Manuel P. Villatoro
Tras meses de trabajo en su restauración, el Ejército de Tierra (junto con la colaboración de otras tantas instituciones) ha presentado en la base militar de «El Goloso» uno de los carros de combate galos que combatieron en la Guerra del Rif.
Varios Renault FT españoles
Ya ha pasado un siglo desde que el primer carro de combate moderno, el Renault FT-17, pisó España y fue presentado en sociedad por Su Majestad, el rey Alfonso XIII, a la prensa de la época. Para nuestro país la llegada de este blindado supuso todo un avance a nivel acorazado. En un tiempo en el que los jinetes todavía cargaban en los campos de batalla contra el enemigo, disponer de un vehículo de este calibre dio una ventaja considerable al ejército que combatía contra Abd el-Krim en la Guerra de Marruecos tras el doloroso Desastre de Annual. A la postre, su efectividad fue tal que incluso fue utilizado en la Guerra Civil española y, finalmente, en la Segunda Guerra Mundial.
Ahora, cien años después de que el primero de estos carros de combate arribase a tierras españolas, el Ejército de Tierra ha presentado en la base militar de «El Goloso» también un FT. Aunque, en este caso, es un blindado restaurado con la ayuda de varias instituciones con el objetivo de recordar a todos los soldados que han combatido por nuestro país a lo largo de la historia.
El vehículo en cuestión, uno de los pocos ejemplares que se conservan en el mundo, dio el martes sus primeros pasos en Madrid después de que los trabajos para su recuperación se iniciaran en junio de 2012 con su desmontaje completo y revisión de sus componentes. A partir de enero de 2016 comenzó el montaje de las piezas ya restauradas hasta que, el 3 de julio, acabaron las labores en las instalaciones del Regimiento Acorazado «Alcázar de Toledo» nº. 61.
Además de esta unidad, han sido varias las instituciones que han colaborado en la restauración del Renault FT. Entre ellas han destacado el Instituto de Historia y Cultura Militar (IHCM), el Mando de Apoyo Logístico del Ejército (MALE) -concretamente, su Parque Central de Mantenimiento de Sistemas Acorazados n.º1 (PCMASA 1)-, la Brigada Guadarrama XII y, en particular, el Regimiento Acorazado «Alcázar de Toledo» 61. Además, se ha contado con la ayuda desinteresada de apasionados del entorno de los blindados. Este grupo heterogéneo ha logrado devolver a la vida uno de los vehículos más representativos de la historia de nuestro país.
La creación del carro de combate moderno
Los inicios del siglo XX eran tiempos de sangre, muerte, y balas; años, en definitiva, que exprimieron las materias primas y la población de Europa hasta la extenuación. Por todo ello, en países como Francia comenzó a germinar una idea: era necesario construir un vehículo acorazado de bajo coste capaz de destruir las trincheras y causar terror en los soldados enemigos. En estas andaba el país galo cuando hizo su aparición en escena el general francés Jean-Baptiste Estienne, un visionario que, convencido como estaba de la necesidad de incorporar al ejército carros blindados, propuso el proyecto a un conocido fabricante de vehículos.
«En julio de 1916, Estienne planteó el tema al fabricante de coches Louis Renault en un encuentro casual en el hotel Claridge. Renault se había negado anteriormente a verse implicado (…) alegando la falta de experiencia de su firma en vehículos con orugas (…). Pero Renault sintió curiosidad por la idea del carro ligero y accedió a iniciar estudios de diseño de un vehículo de este tipo», señala el historiador Steven J. Zaloga en su obra «Carros de combate. El carro ligero Renault FT».
Así pues, ese mismo año comenzaría la construcción de este nuevo ingenio mecánico, el cual hizo su aparición oficial a comienzos de 1918 tras varios retrasos burocráticos. De pequeñas dimensiones y escaso peso (apenas 5 metros de largo, 2,1 metros de alto y 6,6 toneladas), este blindado podía alcanzar una velocidad de hasta 8 km/hora, lo que le situaba claramente por delante de algunos de sus antecesores como el Mark I (el cual no superaba los 4,5 km/hora).
A su vez, su diseño sentó las bases de lo que, en un futuro, sería la industria de los blindados. «El “Renault FT” fue el primer carro de combate del mundo moderno. Sentó los principios de la configuración básica que los carros han seguido desde 1917 hasta hoy: el cañón principal estaba colocado en una torre que podía girar totalmente, el conductor se situaba delante, la torre en el centro y el motor detrás. Fue fabricado en mayor cantidad que cualquier otro carro de la Gran Guerra», destaca el experto en su obra.
