Manuel P. Villatoro
- Jesús Sánchez Adalid publica «Los baños del pozo Azul» (Harper Collins Ibérica), una novela histórica que se adentra en la figura histórica de Subh Umm Walad.
Abderramán III
Las crónicas definen a Abderramán III (el primer califa Omeya de Córdoba) como un hombre de pelo rojo, de piel sumamente blanca y de unos ojos tan azules como el cielo. Otro tanto le ocurrió a su hijo, Alhakén II, al que le delataba también su cabellera de tono bermejo. Nada que ver con la imagen tradicional que se asocia a un gran líder árabe del siglo X. ¿Cómo es posible que tuvieran aquellos rasgos físicos? Según afirma en declaraciones a ABC el escritor y divulgador histórico Jesús Sánchez Adalid, porque hubo una época en la que los grandes mandamases musulmanes nacían de madres vasconas y cristianas.
«Al final ya no había casi sangre árabe en los Omeya, la mayoría era de Navarra porque se casaron con mujeres del norte», afirma el autor a este diario. Sánchez Adalid lo sabe bien, pues ha investigado este y otros tantos ámbitos de la Córdoba califal para elaborar su última novela histórica, «Los baños del pozo Azul» (Harper Collins Ibérica). «Con ellas fue decreciendo la sangre árabe originaria», completa. Con todo, y como bien señala a este diario, la mayoría de estas esposas acababan en el harén real tras haber sido entregadas por los cristianos como garantía a la hora de sellar un acuerdo.
A pesar de que la lista de vasconas que lograron conquistar a los sultanes no es corta, existió una que destacó por encima del resto, Subh Umm Walad. Ofrecida como regalo al segundo califa Omeya (del que tuvo un retoño), esta navarra logró convertirse en un personaje destacado en Al-Ándalus hasta el punto de que fue apodada «La señora de las señoras de Córdoba». Por si fuera poco, mantuvo un romance con Abu Amir Muhammad ben Abi Amir al-Maafirí (más conocido como Almanzor), al que ayudó a ascender en el escalafón social a cambio de seguridad personal. Al menos, hasta que este se propuso destrozar los derechos dinásticos de su hijo y nombrarse a sí mismo califa.
Aquella puñalada trapera hizo que Subh Umm Walad pergeñara una conjura contra Almanzor en la que se ha basado Sánchez Adalid para elaborar su nueva novela. Una obra en la que, como él mismo señala, no importa el final (pues la historia nos dice que fracasó), sino «el por qué falló, qué fuerzas lo propiciaron y qué traiciones hubo». El resultado es un libro que, además de desvelar a un personaje oculto en las páginas del pasado, ayuda a destruir mitos como el que afirma que cristianos y musulmanes no se relacionaban entre ellos. «Sus mundos no eran dos compartimentos estancos», completa.
1-¿Hasta qué punto el personaje de Subh Umm Walad está documentado por las crónicas?
El personaje de Subh Umm Walad está documentado a través de las crónicas. Lo han hecho los grandes arabistas e historiadores. Llama la atención, en primer lugar, porque era una mujer de la cual se habla en un mundo y en un tiempo en el que el género femenino permanecía en el anonimato. No solo en la cultura islámica, pero mucho más en ella.
En la época una mujer de la realeza de los Omeya debería haber vivido en el anonimato de los palacios califales sin haberse hecho visible. Tenía que someterse al régimen de los eunucos y de las mujeres. Es sorprendente que los cronistas nos hablen de ella y que nos expliquen que era originariamente vascona (de Navarra), que había sido la favorita del califa Alhakén II y que fue la madre del tercer califa Hisham II. Aunque lo más llamativo es que fue la amante de Almanzor.
2-¿Era una mujer importante en la época?
