Jorge G. García
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Estuvo en todos los bolsillos hasta mediados de la década pasada. Ahora, se ha reconvertido como empresa tecnológica para apostar por el ‘machine learning’ y el desarrollo de redes 5G.
La primera década de la telefonía móvil llevó su nombre. Resulta difícil recordar el peso que tuvo la compañía dentro de un sector en auge. Para los millennials y los más avezados de la generación X, el 3310 era como el iPhone de los noventa. Un teléfono codiciado por todos, aunque sin desbloqueo facial, huellas, color o whatsapp. Se bloqueaba al presionar la tecla central y el asterisco. Pero, ¿alguien recuerda qué fue de Nokia?
Pese a estar fuera del radar, la empresa finlandesa, que en sus momentos más álgidos representaba una cuarta parte del PIB del país, según Guillermo de Haro, profesor del área IS/IT del IE, ha emprendido el camino hacia la reconversión tecnológica. Adiós casi por completo a la fabricación de teléfonos. El intento de sacar a flote una firma con más de 150 años de existencia, con ciertos coqueteos con la bancarrota en plena crisis financiera, discurre ahora mismo por el desarrollo de redes 5G y el machine learning. “Queremos liderar la industria hacia este camino, que tendrá un impacto profundo en muchas áreas de la sociedad. Somos una de las dos únicas compañías mundiales que puede ofrecer ya esta red punto a punto”, afirma Risto Siilasmaa, presidente de Nokia.
El discurso de Siilasmaa suena tremendamente ambicioso. Confiado en su labor desde que desembarcara al frente de la organización a mitad de 2012, este emprendedor y gestor de capital riesgo pretende sacar del ostracismo al otrora buque insignia finlandés a golpe de tecnología. Y como no hay mejor manera que predicar con el ejemplo, tal y como asegura, durante el último año y medio se ha dedicado aprender inteligencia artificial como un loco. “Siempre estoy aprendiendo. Quería convertirme en un inspirador para los 100.000 empleados que somos, de los que 40.000 solo están en I+D y tienen una inversión de 5.000 millones”, añade.
La empresa llegó a controlar más del 50% de la cuota de mercado de los teléfonos móviles. Su facturación llegó a superar todo el PIB finlandés. La compañía nació a la orilla del río Nokia en 1865, 11 años antes de que Alexander Graham Bell inventara el teléfono, dedicada a la fabricación de papel en un país en el que abundaban los recursos madereros. En la década de los 70, cuando Finlandia decidió apostar por la ingeniería y la alta tecnología como motor de su desarrollo, la compañía decidió ampliar su negocio a la fabricación y venta de teléfonos móviles.
La irrupción en 2007 de los smartphone cogió a Nokia a contrapié. Sus ventas de móviles cayeron y en 2011, Nokia Corporation se alió con Microsoft Corporation para tratar de reengancharse e incorporó su sistema operativo en sus terminales. Microsoft se haría dos años después con la división de dispositivos y servicios de Nokia Corporation por unos 5.400 millones. La apuesta por los sistemas se produjo en 2005, con la compra de Alcatel Lucent por más de 15.000 millones. Se desharía, sin embargo, de la división de móviles en 2016, la cual vendería a la finesa HMD, creada por antiguos veteranos de Nokia. La empresa, sin embargo, nunca ha dejado de ser fuerte en la tecnología que el cliente no ve.
Atractivo
“Mantener en su momento el teclado no era rentable. Sus aparatos dejaron de ser atractivos, pese a su precio asequible, en detrimento de Apple”, razona de Haro. Totalmente en fuera de juego en la venta de terminales y en la tecnología que ofrecía, el gran salvavidas que está abrazando es convertirse en el referente de redes 5G. “Es más que un simple cambio de número en la G. Esta evolución transformará industrias enteras y a la sociedad en su conjunto”, vaticina Siilasmaa. Más allá de esta euforia interesada, de Haro rebaja tanto júbilo: “No está nada claro que sea tan diferencial como ocurrió entre el 3G y 4G. Puede haber cierto negocio en las infraestructuras de red, pero en el mercado de gran consumo es donde está el dinero”.
Promesas en el aire
En un contexto en el que el internet de las cosas se está generalizando, el volumen de datos roza lo inabarcable y los algoritmos crecen sin control, la implantación del 5G parece la evolución natural para dar respuesta a tanta tecnología. Nokia ya ha conseguido cerrar su primer contrato en Estados Unidos con esta red con la operadora T-Mobile, pero esto queda lejos de estandarizar su propuesta. Y como buscan no dar puntada sin hilo en las inversiones, aquí es donde el machine learning les echa una mano. “Es un punto estratégico para toda la compañía. La inteligencia artificial ayuda a arreglar las redes. Acorta los tiempos exponencialmente. Esto solo lo logramos mejorando casi a diario los algoritmos”, sostiene Siilasmaa.
El espíritu del que intenta impregnar el presidente de Nokia a su organización es el de las startups. Tanto que hasta busca la colaboración con aquellas que le beneficien en el devenir de esta nueva aventura, aunque haya ocasiones en las que se equivoque. No se cansa de repetir que la innovación solo la conseguirán de verdad con el talento adecuado y probando en diferentes negocios, como ya ha hecho infructuosamente en el área sanitaria. Sin embargo, Siilasmaa tiene más problemas que le dificultan la tarea de reconversión. “Está claro que una cultura creativa y el talento son fundamentales para mantener el negocio, pero Nokia no tiene acceso a dinero barato ni tampoco al talento del que se rodeó en su época de bonanza”, zanja de Haro.
El noventero gigante finlandés ha abandonado el juego Snake y la fabricación extensiva de móviles para darse puramente a las telecomunicaciones y la tecnología. La carta del 5G, sumada a todos los desarrollos innovadores que lleva aparejada, representa el intento de resurgir a una empresa más que centenaria por parte de su presidente. “Lo primero que tienen que hacer es dar beneficios; y veo complicado que una compañía centrada en infraestructuras, con espíritu de startup, pueda obtenerlos sobremanera. Es una transformación complicada”, concluye de Haro. Las cartas están echadas y las apuestas casi cerradas. En Finlandia anhelan que la llegada de la nueva red no les deje sin cobertura y el 5G no sea un nuevo Godot al que todos esperan pero nunca llega.
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