Los directores de su programa nuclear son dos científicos competentes: Ri Hong-sop, director del Instituto de Armas Nucleares, y Hong Sung-mu, director del departamento de municiones del Partido de los Trabajadores de Corea. El solo hecho de que existan esas dos instituciones demuestra las intenciones del régimen.
El columnista de The New York Times Roger Cohen describió así la situación: "Un tirano de 33 años experto en macabras ejecuciones de sus familiares está apuntando a la cabeza con una pistola a Estados Unidos. Es sencillamente inaceptable". Sin embargo, la solución militar, como la que Trump anunció en sus mensajes en redes sociales —en ellos amenazó al dictador con "una furia y un fuego jamás vistos en el mundo"—, puede desencadenar un mecanismo de destrucción difícil de imaginar. "Cualquier acción militar es extremadamente peligrosa. Estados Unidos tiene la capacidad para convertir todo Corea del Norte en un solar, pero antes Pyongyang podría golpear a Corea del Sur (Seúl sin duda), Japón (la base estadounidense de Okinawa, tal vez Tokio), Guam y, aunque ahora mismo creo que existen muy pocas posibilidades, Estados Unidos. Todo eso se traduciría en muchísimas víctimas. Alguien dijo que Corea del Norte es como una abeja, nos clavaría su aguijón mientras agoniza, pero nosotros somos alérgicos".
“Los errores necios en política son muy comunes en la historia”, dice Barbara Tuchman. “A la humanidad se le da muy bien gobernar mal”
En ese momento entran en juego las teorías de Barbara Tuchman y Christopher Clark sobre el principio de la I Guerra Mundial y la estulticia que muchos políticos han demostrado (y siguen haciéndolo) a lo largo de la historia. Esto es lo que escribió esta misma semana el analista Gideon Rachman en el Financial Times en un artículo titulado 'Un cálculo erróneo puede llevar a una guerra en Corea': "Las grandes guerras del siglo XX fueron precedidas muchas veces por errores de cálculo catastróficos. Los alemanes no anticiparon que Reino Unido iba a socorrer a Bélgica en la I Guerra Mundial. Stalin no anticipó que Hitler iba a invadir Rusia. Japón y EE UU se equivocaron muchas veces sobre las intenciones del otro en el camino que llevó a Pearl Harbor. En 1950, EE UU no anticipó que China iba a entrar en Corea. Una amenaza similar —un error de cálculo— se cierne sobre la península coreana. Los dos líderes, Kim Jong-un y Donald Trump, son imprevisibles".
El ataque contra la base estadounidense de Pearl Harbor en 1941 es otro de los ejemplos que Tuchman estudió en su libro como uno de los grandes disparates de la historia, que desembocó en la destrucción de Japón y la pérdida de su imperio —aunque el emperador siguió en su sitio, eso sí, con un poder testimonial—. La historiadora explica que los políticos estadounidenses estaban profundamente divididos sobre la entrada del país en la II Guerra Mundial y que solo una cosa podría ponerles de acuerdo: un ataque directo contra su territorio. Contra toda lógica, los japoneses atacaron y Estados Unidos entró en la II Guerra Mundial.
Durante la Guerra Fría, el mundo vivió bajo lo que el historiador Rodric Braithwaite llama en un libro reciente "Armagedón y paranoia", era algo que siempre estaba ahí y que se agudizaba cuando se producía un conflicto —Cuba, crisis de los euromisiles, muro de Berlín—, con la sensación de que un paso en falso nos enviaría a todos a la edad de piedra. Kubrick relató perfectamente esa locura en su filme ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú. Pero de alguna manera todo el mundo esperaba que al final, como en 1962, imperase la sensatez, confiaba en que no se olvidasen las lecciones del pasado reciente. Es muy difícil que ocurran las cosas improbables —ganar la lotería, que Trump gane las elecciones—, pero eso no quiere decir que no puedan pasar. Tuchman cita una frase de Ralph Waldo Emerson muy ilustrativa: "Al analizar la historia, no hay que ser muy profundos porque a veces las causas son muy superficiales".
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