Rubén Amón
Elliott y Álvarez Junco desmontan con ironía el soberanismo y el adoctrinamiento contemporáneo.
José Álvarez Junco (izquierda) y John H. Elliott, en el coloquio de 'Catalanes y escoceses'. INMA FLORES
La clarividencia de John H. Elliott y su reputación de hispanista neutralizan los instintos y las vísceras del “problema catalán” con un ensayo que coteja la historia de un antiguo país que renunció a su independencia, Escocia, frente a otro que, no siéndolo, se obstina en conseguirla.
Es el contraste de Catalanes y escoceses (editorial Taurus), un enfoque dialéctico de la cuestión identitaria que permitió este lunes en Madrid -Fundación Rafael del Pino- dialogar a John H. Elliott con el historiador José Álvarez Junco en una suerte de excelencia senatorial al que puso instinto periodístico el papel moderador e incitador de José Andrés Rojo.
El punto de consenso no solo estriba en identificar “la psicosis recurrente del agravio” al uso en los nacionalismos, sino el sesgo restrictivo que implica el soberanismo catalán contemporáneo, muchas veces incurriendo en el solipsismo. Una idea de la idiosincrasia ensimismada, hacia dentro, introspectiva que exige despojarse de la riqueza cultural circundante -la española, la comunitaria- y que requiere una reconstrucción arbitraria de la historia: “Hay mucha manipulación en las narrativas nacionalistas. Los mitos buscan dar coherencia a la sociedad. Los historiadores estamos llamados a desmitificar el nacionalismo, el esencialismo. Es irresponsable buscar en el pasado las certezas que no se encuentran en el presente”, concedía Elliott.
La fiebre nacionalista proviene, a su juicio, de una conspiración entre el miedo a la globalización, la decadencia de los partidos convencionales, las supersticiones identitarias y el desengaño de la sociedad. Un contexto inflamable en el que cuajan mejor las tergiversaciones inducidas. De hecho, Elliott denuncia sin titubeos un “proceso de adoctrinamiento” que se arraiga en la hegemonía de Jordi Pujol y que se ha radicalizado en los tiempos de la crisis económica a semejanza de una escapatoria. “Se han manipulado los libros de texto, pretendiéndose establecer la oposición de un estado, el estado español, una construcción artificial frente a la legitimidad de una nación orgánica, auténtica, que sería Cataluña. Ha sido un trabajo muy eficaz que además se ha prolongado en la repercusión internacional gracias a campañas dotadas de presupuesto y de intenciones”. Es el hábitat en el que el hispanista señala, identifica y hasta lamenta la pasividad de Mariano Rajoy, incapaz de construir un retrato alternativo, legítimo y fornido al victimismo de Cataluña.
No hay escrúpulos en la tergiversación de la historia misma que se practica desde el soberanismo contemporáneoÁLVAREZ JUNCO
“No hay escrúpulos en la tergiversación de la historia misma que se practica desde el soberanismo contemporáneo ”, puntualizaba Álvarez Junco. “El caso más flagrante es el de Rafael Casanova. Se lo venera como un héroe y como un mártir de la Guerra de Sucesión, se le honra con flores, pero el hecho es que este señor, que era notario, vivió 30 años muy bien después de su presunto martirio”, ironizaba el historiador respecto a la impostura conmemorativa. No es el libro de Elliott una respuesta de emergencia a la crisis contemporánea ni un tratado oportunista. En cuanto historiador, el laureado hispanista hace memoria por los siglos de los siglos. Y traza el hilo que comunica el pasado remoto con el presente, advirtiendo que los movimientos separatistas de Escocia y Cataluña han caminado juntos en la trayectoria de la idealización, aunque también han conservado posiciones distintas. “A diferencia de Escocia, Cataluña nunca fue independiente. Escocia trazó su diferencia desde la religión. Y desde un artificial medievalismo al que dio vuelo la literatura de Walter Scott. Cataluña hizo acopio identitario desde la lengua y desde la creación de un carácter nacional ficticio. Uno de los aspectos más característicos del nacionalismo consiste en la capacidad de arrogarse la representación de un pueblo y de un alma. Se trata de dotar al uno y al otro de una pureza y de una esencialidad que acostumbran a graduar la diferencia, cuando no la superioridad”.
Elliott y Álvarez Junco no solo recelan del referéndum de autodeterminación. Recelan de la categoría del plebiscito en sentido absoluto. Porque se aferran a la democracia representantiva y parlamentaria. Y porque los planteamientos maximalistas -sí o no, todo o nada - “polarizan a las sociedades, las crispas y alteran la convivencia, tal como ha sucedido en el caso del Brexit”, describía el hispanista británico. “La Unión Europea es una idea extraordinaria”, añadía Álvarez Junco. “Un antídoto al nacionalismo y a la nostalgia del estado nación. Es verdad que la UE ha engendrado un aparato burocrático desmedido, pero la idea de una fórmula supranacional, superestatal, representa un espacio de convivencia mucho más deseable que el del oscurantismo nacionalista en sus leyendas y tentaciones restrictivas”.
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