Si, para empezar porque tuvo que vivir unas circunstancias muy especiales al final del Califato. Era además una mujer célebre en Córdoba. Y lo era porque era visible. Montaba a caballo, mostraba el rostro (algo inaudito en la época), trataba con los visires, recibía gente en su palacio y acudía a las ceremonias públicas. Era lo que hoy podríamos decir una “celebrity”. Tenía hasta un apodo: “La señora de las señoras de Córdoba”. Esto ya de por sí es muy significativo.
A pesar de todo es una mujer muy poco conocida. La historia de España es tan compleja que es imposible saber todo lo que ha sucedido en ella. Rastreando y buscando en las crónicas podemos encontrar personajes como este, que suscitan una gran curiosidad y un gran interés. Estos tienen que pasar al cuerpo literario porque es la forma de que la gente los conozca.
3-¿Qué significa que tuviera que vivir en el régimen de los eunucos y de las mujeres?
Que lo hacía en el harén. El harén consistía en una estancia que funcionaba en todo el mundo islámico. Eran los aposentos de las mujeres, que estaban separados de los de los hombres, y en ellos estaban las esposas, las favoritas y las concubinas reales. Allí vivían también los niños hasta los siete años. En este lugar los únicos hombres que podían entrar eran los eunucos y el califa. Los varones que no hubiesen sido castrados no podían acceder allí de ninguna manera.
4-Al final Subh Umm Walad rompió relaciones con Almanzor...
Sí. A esta época se le llamó la quiebra o la ruptura en las crónicas. Por entonces Almanzor había llegado hasta una posición de poder gracias a Subh Umm Walad. Ambos habían sido amantes y habían colaborado durante la vejez del califa Alhakén y (muerto este) en la infancia del siguiente (que no podía gobernar porque era un niño).
Almanzor aprovechó las circunstancias para encumbrarse y Subh Umm Walad se encontraba muy segura bajo su protección, puesto que no podía defender sus derechos en aquel mundo por el hecho de ser mujer. Pero hubo un momento en el que Alamzor dio un paso más. Quiso convertirse en califa e instaurar una dinastía propia a la que se incorporasen sus hijos.
Subh Umm Walad, como madre del califa que era, terminó entonces aquella relación. Al fin y al cabo, que Almanzor instaurara su propia dinastía iba en detrimento de los derechos de su hijo. Ella encabezó entonces esa “ruptura” que capitaneó un hermano gemelo suyo pero que, al final, fue frustrada.
5-¿Cuáles fueron los apoyos de esta revuelta?
Aglutinaron a un grupo de personajes muy curiosos que estaban descontentos con Almanzor. Estos iban desde poetas palaciegos que habían sido relegados tras airear su oposición al líder militar, hasta los príncipes Omeyas. Los últimos estaban muy contrariados con su actitud debido a que, si creaba su propia dinastía, acababa con la suya, que venía de Arabia desde los primeros emires y que había contado con Abderramán III como líder del primer Califato.
Pero muchos se unieron a ellos también porque la ciudad de Medina Azahara estaba siendo relegada. Ya no era la urbe esplendorosa y califal. Almanzor había construido y se había trasladado a otra, Medina Alzahira, para quitarle protagonismo. Esto encorajinó a los Omeya, que pretendieron que Subh Umm Walad se fuera con su hijo el califa a vivir a Medina Azahara de nuevo y asumiera allí el poder.
6-La tentativa fue fallida...
La tentativa fue fallida porque murió tranquilamente en una de sus campañas. Pero hay que contar el por qué, y de eso es de lo que trata la novela. Por qué falló aquello, qué fuerzas lo propiciaron, qué traiciones hubo, qué conspiraciones...
7-¿Cómo definiría a Almanzor?
Era un hombre cuya familia no le podría haber facilitado lo que llegó a ser después. Era una familia nobiliaria muy secundaria y alejada de Málaga. Pero Almanzor acudió a la capital, Córdoba, y debido a su gran personalidad (principalmente a que era un seductor) llegó a encumbrarse y convertirse en el mayor personaje del Califato en emulación de los grandes califas.
