Nuño Domínguez
La sonda ‘Cassini’ desvela la composición de los anillos y las capas altas de la atmósfera del planeta, que registra precipitaciones intensas de agua, propano y butano.
Saturno visto por 'Cassini' en 2013. NASA
Nadie que lea estas líneas presenciará lo que vio la sonda Cassini antes de arder. Encélado ocultándose tras la atmósfera dorada de Saturno. Las ondas que Dafne —una de sus más de 60 lunas— deja en los anillos del planeta. La turbia atmósfera en la que se desintegró la nave el 17 de septiembre de 2017 para no contaminar los satélites helados, donde puede haber vida.
El artefacto de la NASA pasó sus últimas horas enviando información a la Tierra de forma constante. Fruto de esas transmisiones, ahora se publican en Scienceseis estudios que explican, entre otras cosas, qué está pasando entre las nubes más altas del gigante gaseoso y el interior de sus anillos, una zona que no se había explorado hasta ahora.
Los datos muestran que esa región está azotada por la lluvia que cae desde el anillo D —el más próximo al planeta— como un “aguacero”, en palabras de Hunter Waite, autor principal de uno de los estudios y líder del espectrómetro INMS que iba a bordo de la nave. “Si estuvieras allí apenas sentirías el impacto de las pequeñas partículas, pero podrías oler los gases ”, explica el físico del Instituto de Investigación del Suroeste (EE UU).
La lluvia sobre Saturno contiene agua —el 95% de los anillos está compuesto de hielo—, metano, amoníaco, monóxido de carbono, dióxido de carbono y nitrógeno, más o menos lo que se esperaba, pero también —y esto es una sorpresa— compuestos orgánicos, entre ellos butano y propano. "Los compuestos orgánicos observados parecen similares a los de los cometas, y se postula que estos cuerpos trajeron estos compuestos a la Tierra en sus orígenes", señala Waite.
Los investigadores están sorprendidos por la cantidad de material que cae sobre la atmósfera saturnina, unos 10.000 kilos por segundo. Pero el impacto de estas “lluvias” es relativo. “Saturno tiene 63 veces la superficie de la Tierra. El material queda repartido por una superficie tan amplia que si hubiese estado lloviendo durante toda la historia del Sistema Solar [unos 4.500 millones de años], la acumulación sería de apenas 2,5 milímetros”, detalla Waite.
No obstante, la lluvia del anillo D modifica la composición química de las capas altas de la atmósfera del planeta y es posible que con el tiempo cambie también la proporción de carbono y oxígeno en las capas interiores que están en contacto con la superficie. El espectacular sistema de anillos, que abarca 300.000 kilómetros pero tiene apenas 10 metros de espesor, se retroalimenta. El anillo C descarga sobre el D y este sobre el planeta, según muestra uno de los estudios.
Cassini ha profundizado en otra rareza de Saturno: su campo magnético es algo nunca visto. En la Tierra, los polos geográficos y los magnéticos están separados 11 grados, pero en Saturno están alineados con una diferencia de menos de una centésima de grado. “Hasta ahora creíamos que debía haber una cierta desalineación [entre polos] para que exista un campo magnético, pero su ausencia en Saturno parece indicar que tenemos que repensar todo lo que sabíamos sobre cómo algunos planetas forman campos magnéticos”, explica Gregory Hunt, investigador del Imperial College de Londres y coautor de otro de los trabajos publicados hoy. Estudiar el campo magnético del planeta es clave, porque puede desvelar si Saturno esconde un núcleo sólido en su interior, una de las mayores preguntas que quedan por responder.
La nave fue lanzada en 1997 como parte de una misión conjunta entre la NASA y la Agencia Espacial Europea, que se encargó del módulo de aterrizaje Huygens. Desde que este tocó el suelo de Titán, sus datos han permitido confirmar la presencia en esta luna de una atmósfera, así como lagos y ríos de metano que se evapora y forma nubes que después vuelven a descargar sobre la superficie.
Cassini fue la primera nave que orbitó Saturno. Desde su llegada al planeta en 2004 hizo cosas increíbles, como atravesar las fumarolas de los géiseres de Encélado que brotan de un desconocido océano sepultado bajo el hielo, uno de los lugares más propicios para la vida en el Sistema Solar. Poco antes de desaparecer, la misión también confirmó que en las zonas ecuatoriales de Titán se producen tormentas de polvo como las que suceden en los desiertos de la Tierra y de Marte. Con más de 13 años de datos recogidos por Cassini, vamos a estar analizando y haciendo descubrimientos durante años, si no décadas”, asegura Hunt.
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