Desde hace dieciocho años la villa marinera de Laredo, en Cantabria, rememora el desembarco de Carlos Ven 1556, camino de su retiro en el monasterio de Yuste, donde moriría dos años después. Esta semana, el emperador vuelve a poner pie en tierra.
Carlos V parecía tener una especial predilección por Cantabria. En su primer viaje desde Flandes, con apenas 17 años, para tomar posesión de la corona de Castilla, tenía previsto atracar en Santander. Sólo el mal tiempo lo impidió, y en septiembre de 1517 la armada tuvo que tomar tierra en Tazones, Asturias. Casi cuarenta años después, también en septiembre pero de 1556, Carlos V cansado, agobiado por la agitada vida política que se cernía sobre sus dominios, y tras haber abdicado y dividido su imperio entre su hermano Fernando y su hijo Felipe, regresó a Castilla desde Flandes con la intención de curar la enfermedad de la gota que le consumía. Este último viaje lo realizó por mar desde el puerto de Flessinga, no muy lejos de Bruselas, hasta el puerto cántabro de Laredo, donde llegó el 28 de septiembre. Después continuaría por tierra hasta la comarca extremeña de la Vera, al palacio que mandó construir junto al monasterio de Yuste.
En todo caso, la fiesta, que surgió con motivo del 500 aniversario del nacimiento del monarca en el año 2000, y desde entonces se celebra en Laredo, no sólo es un gran evento cultural declarado de Interés Turístico Regional –y que aspira a conseguir en breve el título de Interés Turístico Nacional–, también es una manera más que atractiva de celebrar los peculiares matices de la Historia así como los encantos de una de las más características villas del litoral cántabro.
500 años después
El que fuera el último desembarco de Carlos V se celebra ahora en Laredo con una gran fiesta que dura toda una semana y que este año tiene lugar del 21 al 24 de septiembre. Sin duda, el acto principal de los festejos es el desembarco del emperador precedido de un desfile con casi 1.000 participantes ataviados con trajes de la época que recorre las calles del centro.
Así, Laredo regresa al año 1556 y celebra diversos actos festivos en muchos de los rincones de la villa, donde calles y establecimientos se engalanan para recibir al emperador y su séquito. El Ayuntamiento de Laredo organiza un amplio programa de actividades, en el que destacan la propia escenificación del desembarco en la Playa Salvé y un mercado de época, que acoge todo tipo de espectáculos y puestos de artesanía. Hay más de 120 puestos y 30 talleres, y junto a ellos músicos, comediantes, malabaristas y personajes variopintos deambulan por las rúas de la Puebla Vieja, mezclándose con nobles, damas de alcurnia o juglares. Además, hay demostraciones de cetrería, pasacalles con músicos, cómicos, magos; representaciones en las que participarán compañías de Francia, Italia, Portugal o Marruecos, así como muchas otras llegadas de diferentes puntos de la geografía nacional. Y para finalizar la velada se realiza una gran cena medieval en el curioso túnel de la Atalaya, de casi dos kilómetros, que atraviesa una colina que bordea el mar y fue construido en el siglo XIX.
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