Manuel P. Villatoro
Según desvela a ABC el historiador Antony Beevor, el síndrome de Asperger pudo haber provocado que el militar no atendiera a razones y se empeñara en llevar a cabo la Operación Market Garden.
Bernard Montgomery, en un carro de combate durante una batalla del Norte de África - ABC
Los adjetivos para calificar al mariscal de campo Bernard Law Montgomery se cuentan por decenas. Desde excéntrico hasta extravagante pasando por, simplemente, extraño. El mismo Dwight D. Eisenhower le definió en una ocasión como un verdadero «psicópata». Pero la realidad es que también fue un oficial que, entre otras tantas victorias. logró acabar con las tropas del general alemán Erwin Rommel durante la batalla de El Alamein. Quizá fue por eso por lo que, tanto los mandos del Ejército Aliado como la misma Europa, le perdonaron el desastre en el que se convirtió la gran operación que orquestó para acceder a Alemania a través de los Países Bajos: Market-Garden.
Sin embargo, el popular historiador británico especializado en la Segunda Guerra Mundial Antony Beevor ha añadido un nuevo adjetivo a esta lista: enfermo. Y es que, según desvela en declaraciones a ABC, es probable que el mariscal de campo padeciera el síndrome de Asperger y que este le llevara a obviar a los críticos que le aconsejaron no lanzar a las fuerzas aerotransportadas británicas hacia una muerte segura en Market-Garden. «El síndrome de Asperger le dio visión de túnel y le hizo incapaz de escuchar los consejos de los demás», explica a este diario.
Beevor, con todo, no es el único experto que ha sugerido esta posibilidad. El psiquiatra irlandés Michael Fitzgerald ya la puso sobre la mesa en 2005 en su amplia investigación «Did field marshal Bernard Montgomery have asperger's syndrome?». Un dossier en el que usa las múltiples descripciones del militar que hicieron sus familiares, sus amigos, sus oficiales superiores y sus subordinados para analizar su carácter y demostrar que la posibilidad de que padeciera Asperger existe.
«Montgomery demuestra un deterioro cualitativo en la interacción social y patrones de comportamiento, intereses y actividades repetitivos y estereotipados», afirma el «abstract» del informe.
No obstante, en el informe de Fitzgerald también se baraja la posibilidad de que Montgomery estuviera aquejado de otras afecciones. «Se debe considerar también que sufriera Autismo de Alto Funcionamiento», desvela. Tal y como recoge el documento, no sería extraño que tuviera esta dolencia debido a que padecía «un deterioro cualitativo en la capacidad de interactuar socialmente» y a que sus «intereses eran restringidos, repetitivos y estereotipados». Aunque, a su vez, el experto es partidario de que no está claro que cumpliera el tercer requisito, «un deterioro cualitativo en la comunicación». De estar vivo, Eisenhower podría corroborar el último punto, pues tuvo que enfrentarse verbalmente a él en no pocas ocasiones.
Misógino y obsesivo
Para averiguar si Montgomery padecía el síndrome de Asperger, Fitzgerald analiza su carácter desde la infancia. Y parece que los datos le avalan. En sus palabras, «Monty» fue definido como un «cuarto hijo caprichoso, emocional e intelectualmente inmaduro» muy «travieso por naturaleza e individualista por carácter». No solo eso, sino que pronto se convirtió en la oveja negra de la familia. De hecho, su madre solía repetir como una letanía una y otra vez la misma frase cuando su hijo se marchaba: «Salid, averiguad qué hace, y decidle que pare». Era, en definitiva, un buscador de problemas.
Durante su etapa escolar, sus profesores y compañeros coincidieron en estas apreciaciones. Según recoge el informe «Did field marshal Bernard Montgomery have asperger's syndrome?», el pequeño «Monty» era «autosuficiente», «intolerante a la autoridad» y solo se esforzaba en aquellas asignaturas que le interesaban de verdad. A pesar de su juventud, pronto quedó claro que el control era clave para él y que era «extremadamente egocéntrico» y excéntrico. Además, por entonces ya empezaba a sentirse incómodo con la compañía de los demás y se mostraba tímido y reservado ante la presencia de sus compañeros.