Lo más llamativo es que no hubiera logrado esto de no ser por Subh Umm Walad. Las crónicas nos cuentan que hubo una relación amorosa entre ellos que se rompió cuando los intereses fueron divergentes.
Pero Almanzor para los cristianos fue un personaje terrible que destruyó Santiago de Compostela, hizo añicos la ciudad de Barcelona, arrasó Pamplona, y acabó con el reino de León... Eso ha hecho que quede en las crónicas cristianas como una bestia. Sin embargo, para los musulmanes es un personaje grande de su historia que colocó el Califato al nivel de las potencias del Mediterráneo, que hizo grandes gestas y que patrocinó obras como la ampliación de la Mezquita o la construcción de la ciudad palaciega de Medina Alzahira.
8-¿Con cuál de las dos imágenes se quedaría?
Con la ecuánime. No juzgo nada ni me hago partidario de nada porque simplemente lo veo con la perspectiva de 1000 años y me imagino que, como suele suceder, está escrita en parte por los que han vencido. Eso hace que queden en el anonimato muchos datos que no se han dado a conocer y que no conoceremos nunca. El pasado fue, pero ya no es. No podemos hablar con aquellos personajes.
9-En su obra afirma que una práctica habitual de los califas Omeyas era casarse con mujeres navarras...
Sí. Al final ya no había casi sangre árabe en los Omeya, la mayoría era de Navarra. Llama mucho la atención, pero desde los primeros que llegaron a la Península Ibérica hasta el último, todos se casaron con mujeres del norte. Con ellas fue decreciendo la sangre originaria.
Pero esto se sabía ya en la época. Las crónicas nos hablan de las características físicas de Abderramán III o Hisham II. Ellos tenían los mismos rasgos que los reyes del norte, no una fisionomía árabe pura. Lo cual nos demuestra que eran sociedades que no eran racistas y a las que les importaba el poder. En la época hubo una mezcla enorme entre gente que venía de África, de Persia, del norte de Europa o de Bizancio.
10-¿El mundo árabe y el cristiano no estaban, entonces, tan separados?
No. De forma permanente hubo relaciones matrimoniales, comerciales o intercambio de embajadas. No eran dos comportamientos cerrados que no se relacionaran.
11-¿El mundo árabe no estaba tan unido entonces como se suele creer?
El islámico, tanto en la Península como en el exterior, nunca fue un mundo homogéneo. Ese es un estereotipo que tenemos los occidentales. Aunque había dos grandes tradiciones (la suni y la chií), había muchos pueblos con otras tantas costumbres y procedencias. De hecho, lo que se cuenta en mi libro es prácticamente el final del Califato, que duró apenas tres generaciones tras las cuales empezó la disgregación. Esta disolución del mundo árabe fue la que dio lugar a los reinos de taifas.
12-¿Qué ayudó más a la expulsión de los musulmanes, la presión de los reinos cristianos o la disgregación árabe?
La división interna. El hecho de que no hubiera un Califa ni una dinastía fuerte al frente del Califato favoreció el final. Lo otro vino por añadidura. Los reinos de taifas se aliaron con los reinos cristianos, se enfrentaron entre ellos... Todo eso hizo muy difícil que, hasta la llegada de los dos grandes fanatismos representados por los almorávides y los almohades, este mosaico de reinos islámicos tuvieran fuerza.
El Islam ha estado sacudido por fundamentalismos permanentemente. Y la Península Ibérica no fue la excepción. Estos dos imperios supusieron un prejuicio para las tradiciones del Al Ándalus clásico, por así decirlo. Además, terminaron con los cristianos de los reinos islámicos, las comunidades llamadas mozárabes, que tuvieron que sufrir este tremendo asalto y persecución. La mayoría de ellas se fueron al exilio o se disolvieron.
13-¿Ha favorecido la Leyenda Negra la idea de que los reinos musulmanes representaban la “luz” cultural y científica frente a la “oscuridad” cristiana?