Este blindado podía alcanzar hasta 8 km/h. y con cañón de 37 mm.Algunos meses después su uso se generalizó en el frente por delante de los pesados blindados anteriores. Y es que, ya fuera armado con una ametralladora Hotchkiss o un cañón de 37 mm, ofrecía grandes ventajas durante la batalla. Concretamente, su bajo coste y sus características provocaron que pudieran usarse grandes batallones de estos blindados para atacar las posiciones enemigas.
«En lugar de desafiar las defensas alemanas con un blindaje inexpugnable, se las desafiaría con una multitud. Podían fabricarse cinco pequeños “Renault FT” por cada carro pesado. (…) Los “FT” serían blancos mucho más difíciles debido a su pequeño tamaño, y un “enjambre de abejas” de “FT” vencería al pequeño número de cañones alemanes (anti carro) por la fuerza de su cantidad», finaliza Zaloga.
Alhucemas
Con estos precedentes no es raro que España demostrara en 1918 su interés a «Renault» por hacerse con varios de estos carros de combate. No obstante, hubo que esperar hasta marzo para que a nuestro país llegara el visto bueno de Francia, la cual se comprometió a enviarnos tres de sus «FT» (uno ametrallador y dos armados con sendos cañones de 37 mm). El primero de estos blindados llegó semanas después a Madrid, donde pasó satisfactoriamente varias pruebas frente al rey Alfonso XIII. Su coste fue de unos 60.000 francos (aproximadamente 49.000 pesetas).
Sin embargo, la posterior guerra en Marruecos contra los rifeños obligó a España a adquirir 11 «Renault» más. Así pues, se formó una compañía de blindados que se trasladó al protectorado en 1922 dispuesta a acabar con la rebelión. Fue a mediados de marzo de ese año cuando 8 de estos carros tuvieron su bautismo de fuego en combate. Aquella jornada, los «FT» apoyaron el ataque de varios regimientos de infantería sobre una posición enemiga, aunque sin mucho efecto más allá del psicológico (y es que, ver aparece un carro de combate no causó precisamente alegría en los rebeldes, los cuales no contaban con medios blindados).
Posteriormente, 12 «FT» fueron utilizados -bajo la dirección del entonces comandante Francisco Franco- en el desembarco que España llevó a cabo en Alhucemas para recuperar el territorio perdido ante Abd el-Krim. De esta forma, y aunque los blindados no fueron muy efectivos debido a que tuvieron serias dificultades para llegar a tierra, los «Renault» se convirtieron en los primeros tanques que participaron en un desembarco anfibio. Finalmente, y tras algunas incorporaciones, 18 «FT» volvieron a la península en 1926, donde fueron encuadrados en dos nuevos regimientos de carros (ubicados en Madrid y en Zaragoza respectivamente).
Todo cambiaría para los «Renault» en 1936 con el inicio de la Guerra Civil. «Los republicanos conservaron en Madrid el 1er Regimiento de Carros Ligeros de Infantería, mientras que los sublevados se apoderaron en Zaragoza del 2º (…). Este último fue utilizado brevemente en el frente de Huesca, pero su mal estado mecánico los dejó pronto inoperantes. Los republicanos emplearon sus “FT” en la defensa de Madrid. Estos fueron reforzados en 1937, cuando Polonia vendió 16 de sus “Renault” a Uruguay, terminando estos en España con las fuerzas republicanas», completa Zaloga. Acabada la contienda, y ya con muchos años a sus metálicas espaldas, estos anticuados carros no fueron inscritos en las nuevas unidades mecanizadas españolas.
Frente a los nazis
No obstante, parece que algunos países como Polonia o Francia llegaron a la conclusión de que estos viejos «Renault» podían seguir siendo efectivos durante más tiempo. Así pues, los polacos decidieron (erróneamente) utilizar en 1939 más de 100 «FT» para defenderse de la invasión de Adolf Hitler. Concretamente, y debido a su penoso estado, los emplearon como torretas estáticas o, en el mejor de los casos, como unidades móviles de vigilancia para las vías férreas.
Algo similar sucedió en Francia donde, debido a la gran producción que habían llevado a cabo durante la Gran Guerra, los almacenes estaban llenos de millares de «Renault». Esto provocó que, a pesar de estar totalmente obsoletos, los mandos galos no tuvieran más remedio que usarlos en alguna acción aislada contra los soldados alemanes. Curiosamente, muchos de estos «FT» capturados tras la invasión francesa vivieron sus últimos días protegiendo los aeropuertos de la «Luftwaffe» (la fuerza aérea de Hitler).
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