A nivel personal, el experto afirma que Montgomery demostró también claros síntomas de misoginia y que era un excéntrico que, durante una buena parte de su vida, vivió con sus dos hermanas solteras. Según sus palabras, no fueron pocas las muchachas que, después de pasar un rato con él, afirmaban que no les había hecho ningún caso y que había mostrado más interés en los planes militares que en ellas. De hecho, solía repetir que «no te puedes casar y ser un oficial eficiente».
Por otro lado, parece que Montgomery tampoco tenía capacidad para empatizar con el resto de los seres humanos. Otra característica del Asperger. «Era capaz de tener comportamientos increíblemente malos», añade el autor. Para corroborar la existencia esta característica dentro de su personalidad, Fitzgerald pone un curioso ejemplo. En una ocasión, el militar estaba dando un discurso para una audiencia en la que había un periodista ciego. De repente, desde el fondo alguien le pidió a «Monty» que alzara la voz porque no se le oía bien. Él se sintió ofendido y, sin ninguna lógica, respondió de una forma descortés: «Puedo ver que uno de ustedes es ciego... ¿pero el resto son sordos?».
Arranques de ira
Siempre según Fitzgerald, con los años estas características se exacerbaron hasta la extenuación y se hizo imposible discutir con él. Así lo afirma el propio Beevor en su último libro, «La batalla por los puentes» (Crítica, 2018), donde narra una curiosa anécdota que pone de manifiesto los problemas que tenía «Monty» para tratar con sus superiores y con todo aquel que no opinara como él.
El autor narra en su obra que, durante la preparación de la operación Market-Garden, «Monty» se reunió con Eisenhower enfadado porque el jefe supremo le estaba dando más recursos a los ejércitos de Patton que a él. La charla no tardó en convertirse en un monólogo a gritos del británico. Al final, «Ike» se limitó a responderle: «Monty, no puedes hablarme así, soy tu jefe».
Estos arranques de ira llevaron a Patton a afirmar en más de una ocasión que Montgomery hacía lo que quería mientras el resto de oficiales y sus propios superiores miraban para otro lado. «"Monty" hace lo que le da la gana y "Ike" se limita a decir: “Sí, señor”». Con todo, también es cierto que esas críticas pudieron deberse a que, a la postre, Eisenhower le dio al final a «Monty» los recursos para acceder a Berlín a través de Holanda en detrimento de los ejércitos del norteamericano.
En todo caso, y a pesar de que la leyenda ha convertido a Montgomery en el oficial británico más exitoso de la Segunda Guerra Mundial, el psiquiatra irlandés afirma que sus grandes éxitos militares se sucedieron cuando debía dirigir a una fuerza pequeña y concreta, y no cuando acometía grandes operaciones militares.
Por desgracia, el principal rasgo de su personalidad fue el mismo que le terminó pasando factura y que le impidió entender que la operación Market-Garden era una auténtica locura: no creía en los consejos de sus subordinados y entendía que los buenos subalternos son los que acatan las órdenes sin rechistar. «Era obstinado hasta el punto de la intolerancia y usaba una disciplina tiránica contra el resto», añade el experto. Por si fuera poco, los oficiales no podían permitirse el lujo de criticarle ni una sola vez. «Un fallo y estaban fuera».
Los argumentos de Beevor
Beevor, además de a ABC, ha explicado en los últimos años su postura con respecto al Asperger de «Monty». Tal y como señaló en declaraciones al diario «The Telegraph», el comandante del Octavo Ejército británico «tenía un comportamiento muy extraño y no sabía cómo reaccionaría la gente con la que hablaba». Es decir, que adolecía de empatía, como también desvela el psiquiatra.
«Pensaba que la gente le adoraba, lo creía hasta del general Bradley, pero este le odiaba por completo», añade. El autor se atreve incluso a señalar que Montgomery trató a Eisenhower de forma altiva y que fue un verdadero desastre para las relaciones angloamericanas porque solía criticar a los estadounidenses una y otra vez. Algo que apoyó, en su momento, el bisnieto del oficial, Tom Carver.
El historiador también es partidario de que tenía severos problemas para relacionarse con la gente y que su comportamiento daba lugar a situaciones más que incómodas. «Una vez invitó a Bradley a la comida de Navidad y solo le dio una manzana», completa. Esta forma de actuar hizo que «los estadounidenses le odiaran». Y lo cierto es que tenían razones para ello, pues llegó a decir que los el suyo era un país con apenas unas décadas de conocimiento, mientras que Inglaterra contaba con «siglos en comparación».
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