Kino Verdú
Detalle de un mecanismo Panerai de alta relojería.
La firma relojera Officine Panerai tiene alma
florentina y más de un siglo y medio de historia. Viajamos hasta su cuartel
general para conocer la nueva revolución tecnológica de la casa.
SOY UN
MEZCLA de raíces”, comenta orgulloso Frédéric Dreyer-Gonzales. Su madre es
polaca. Su padre, español. Nació en Francia hace 36 años y vive en Suiza desde
2004. La esencia de casi toda Europa concentrada en la sangre de un tipo cuyo
currículo es imbatible. Pero mejor que lo cuente él mismo: “Las ciencias para
mí son como un recreo de juegos infantiles. Me enamoré de la física cuando
tenía 14 años y comprendí que las matemáticas constituyen una herramienta para
entender la física y no son tan aburridas. La combinación de matemáticas,
química y física me dio las cartas para tener éxito en la vida profesional”.
Modelo Luminor de Panerai.
Aquello fue solo el comienzo de una
senda intelectual que derivó hacia la relojería de alta gama. “Para ampliar mi
experiencia en ciencias, cursé un doctorado que me permitió adquirir sólidos
conocimientos en terrenos de biomecánica, microtecnología, química y ciencia de
los materiales en su naturaleza global (comportamiento mecánico, durabilidad e
impactos ambientales). Al final de mi doctorado conseguí dos trabajos, uno en
una empresa de aeronáutica y el otro en la firma de relojería Swatch Group, donde
ejercí cuatro años como gerente de proyectos de innovación”.
Angelo Bonati, CEO de Officine Panerai.
Semejante
perfil no pasó inadvertido para el jefe de Panerai, Angelo Bonati. Este
personaje esencial de la relojería moderna fichó a Dreyer-Gonzales como
director del departamento de investigación y desarrollo de la marca italiana.
El objetivo: dar un empuje tecnológico a una manufactura anclada (nunca mejor dicho)
en ejemplares de corte clásico (aunque reconocibles en cualquier muñeca).
Frente y reverso del nuevo Radiomir 1940, que recoge la herencia de un modelo de ese año. Presenta una curiosa combinación de números arábigos y romanos. No lleva logo, como el original: fue un encargo de la Armada italiana y la marca era secreto militar.
El
origen de la casa está en Florencia, donde Giovanni Panerai abrió, en 1860, un
taller de relojería. Su momento de gloria llegó en 1936, cuando el Cuerpo
Submarino de la Armada Real Italiana, debido a la alta precisión de los
instrumentos marinos que fabricaba, le encargó un lote de relojes sumergibles
fiables y resistentes. Ahí nació el modelo Radiomir, que llevaba radio en los
índices y agujas que brillaban en la oscuridad. La casa fue creciendo y
creciendo, hasta que apareció Luminor: un prototipo con puente protector de la
corona que parece el gatillo de una granada de mano y que marcó un hito hasta
nuestro tiempo.
Frédéric Dreyer-Gonzales, director de I+D de Panerai.
Durante el último Salón de Alta
Relojería de Ginebra, Frédéric Dreyer-Gonzales presentó dos ejemplares que
rompen los cánones Panerai y suponen un avance de última generación que nadie en
el sector esperaba. “El BMG-Tech contiene una nueva aleación sin estructuras
cristalinas”, dice Dreyer-Gonzales. “Es resistente a la corrosión, amagnético y
posee una gran elasticidad”. El otro nuevo icono, LAB-ID, “está hecho de
nanotubos de carbono que le confieren una gran propiedad: no necesita
lubricante en unos 50 años”. Al calor de estas dos innovaciones, la firma
presenta en septiembre (y en estas páginas puede verse un adelanto) el Radiomir
1940: la otra cara de la moneda del espíritu Panerai, una delicada y sensible
vuelta al pasado, recuperando modelos escondidos en los baúles de la empresa,
que hoy cuenta con unas nuevas instalaciones de más de 10.000 metros cuadrados
en Neuchâtel (Suiza). “El objetivo es respetar nuestras raíces y llevarlas al
presente, construir un puente sólido entre el pasado y el futuro: utilizamos el
pasado para añadirle las nuevas tecnologías”, dice Dreyer-Gonzales. Su impulso
le ha llevado a convertirse en mano derecha de Angelo Bonati, presidente e
impulsor de Panerai, ferviente defensor de la herencia y la tradición sin
perder la vista lo que está por venir. “Tenemos nuestro camino y lo seguimos”,
apostilla Bonati. Alma italiana, esencia suiza. “Reinventamos nuestra
colección de creaciones a partir de modelos de antaño, ofreciendo siempre algo
nuevo y valioso, pero sin perder la esencia y el alma de Panerai. Eso sí,
siempre aumentando calidad y rendimiento, renovando la oferta en términos de
funciones, movimientos y nuevos materiales”.
Frente y reverso del nuevo Radiomir 1940, que recoge la herencia de un modelo de ese año. Presenta una curiosa combinación de números arábigos y romanos. No lleva logo, como el original: fue un encargo de la Armada italiana y la marca era secreto militar.
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