Patricia R. Blanco
Una "falsa nueva" difundida en 1564 aseguraba que el rey había sido asesinado de un "arcabuzazo"
Retrato de Felipe II, realizado por Tiziano.MUSEO NACIONAL DEL PRADO
Nadie los llamaba “bulos” en el siglo XVI, pero el efecto de lo que en aquella época se denominaban “falsas nuevas” podía ser igual de devastador e incluso podía llegar a debilitar un imperio. Siglos antes de que se acuñara el término “posverdad” y de que la difusión de falsas informaciones acaparara el foco mediático, especialmente durante acontecimientos políticos decisivos como las campañas electorales, las también llamadas hace más de 450 años “nuevas sin fundamentos pretendían, al igual que los bulos, “sabotear, dañar o perjudicar a la monarquía o a otra institución o persona a la que fueran referidas”, explica María de la Almudena Serrano Mota, directora del Archivo Histórico de Cuenca.
Un ejemplo de la trascendencia que podían llegar a alcanzar estos bulos centenarios es una “falsa nueva” difundida en 1564, cuando “se hizo correr la noticia de que el rey español Felipe II había sido asesinado de un arcabuzazo”, añade Serrano Mota. Según detalla la historiadora en un correo electrónico, “nunca se supo de dónde partió”, en alusión a un documento de la época que literalmente señala que “no se avía podido saber el origen ni fundamento que avía tenido [sic]”. Pero “el peligro”, continúa Serrano Mota, “estaba en que la falsa nueva saliese de Madrid, cruzase los Pirineos y recalase en Flandes, Francia, Inglaterra o incluso los territorios americanos, ya que, ante la ausencia de autoridad, se podía suplantar el poder, organizar revueltas, someter a los soldados que estaban fuera de España o que estos desertasen”. Además, aquel rumor de asesinato podía dañar gravemente “la imagen del personal que cuidaba del rey”, por no haber protegido adecuadamente su vida.
“Y en una época en la que las comunicaciones eran lentas, donde los espías abundaban y los mercaderes eran agentes de negocios que contribuían, en muchos casos, a difundir rumores de puerto en puerto había que tener una red de información apropiada” para neutralizar cuanto antes aquellas mentiras, apunta la historiadora.
¿Qué hizo Felipe II en una época sin Internet, radio ni televisión? Cuando el rey, que estaba reunido en las Cortes que se estaban celebrando en 1564 en Monzón (Huesca), tuvo conocimiento de la información que se difundía sobre él “inmediatamente escribió de su puño y letra a los embajadores en Génova y Francia” a quienes hizo llegar dos veces la misma carta, tanto por tierra como por mar, para evitar las “fatales consecuencias de que un correo se perdiese o fuese interceptado”, rememora María de la Almudena Serrano Mota. Y en una de aquellas misivas, según los documentos a los que alude la historiadora, Felipe II escribió: “Todavía porque aquella carta va por Francia a la ventura, con un correo particular, he querido avisaros con este que va por mar de la falsedad desta nueva y cómo gracias a Nuestro Señor, yo quedo muy bueno y atendido a dar fin a estas Cortes”.
Pidió además el Rey que se remitieran “las cartas que van con esta para los duques de Saboya y Sessa, con estafeta propia, que son sobre lo mismo, pues veis quánto cumple que se sepa en todas partes los cierto”. “En esta última frase está la clave: la verdad debía conocerse cuanto antes”, analiza la directora del Archivo Histórico de Cuenca.
El supuesto asesinato de Felipe II no es el único ejemplo. En los archivos históricos de España hay bulos documentados “desde la Edad Media”, añade Serrano Mota. Otro caso de difusión de falsas informaciones, que señala la historiadora, ocurrió en el año 1648, cuando llegó a Sanlúcar de Barrameda un navío procedente de Caracas, que traía literalmente la información de “la voz que corría de lo de Filipinas, y se dijo que, no obstante el poco fundamento de lo que se hauía dibulgado, se quedaua tratando de apurar de dónde hubiese salido este rumor, y que de lo que resultase se daría quenta a Vuestra Magestad [sic]”. “Lo de Filipinas” era una supuesta sublevación contra la Corona española en el archipiélago asiático que resultó ser falsa.
También en 1882 un periódico publicó que había “una epidemia de cólera en México”. Según la directora del Archivo Histórico de Cuenca, lo inmediato fue “reunir a la Junta de Sanidad” para frenar la epidemia y, como medida previa, enviar un telegrama al cónsul de Veracruz, quien finalmente negó el rumor.
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