Ni la Edad Media fue un período tan oscuro como se nos ha enseñado durante tanto tiempo, ni tampoco tan luminoso como a veces se dice. Fue un tiempo necesario, una transición entre la antigüedad y un momento esplendoroso que será el Renacimiento.
Pero la Edad Media atesora muchos grandes pensadores y muchos momentos importantes. Lo bueno es que no juzguemos ni que diferenciemos por el hecho de que se sucedieran en un reino u otro. Pasaban, y tenemos que aprender a disfrutarlos.
Además se han creado muchos mitos como el de la convivencia entre las tres culturas. Este concepto está muy teñido de tópicos. Pero en algunos momentos, como por ejemplo en el Califato, si hubo una coexistencia real entre las religiones. También la hubo en la época de Alfonso X el Sabio, que se titulaba a si mismo rey de las tres religiones.
14-¿Qué espacio ocupan los reinos cristianos en su obra?
Los reinos cristianos aparecen poco, pero son un referente. Auriola, que es uno de los personajes principales, es una mujer que viene del reino de Pamplona y que se ha criado a la sombra de la reina de Navarra, una mujer muy determinante y que no era simplemente una reina consorte, sino una esposa reinante que tenía caballo, espada y armadura. Ella hace un pacto con Abderramán III, que era sobrino suyo, porque los Omeya se casaban siempre con princesas del norte.
Para sellar el pacto se usan presentes como objetos valiosos o animales, pero también personas. Por ello, la reina envía una pareja de gemelos a vivir a Córdoba: Auriola y su hermano. En ese punto empieza la historia. La clave es que ella nunca deja de ser una mujer cristiana. En un momento dado de la novela, por ejemplo, recurre a sus principios cristianos.
La originalidad de Walad radica en que rompe con el mundo que le toca vivir cuando llega a Al-Ándalus y conserva rasgos de su personalidad originaria que ha sido formada en los reinos cristianos del norte. Ese es el nexo filosófico y profundo que hila la novela.
15-¿Se ha convertido la novela histórica en el vehículo perfecto para divulgar el pasado de España?
El español ha tenido siempre muy relacionada la historia con profesores y con una cuestión meramente académica o erudita. Estaba relegada a las bibliotecas, universidades, academias... Pero, de un tiempo a esta parte, ha crecido el interés por ella. Eso lo demuestra la existencia de muchas revistas de divulgación histórica, la publicación de multitud de novelas históricas tras veinte años de existencia o el que la gente viaje a los escenarios históricos (las ciudades o los vestigios que quedan de los grandes períodos históricos) para empaparse de ellos.
La novela histórica se ha beneficiado de esto. Es un cauce privilegiado para dar a conocer los períodos más olvidados. Los autores buscamos aquello que es más interesante. Lo que no tiene interés se obvia. En este libro tengo la suerte de que esta Córdoba del año 1000 es un verdadero regalo para la historia de España porque es genuina. Es decir, que no se parece a ningún otro sitio. Las ciudades medievales, con salvedades, funcionaban todas más o menos igual. Sin embargo, la Córdoba califal era especial. Que en pleno Occidente estuviera la capital de un Califato Omeya que había venido de Bagdag supone un exotismo que ofrece un interés bárbaro.
16-¿Cuál es el período más agradecido a la hora de escribir?
Me gustan los períodos transitorios y decadentes porque de ellos surgen ideas muy buenas. Un ejemplo es esta obra, que muestra la transición hacia el año 1000 y los momentos finales del Califato. Aunque muchas veces no buscas el período, sino el acontecimiento. Lo que le pasa a Subh Umm Walad le podía haber pasado a una familia de banqueros catalanes o de bodegueros riojanos en el siglo XX. Aquí está el administrador infiel, los obreros que engañan, la madre que protege al hijo, el hijo que es vago e impulsivo... Son los ingredientes, pero aderezado con el encanto que tiene la Córdoba califal.
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