Luis Doncel
Lagarde anticipa una ralentización del crecimiento global por debajo del 3,9% previsto hace solo tres meses.
Christine Lagarde, directora gerente del FMI, en su invertención de la semana pasada en la sede de la ONU en Nueva York. PETER FOLEY (EFE)
El Fondo Monetario Internacional (FMI) anticipa tormenta. Antes de inaugurar la cumbre de la próxima semana en Bali (Indonesia), la organización muestra su inquietud ante la marcha de la economía internacional en los últimos meses y, sobre todo, lo que puede ocurrir en los próximos. En un discurso pronunciado este lunes en Washington, la directora gerente del organismo, Christine Lagarde, no se ha preocupado solo por la ralentización de la economía —el PIB global crecerá menos que el 3,9% que pronosticaba hace solo tres meses—, sino por unos peligros que hasta hace poco parecían hipotéticos y que ahora están materializándose.
Lagarde también ha alertado sobre un problema que en realidad nunca ha dejado de existir, pero ahora parece más presente que nunca. La deuda global —tanto pública como privada— encadena récord tras récord. Según calculan los economistas del Fondo, ha alcanzado ya los 182 billones de dólares (unos 157 billones de euros al cambio actual). Más o menos el equivalente a 156 veces el PIB español. Desde su informe de la pasada primavera, la cifra ha aumentado en 18 billones de dólares.
El monstruo de la deuda no deja de crecer. Supera ya en un 60% el nivel de 2007, un año antes de que la Gran Recesión llegara con toda su virulencia para cambiar el mundo. Y esta cifra es más preocupante ahora que la época de estímulos monetarios por parte de los grandes bancos centrales parece haber llegado a su fin.
Abruptas correcciones en el mercado
“Gobiernos y empresas son ahora más vulnerables a un endurecimiento de las condiciones financieras. Las economías emergentes y en desarrollo ya están notando el pinchazo mientras se adaptan a una normalización monetaria en el mundo avanzado”, ha asegurado Lagarde en Washington. Por si fuera poco, esta situación puede ir a peor. Porque en el FMI pronostican abruptas correcciones en el mercado y en los tipos de cambio si el proceso de endurecimiento de las condiciones financieras continúa yendo más allá.
Lagarde ha comenzado su intervención con las buenas noticias: el mundo sigue creciendo al ritmo más alto desde 2011, el desempleo sigue cayendo en la mayor parte de los países y el porcentaje de personas que vive en pobreza extrema ha alcanzado un nuevo mínimo, por debajo del 10% de la población mundial. Son sucesos importantes, sí, pero las alegrías acaban aquí. Porque, según ha dicho la jefa del Fondo, “el clima de la economía global está empezando a cambiar”. Si un año atrás Lagarde recomendaba aprovechar la buena racha para hacer reformas —“El sol brilla. Arreglad el tejado”, decía—; y hace seis meses advertía de los nubarrones en el horizonte, ahora reconoce que los riesgos que veía entonces “han empezado a materializarse”.
Y, como ya ha advertido el FMI y diversas instituciones en otras ocasiones, el mayor riesgo es el desencadenamiento de una guerra comercial. El problema es que este ya no es un peligro hipotético, sino que, en palabras de Lagarde “la retórica está mutando en una nueva realidad de barreras comerciales efectivas”. Estas no solo dañan al comercio, sino también a la inversión y a la industria, que se ven perjudicadas por unas incertidumbres al alza, ha continuado la directora gerente del FMI.
Por ahora, entre las economías desarrolladas, los más afectados por este nuevo clima de descontento son la eurozona y Japón. Mientras, EE UU, el auténtico desencadenante de esta nueva oleada proteccionista, parece estar resistiendo mejor el vendaval en principio, gracias a la reforma fiscal expansiva de la Administración Trump. Pero todo esto puede cambiar si las peleas comerciales continúan.
Hay ya unos claros perdedores: los países emergentes, que están sufriendo las repercusiones negativas de estas tensiones. En el caso de que la guerra arancelaria se agrave, Lagarde tiene una recomendación. “Si no se puede llegar a acuerdos entre todos los países, los Gobiernos pueden usar pactos comerciales flexibles en los que colaboren, en el marco de la Organización Mundial del Comercio, aquellos con una forma de pensar similar”, ha concluido.
LAS MUJERES, MÁS PERJUDICADAS POR LA AUTOMATIZACIÓN
Lagarde también habló de la pérdida de empleos asociada a la revolución tecnológica, pero lo hizo mencionando un aspecto al que habitualmente se presta poca atención: cómo esta destrucción —26 millones de puestos de trabajo corren el riesgo de desaparecer en los 36 países de la OCDE— afecta sobre todo a las mujeres. El argumento es que estas suelen ocupar puestos con actividades rutinarias, y son estos precisamente los más amenazados por la automatización.
El Fondo anunció el lunes que la economista indio-estadounidense Gita Gopinath sustituirá a finales de 2018 a Maurice Obstfeld como economista jefe. Es la primera vez que una mujer ocupa este puesto; uniéndose a las que ya desempeñan estas mismas funciones en el Banco Mundial y la OCDE.
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