sábado, 1 de julio de 2017

Las buenas notas

EL MUNDO EDUCACIÓN

Berta González de Vega


La única obligación que se tiene de niños es esforzarse al máximo en el colegio. Todo lo que se pueda. Es su trabajo. Si el fruto de ese esfuerzo son unas notas estupendas, es justo lo que se espera de ellos por lo que tampoco conviene hacer grandes festejos, regalos o viajes a Eurodisney. Somos miles los que nos hemos criado con esos preceptos en casa, a los que hemos dado continuidad luego en las nuestras. La recompensa a esa responsabilidad sí puede ser barra libre de libros, por ejemplo, a ser posible de mercadillo, con ahorro considerable. Y todas las actividades extraescolares que ellos pidan y se puedan pagar. 
Claro que hay niños a los que les cuesta estudiar. Por supuesto que hay profesores que no son los más motivadores, que le dicen a una madre que su hijo "no puede ir más allá del cinco". Porque uno de los graves problemas de la educación en este país es la falta de expectativas altas para los que más las necesitan. Lo contrario a ese discurso que hay en colegios como el Padre Coloma o el Michaela  ("El conocimiento es poder") en Londres donde les dicen a niños de casas sin muchos medios que sí pueden llegar alto con esfuerzo. Con mucho esfuerzo. 
No creo que ayude decirle a todos los niños en general que han sacado malas notas que no se preocupen, que Picasso, Darwin, Einstein eran malos estudiantes, como en este artículo de Pedro Simón. Primero, claro, estaría bien que esos alumnos se supieran al dedillo quién eran los tres. 
        Resulta que Picasso, de muy pequeño, más que palomas y toritos lo que pintaba eran cuadros de una maestría de quitar el hipo para esa edad. Pero es que Picasso era hijo de un profesor de pintura, José Ruiz Blasco, que tuvo en él a un alumno aventajado que a los 15 años era capaz de pintar un cuadro como La Primera Comunión o la acuarela que cuelga en el Museo de Málaga, regalo a Muñoz Degrain con 14 años. Un niño que se esforzó desde muy pequeño en ser un maestro de la pintura y que mantuvo esa capacidad de aprender, estudiar y pintar hasta que se murió pasados los 90 años. 
       
Del libro infantil sobre Einstein, The Beam of Light.
Y luego Einstein, del que siempre se resalta que no aprendiera a hablar pronto. Como millones de niños. Pero eso no tiene que ver con las malas notas. De hecho, que el premio Nobel y padre de la teoría de la Relatividad fuera mal estudiante ya ha quedado como ejemplo de leyenda urbana, eso sí, muy tranquilizadora para los que no sacan buenas notas. Al menos desde 1984 se sabe que tuvo problemas con el francés, lo que le ocasionó suspender para entrar a la primera en el Instituto Tecnológico de Zurich. Pero con 16 años sacaba la máxima nota en álgebra y aritmética,  obteniendo un 1 en una escala de 1 a seis, siendo el seis lo peor. Parece ser que justo esa manera de poner notas pudo estar en el origen de algún malentendido superado desde hace 30 años. A los once años, leía libros de física para universitarios. Estaría bien explicarle eso a los niños de las malas notas del artículo de Pedro Simón.
        Y Darwin, claro. Que estuvo en Cambridge, que sí es verdad que tenía cierta tendencia a pasárselo muy bien --nada reprochable si hay ocasión de fiesta y deporte--, que tuvo que admitir finalmente que la Medicina, tradición familiar, no era lo suyo --operaciones sin anestesia, uff-- y tampoco la vida hacia la que iba de clérigo rural sin creer en Dios. Cierto es que no fue brillante en matemáticas, de lo que se arrepintió en cartas de mayor, pero sí muy apasionado por el campo y la naturaleza --no sé si imaginarme también a esos niños de malas notas en la actualidad con anotaciones en cuadernos de campo--. Pero, sin estar en el cuadro de honor, acabó en una buena posición gracias a  "contestar bien las preguntas del examen sobre Paley, Euclídes y no suspender en Clásicas...". 
Gracias a Cambridge, tan buena universidad entonces como ahora, conoció a su mentor, Henslow, el que verdaderamente supo sacar todo el talento por la ciencia natural de Darwin y el que provocó que se embarcara en el Beagle, viaje fundamental para la teoría de la Evolución, al renunciar a ir él mismo. 
Está también en el artículo de Pedro Simón el caso de John Bertrand Gurdon, Nobel de Medicina, que tiene enmarcada una frase desafortunada de un profesor sobre su supuesta ineptitud para la ciencia. La anécddota demuestra el sentido del humor de Gurdon que, por culpa de esa nota, elaborada por un profesor contratado en Eton para dar clases de apoyo, se centró más en las letras pero que, al entrar en Oxford, pudo cambiarse a Zoología. Dudo que Oxford admitiera entonces a pésimos estudiantes.
Por supuesto que hay profesores que tienen poca vista para potenciar algunos talentos de sus alumnos. De hecho, uno de los problemas que detecta PISA para España es la escasez de estudiantes que sobresalen, brillantes. Por eso un artículo que relativiza las malas notas con anécdotas de cuatro genios que, además, son más bien leyendas urbanas, no ayuda a prestigiar la excelencia educativa que necesitamos. No dudo, sin embargo, del éxito popular de ese enfoque en un país donde se ha planteado una huelga de deberes. El mismo de muchas políticas educativas que en vez de darle expectativas altas a los niños lo que proporciona es el consuelo de que no se puede hacer más. En muchas casas, de todas maneras, se sigue exigiendo a los hijos que se esfuercen al máximo. Su única obligación: aprender a entender el mundo. El conocimiento del colegio no basta, claro, pero ayuda. 
El esfuerzo, además, es clave en la forja del carácter, algo más importante que cualquier título. La curiosidad es otra gran cualidad, como demostró Einstein haciendo muchas preguntas en el colegio. Pero, la curiosidad, como escribe muy bien Gregorio Luri, se sustenta en cuantos más y variados conocimientos, mejor. Para que te inspire el arte africano, como a Picasso, tienes que saber que existe el arte africano. No llego a entender cómo contribuye a esas "habilidades no cognitivas" que dicen ahora --antes carácter--el dar la idea de que se puede llegar a genio con malas notas. 

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